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Opinión

Con-ciencia

28 de Enero, 2022
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GABRIELA CANEDO

La viruela figura entre las enfermedades más devastadoras que jamás hayan existido en la historia de la humanidad. En América diezmó la población. Hay quienes afirman que alteró dramáticamente el curso de la historia, incluso contribuyendo al declive de civilizaciones enteras. Fue el científico Eduard Jenner, a finales del siglo XVIII, quien mostró que la inoculación de una variedad similar a la viruela, que está presente en las vacas, podría protegernos contra la enfermedad. Constató que la exposición a una versión atenuada del virus que produce la enfermedad causaba inmunidad, es decir, el principio básico de la vacuna. De ese modo se descubrió lo que hoy conocemos como vacuna.

Como ocurre con algunas innovaciones científicas, la recepción de la vacuna contra la viruela por parte de la población fue de desconfianza y rechazo. Circuló la idea de que con ella se adquirían propiedades animales, se recriminó el uso de niños para el transporte del fluido, es decir de la propia vacuna, aparecieron temores de los efectos secundarios e incluso se acusó a la Corona del uso de la vacunación para censar a la población y luego cobrarle impuestos. A pesar de todos los reparos, la vacuna contra la viruela se considera como uno de los grandes adelantos en la historia de la salud. Jenner pasó como uno de los científicos más trascendentales en la historia de la ciencia y la vacuna ha salvado millones de vidas.

La historia se repite en esta pandemia. A partir de la crisis sanitaria, el nivel de urgencia era extremadamente alto. Se necesitó que la ciencia trabaje a toda máquina, y así lo hizo, pues en aproximadamente año y medio, se crearon las vacunas en varias marcas: Moderna, Pfizer, AstraZeneca, Sinopharm, Sputnik V, Cansino, Janssen, y otras, por medio de las cuales se espera obtener la inmunización de la mayor parte de la población.

Ahora que ya se tiene la vacuna, en distintas latitudes del mundo se han gestado movimientos antivacunas, con una serie de argumentos de lo más diversos. Hay quienes tienen una serie de explicaciones que dan cuenta de otro tipo de conocimiento. El mismo que ha sido poco estudiado y que la ciencia debería dialogar y alimentarse de él, con el único propósito de seguir avanzando.

Sin embargo, existen otros argumentos, resultado de montón de información falsa que ha circulado por las redes, sin ningún asidero científico. Se ha dicho que la vacuna causa esterilidad, que por los componentes con los que está fabricada, uno adquiriría propiedades lobunas, etc. O que la vacunación incluía el colocado de un microchip, con motivos de control. Nada de esto se ha comprobado.

Lo que sí está comprobado es que hasta el momento no conocemos el caso de un fallecido por causa directa de la vacuna. Las cifras y la observación nos arrojan datos de que la tasa de mortalidad ha bajado drásticamente. Y que los pacientes que en esta ola han necesitado de unidades de terapia intensiva, en su mayoría eran los que no estaban vacunados.

Algunos antivacunas, invocan que la vacunación debería ser un acto de elección personal, sin obligatoriedad. Sin embargo, el ser humano es un ser social por excelencia y está en permanente contacto y relación con los otros, por tanto, el riesgo de contagio es grande y la responsabilidad de cada uno con una comunidad, también.

Pese a todos los reparos y oposiciones, gracias a la vacunación, el riesgo de hospitalización con la variante ómicron se ha reducido a la mitad. Si bien es cierto que esta variante es la más contagiosa hasta el momento, también es menos mortal. La letalidad ha disminuido en un 90%. Y podemos decir, que hemos dejado atrás el escenario desolador de colapso de los hospitales, movimiento sin cesar de ambulancias, unidades de terapia intensiva desbordadas, cadáveres apilados, en fin, un escenario de crisis sanitaria que nos tocó vivir como humanidad en los primeros meses de esta pandemia. A este cuadro, se sumaron las políticas de bioseguridad, más implacables y duras en algunos países que en otros: cuarentenas rígidas, toques de queda. Por unos meses, parecía que el planeta se había parado, había entrado en pausa, pues estábamos encerrados. Sin duda el virus de la Covid-19, ha trastocado varios aspectos de la vida. El logro de la ciencia es haber dado soluciones en pleno acontecimiento.

Ciertamente, la ciencia no está completa ni terminada. Siempre surgirán nuevos problemas que den pie a nuevas preguntas y respuestas. Así, en este movimiento incesante de nuevas interrogantes, y respuestas es como se ha ido avanzando. Seguro que la ciencia nunca nos brindará todas las soluciones, pero intenta dar calidad en las respuestas y descubrimientos.

Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga

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