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Opinión

Después del tsunami

26 de Octubre, 2020
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GABRIELA CANEDO

Generalmente los conflictos cual vendaval, mueven las cosas y éstas no vuelven a ser lo que eran antes. Es así que en menos de un año se nos vino un tsunami que por fin pasó, al menos la ola mayor el domingo en las urnas. El actor más aplaudido y honrado debe ser la ciudadanía que pese a la pandemia, acudió con la mayor disciplina a votar. De acuerdo a porcentajes, rebasamos la asistencia de ciudadanos a anteriores elecciones. Admirable la apuesta de la gente por resolver y decidir en las urnas en destino del país.

Los resultados despertaron sorpresa en unos, consternación en otros, alegría más allá y frustración también.

Los análisis y el ejercicio de comprender lo sucedido no cesarán, pues nuestro entretenimiento favorito es la política, entendida en su máxima expresión, y qué bien que así sea porque significa que el futuro, y trazar el horizonte o los horizontes que imaginamos como país, nos interesa a todos.

Después del tsunami, que implicó muerte, tristeza, violación de derechos humanos, polarización -y sacó lo peor de nosotros como sociedad-, las aguas están relativamente tranquilas, y lo agradecemos, los bolivianos no nos merecíamos tanto tiempo de suplicio, agudizada por el virus de la Covid-19.

Ese tsunami, removió desde lo más profundo a la sociedad, trajo destrucción y muerte como todo maremoto; tuvo un costo social alto. Sin embargo, puso algunas cosas en el lugar en el que deben estar. Las organizaciones y población que apoyan al MAS-IPSP incondicionalmente han empezado a hacer una serie de autocríticas y a apostar por la reconducción del proceso de cambio. “El MAS ganó las elecciones a pesar y más allá de Evo, sin él estamos mejor, queremos reconstruirnos desde abajo”, se lee en las reflexiones, esa es la apuesta y ojalá así sea.

Seguro para Arce y Choquehuanca no será fácil sortear las exigencias y presiones de uno y otro lado, y más si el fantasma del tirano ronda. Sí, ni modo, tuvo que venir un tsunami devastador, para que se dé un sacudón al interior de la organización política más grande del país. Asimismo, produjo que cambien los contrapesos en la Asamblea Legislastiva, pues habrá una oposición renovada, lo que implicará una mayor fiscalización y la necesidad de concertación. O sea, ganamos un poquito más de democracia. Sí, esa, la representativa, que reflejará de mejor manera la diversidad de la sociedad en una de sus instancias.

La elección ya terminó, ahora, el Chaco, la Chiquitanía los necesita, Arce y Choquehuanca deben abolir el paquete de leyes ecocidas y socorrer de manera eficiente y eficaz a las poblaciones, flora y fauna que está siendo afectadas de manera inmediata. Eso significa marcar una línea clara con los agroindustriales, y parar la ampliación de la frontera agrícola, que además iría en coherencia con la defensa de los derechos de la Madre Tierra, que espero Choquehuanca ahora sí la defienda.

Recomponer la institucionalidad del país, las reglas de juego, la separación de poderes, condición sin nen qua non para que exista una confianza plena de la población, pues vimos lo que sucede cuando no existe tal independencia, y de manera cínica se sobrepasa la Constitución.

A todo esto se suma, el reto titánico que tendrá que enfrentar el nuevo gobierno: recomponer el tejido social maltrecho. Es claro que el éxito de un gobierno y de su gestión debe medirse por el PIB, la reducción de la pobreza, pero también por su acción y efectos en la cohesión de su sociedad y en la capacidad de convivir entre diferentes. La existencia de desigualdades estructurales, deben ser resueltas por medio de políticas públicas y sociales, haciendo énfasis en determinadas poblaciones, y no dejar esta responsabilidad en los ciudadanos de a pie para eliminar las inequidades y desigualdades por medio de “guerra civil” o con violencia en las calles. Tampoco solo emitiendo leyes contra el racismo, tan naturalizado en nuestra sociedad se podrá acabar con esta lacra.

En noviembre de 2019, salimos abatidos, desde entonces la pandemia y un Gobierno transitorio abusivo, en cuya gestión la violencia estuvo a la orden del día, también jugaron su parte. Ahora, tenemos que intentar rebasar un conflicto político, donde el odio, el racismo, el regionalismo, el revanchismo y la soberbia se han convertido en prácticas cotidianas.  Ha emergido lo peor de cada uno. Tejer, zurcir y remendar las hilachas de ese tejido costará tiempo, mucho tiempo, pero es imprescindible. Tender puentes de entendimiento, será necesario, pero estos no serán suficientes si cada uno de nosotros no tenemos la actitud de cruzarlos.

Gabriela Canedo V. es socióloga y antropóloga

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