“Cómo llegaron las cosas tan lejos, no lo sé, fue todo tan desafortunado, tan innecesario, Tataglia perdió a un hijo, y yo perdí un hijo, estamos a mano, y si Tataglia acepta, estoy dispuesto a que las cosas sean como antes”, señala Vito Corleone en la película El Padrino.
En la trilogía cinematográfica de El Padrino, cinco familias que encabezan la mafia de distintos territorios de EEUU, se enfrascan en una refriega sangrienta, Don Vito Corleone y Tataglia, son dos de los principales jefes que asesinan a sus hijos mutuamente. Luego de este suceso, se inicia una larga guerra entre bandas, don Vito Corleone cansado de tantas muertes, reúne a los jefes de la mafia con las que pactará la paz, renunciando a vengar a su hijo asesinado y accediendo a compartir sus influencias políticas y judiciales, decidiendo además permitir el tráfico de drogas, con tal de lograr la paz entre la mafia.
En la negociación entre las familias mafiosas es común el “ojo por ojo y diente por diente”, y el “estamos a mano”, después de mucho derramamiento de sangre. Asimismo, siempre existe la susceptibilidad del rompimiento de la paz en cualquier momento para volver a la venganza. En una de las escenas centrales, don Vito Corleone apunta: “Renuncio a la venganza de mi hijo asesinado (el mayor), pero tengo motivos egoístas: mi hijo menor, debo hacer arreglos para que regrese a salvo. Limpio de esos cargos falsos, pero soy un hombre supersticioso, si algún lamentable accidente le ocurriera, si acaso recibiera un tiro en la cabeza, o acaso se estrangulara en su celda, o es alcanzado por un rayo, entonces culparé a varias personas de aquí, y eso no lo perdonaré. Pero aparte de eso, quiero decirles que juro por el alma de mis nietos, que no seré yo quien viole la paz que se ha logrado”. Y la escena finaliza con el abrazo entre los mafiosos que se mataron los hijos.
En la mafia, en los carteles, en el crimen organizado, en las pandillas y grupos irregulares donde cunde la delincuencia y la revancha, la lucha por el poder, por manejar y controlar determinados territorios, “pagar con la misma moneda”, por medio de la venganza, es común y un modus operandi. Igual que en la mafia de nuestra historia, la clase política —a toda costa y a cualquier precio— se venga, usa la política como escarnio, y hoy como instrumento de amedrentamiento.
Cual “padrino” de la mafia local, vimos proceder al caudillo que con angurria por el poder se aferró a la silla presidencial burlando el principal pacto social que tenemos: la Constitución. Eso ocasionó la crisis de 2019, el enfrentamiento y la muerte de bolivianos. La obsesión por ser “el padrino”, el que controla todo, el insustituible, sin quien la luna y el sol se ocultarían y dejarían de existir, produjo derramamiento de sangre y luto.
La mafia política del país, compra jueces, fiscales y políticos para encarcelar a quien le venga en gana, atentando contra los derechos humanos. La expresidenta Áñez está presa preventivamente, violando el derecho a su integridad física y psicológica y a defenderse en libertad. Esa mafia, toda de machos, ultraja a una mujer, y hace uso de cualquier recurso para escarmentarla, y no descansará hasta matarla. Los mafiosos nos muestran el poder que tienen y de lo que son capaces de hacer. El dictador genocida, Luis García Meza se pudo defender en libertad y con todas las garantías constitucionales. Resulta irrisorio que en un Gobierno que se dice de izquierda, revolucionario y defensor de los derechos humanos y de las mujeres, se vulneren de una manera cruel y cínica los derechos de la expresidenta.
Áñez intentó quitarse la vida en su celda, y de manera cobarde, unos machos comentaron que solo se provocó algunos rasguños en los brazos, y no había de qué preocuparse. Hubo otro que señaló que lo hizo para llamar la atención y un diputado masista dijo que había que tratarla como una asesina. Todos hombres, todos machos, todos abusando de su poder.
Áñez es el chivo expiatorio, detrás está el defenestrado, el Ministro de Justicia, el de Gobierno, jueces y fiscales, todos varones, todos machos. Brillan por su ausencia otros machos, jefes y militantes del partido de Áñez, o quienes participaron de la reunión en la Universidad Católica. Camacho ya no quiere entregar ninguna carta por ella. Todos machos, se encubren y terminan ensañados contra la expresidenta que merece un trato más humano para defenderse en libertad, por ser mujer boliviana, por no haberse fugado sino más bien por haber afrontado una situación de crisis y anomia causada por el macho alfa.
Si es que como don Vito Corleone nos preguntamos ¿cómo llegaron las cosas tan lejos?, es porque todos lo permitimos.
Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga