En siete palabras se resume el cuento más breve de la historia: “Cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí”, fin y eso es todo. La belleza de este cuento, escrito por el guatemalteco Augusto (Tito) Monterroso, radica en que pese a su brevedad tiene inicio, trama y desenlace; y abre la imaginación y a una multiplicidad de historias.
Asimismo, genera una serie de interrogantes alrededor del mismo. ¿Quién despertó?, y deja abierta la posibilidad de que ese alguien sea usted, yo, el de más atrás, la de mi lado, o pueda aludir a la sociedad o a la humanidad misma. La temática, da a entender que ese alguien estaba dormido y despierta. El acto de despertar es una metáfora, pues podría entenderse que se refiere a darse cuenta, salir del aletargamiento. Y el cuento narra que una vez que ese alguien despierta, el dinosaurio todavía se encontraba allí. Podría hacer alusión a una pesadilla o un sueño en el que el dinosaurio estaba presente, y una vez despertando continúa allí; es decir una especie de prolongación del sueño. O nos remite a que antes de quedar dormido, había un dinosaurio y que, al despertar aún éste estaba allí. Y ¿qué simboliza el dinosaurio?, aquello que cada uno quiere que signifique. Una interpretación de este breve texto es que la humanidad dormida, una vez que despierta, lamentablemente, se halla con las mismas monstruosidades de siempre, y observa un mundo irracional en el que nada ha cambiado. Un abordaje más esperanzador sostiene que ese despertar de la humanidad, nos permitirá observar la insensatez y necedad en la que vivimos y será el inicio de una transformación.
De esta manera, al terminar un año e iniciar uno nuevo, es preciso hacer un recuento de los “dinosaurios” que nos siguen agobiando.
El dinosaurio de los feminicidios aún está aquí. Más de un centenar de mujeres asesinadas en 2021, además de todas las formas de violencia hacia las mujeres existentes en el país.
El dinosaurio de los infanticidios, abuso y maltrato a nuestros niños y niñas, es cruel, se come la niñez, las esperanzas e ilusiones de los pequeños, y es una situación espeluznante e inaceptable; sin embargo, sigue ahí.
El dinosaurio de la corrupción es gigante, temerario, grosero y cunde por doquier en todo tiempo, y sigue ahí. Fueron descubiertos alrededor de 800 ítems fantasmas en una sola alcaldía, lo que ha motivado a investigar en otras instituciones estatales, la creación de puestos de trabajo fraudulento. Sumado al caso del Fondo Indígena o al caso CAMC (tráfico de influencias) o a los innumerables casos de corrupción en todos los niveles del Estado, son una lacra que arrastramos como país.
El dinosaurio de la deforestación, y las más de seis millones de hectáreas incendiadas que han acabado con una diversidad de fauna y flora riquísima y que han afectado a comunidades indígenas cada año, aún están aquí.
El dinosaurio del extractivismo salvaje, traducido en concesiones mineras que afectan nuestra Amazonía, la abominable contaminación por mercurio que sufren los pueblos indígenas, los peces y ríos; el tráfico y prostitución de niñas y adolescentes, continua aquí.
El dinosaurio de la persecución política e irrespeto a los derechos humanos junto a una justicia podrida aún permanece aquí.
A nivel internacional, el dinosaurio de la migración forzada en la que miles de migrantes que buscan una mejor vida, mueren en el mar mediterráneo, o tratando de pasar Centroamérica aún está allí.
El dinosaurio de la problemática de los refugiados rohingyas que son uno de los grupos más perseguidos del mundo, o la de los refugiados de Lipa, en Bosnia, aún permanece allí.
El dinosaurio feroz y despiadado de la guerra y conflicto armado presente en Palestina, Camerún, Mozambique, Oriente próximo, Etiopía, Siria y Yemen, aún continúa allí.
El dinosaurio del hambre en varios rincones del planeta sigue devorando vidas. Yemen, atraviesa la mayor crisis humanitaria del mundo en la que más de 16 millones de yemeníes se enfrentaron al hambre este año, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU).
El dinosaurio del cambio climático, que azota con huracanes, sequías, lluvias torrenciales a causa del desequilibrio e intervención irresponsable del ser humano sobre la naturaleza, aún está presente.
Y así, podríamos enumerar un sinfín de dinosaurios que estaban y aún están aquí y allí. Sin embargo, nos queda seguir renovando la esperanza y depositando la confianza en que vendrán mejores días. Que el nuevo año que inicia, sea una oportunidad para hacer de este mundo un poco más humano desde el lugar donde nos encontremos. Estimadas y estimados lectoras y lectores, les deseo un bondadoso 2022.
Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga