“En una tierra donde morir con violencia era morir de muerte natural, donde manda el narco manda su ley y ella dice que además de matar al perro hay que matar a su familia para que se termine la rabia” en forma literaria, este pasaje nos muestra lo que representa el narcotráfico y la violencia que genera.
“Fue acribillado en plena avenida América, en la ciudad de Cochabamba” y a la luz del día, “Tres policías fueron abatidos a balazos por una supuesta organización criminal”, “una nueva triple ejecución en diez días alarma al Chapare y al país”, tres jóvenes cruceños fueron asesinados. Estos titulares que hace poco circularon en los diarios nacionales no son ficción ni literatura, sino son la crasa realidad y cada vez se hacen más asiduos, tétricos y tristes porque esta es la violencia que tendremos que soportar a futuro, si no se la detiene. En todos estos casos, el narcotráfico y las drogas se encuentran de por medio. Los asesinatos fueron ya sea por reyertas de disputa de territorios de distribución de droga, o porque miembros de una organización criminal fueron amonestados por policías que cumplían su función de patrullaje y como respuesta y venganza los policías fueron acribillados, o por una transacción -se presume de droga- que salió mal, y dos de los jóvenes fueron vilmente baleados y el otro degollado. El ejercicio de la violencia al descubierto y con el mayor desparpajo, será lo que cotidianamente viviremos y posiblemente al que nos acostumbremos.
En países como México y Colombia sucesos como estos son el pan de cada día y rayan en lo ficcional cuando se conocen las formas en que se asesinan, acribillan, ejecutan a personas que están en el negocio de las drogas, o a quienes perjudican los intereses de los cárteles y finalmente a justos que pagan por pecadores, es decir a pobladores de los lugares donde se encuentran asentadas las organizaciones criminales. Tal situación de violencia provocada por el narcotráfico en dichos países es de larga data, pues para haber llegado a una situación alarmante de proliferación del narcotráfico y de violencia, es porque éstos década tras década fueron creciendo, se fueron asentando y naturalizando hasta un punto en el que los gobiernos no llegan a ser eficaces en enfrentar un problema descomunal. Fue la población misma la que se organizó en “comités de autodefensa” para combatir a las organizaciones criminales, por tanto, es de imaginarse que la violencia es contrarrestada o afrontada también con violencia, a bala. Un círculo vicioso difícil de romper.
La presencia de los carteles y el crimen organizado, en Colombia ligados a la guerrilla y en México tan extendidos es un panorama ya naturalizado, o tristemente forma parte del día a día. Teniendo a México y Colombia como referentes de la instalación de la violencia cruda por narcotráfico, llama la atención que, en el país, ya de manera abierta, atrevida, a plena luz del día, el crecimiento de ajustes de cuentas, balaceras por cuestiones de narcotráfico sea la punta del ovillo de lo que se proyecta podría ser nuestro futuro no muy lejano. La violencia que impera en países en los que el narcotráfico hace de las suyas, empezó de esta manera.
En los asesinatos y balaceras que se dieron en el país, en los últimos meses, la saña y la forma descarnada en la que se cometieron los crímenes hace que la manifestación de la violencia se esté dando ya en otro nivel. Si no hacemos algo pronto, como Estado y sociedad civil, nuestras calles, carreteras, y determinados territorios serán intransitables. Los ajustes de cuentas por droga y narcotráfico serán habituales, las pugnas entre cárteles al descubierto serán comunes, la muerte de personas inocentes producto del cruce de fuego también y en definitiva esa violencia cruda será parte de nuestra cotidianeidad.
Desde cualquier punto de vista, el narcotráfico trae solo violencia y más violencia, así como muerte, miedo y sufrimiento. Además de alimentar otras problemáticas como la prostitución, trata y tráfico de personas, y el consumo de drogas principalmente en nuestra juventud. Estamos en puertas de convertirnos en un pequeño México, o una pequeña Colombia. Las políticas de control del narcotráfico deben ser más agresivas, pues nos estamos jugando nuestro destino como sociedad. La atención a esta problemática debe ser de primer orden, pues lo que nadie quiere es que, en Bolivia, “morir con violencia sea morir de muerte natural”.
Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga