Es una sensación más que una impresión: Hay calma chicha en Las Bolivias.
Sin viajar en el tiempo de la memoria muy atrás, entre 1983 y 1985 el país se conmocionaba por reclamos sindicales y marchas permanentes: Las Bolivias (la de Occidente sobre todo por la crisis de la minería pero igual era para todas) entraban en la peor hiperinflación de su historia. Malos manejos gubernamentales —desde el boom de los años 70—, un país rentista monoproductor (extractivista y “colgado” de las Bolsas ajenas); reclamos populistas y decisiones también populistas —“para salir del paso”— hundían a Las Bolivias… y la gente de a pie lo sabía —los políticos también— y protestaba: ¡vaya cómo protestaban! Pero las soluciones allanaban más el camino al desastre. Guardemos un poco más este recuerdo.
Después, cura “salvaje”: el 21060. Liberal a ultranza —la paradoja es que la hizo un nacionalista de izquierda anticapital de 1952— (no fue neoliberal: eso fue el ciclo después), reencauzó el país con mucho sufrimiento y protestas; muchas protestas y marchas nacionales. Pero su arma (el 21060) ni los neomarxistas (perdón Frahid) sociatas 21 lo desecharon: como malla, como lycra sirvió para muchos, más estirada o menos se la adaptaba.
Y el período del Plan de Todos, la Participación Popular (acabó con el baldón de los municipios olvidados), las AFP, la Capitalización… la odiada Capitalización. Claro que entraron muchas inversiones que permitieron el derroche gargantuélico después…pero esa era una historia “para más adelante” cuando las “nacionalizaciones” (léase “cambios de contratos”) dejaron felices a las empresas extranjeras con los nuevos “costos recuperables” sin necesidad de invertir y el boom de súper precios (como en los 70 pero más) inundó el país y la política.
Las Guerras del Agua, la Guerra del Gas…, las protestas y bloqueos que vinieron después y confluyeron en la crisis de 2003. La gente protestaba y el país todo era un permanente hervidero de protestas.
Por eso ya en finales de 2005, la gente no aguantaba más protestas y socialistas, guevaristas, castristas (no confundir entre sí), comunistas “reales” y neocomunistas, estalinistas y maoístas, ilusos (aquellos que creían en un “socialismo democrático” que los tanques rusos aplastaron en Praga) más hasta centristas y apartidistas e incluso de derecha (quizás algún adenista se atreva a decir: ¡Yo no!, porque otros sí se subieron al desfile) votaron por “un” Cambio (no bloqueos, no Guerras, no Marchas) y Quiroga, que regresó para ganar elecciones, se quedó —como en los años siguientes— con las ilusiones.
Marchas y protestas seguidas también en 2007 por los “2/3” y en 2008 (masacre de Porvenir) y 2009 (la del Hotel Las Américas y el final, entre violento chantajeado, de la Media Luna con mucho de irresponsabilidad y miopía política propias)… La Marcha por el TIPNIS de 2011 y su violenta represión fue como el cierre del ciclo que hemos recorrido.
Después, el “Bolivia Dice NO” y el 21F que volvió a movilizar a ilusiones en todos —y la Constitución no se cambió pero “se metieron por la trastienda” con un TCP pagando favores—; seguido, entre fines de 2017 e inicios de 2018 las crecientes protestas contra el Código penal “Morales” llevaron al gobierno —en voz de Evo— al culipandeo de “no abolirlo” y terminar aboliéndolo.
Y el fraude de 2019, sacó a todos a las calles: como no había pasado, el país se paró en seco. Y Evo trató de amainar la crisis; quiso aguantar el poder; buscó mediatizar para seguir; pero, al fin muy pronto, salió huyendo (como en “su” Marcha dos veces y ahora en Tarija).
Ya todos sabemos qué siguió. Y llegó el 2022 y Santa Cruz se plantó por el manoseo del Censo (ya he dicho siempre mi opinión de la inefectividad del paro) y recibió mucha solidaridad de todo el país… verbal, no efectiva, no comprometida.
El último round de protestas fue cuando el secuestro del Gobernador de Santa Cruz. Fue corto. Con él se apagaron las protestas, las marchas; quedaron solas las consignas.
¿Se protestó por los resultados del Censo? Muchas opiniones, ninguna acción en ninguna de Las Bolivias. Acá contemplamos cómo se quieren matar el Evo y el Lucho… pero nada más. Las oposiciones (que pudieron tener mucha fuerza en la Asamblea pero, con escasas y notables excepciones, sólo fueron ojerizas) hablan de unidad pero —escasas excepciones de nuevo— “que sean detrás de mí”. La celda de Camacho se parece cada vez más a las peregrinaciones a la Meca —van en procesión perdedores de muchas veces: las derrotas de cada uno las reconté en mi anterior columna—, porque muchos políticos (tras la foto en medios y por los presuntos votos) se acuerdan de quien no se acordaban. (Hasta ahora no hubo visitas a Añez, ¿las habrá cuando otras no den ya votos?).
Calma chicha. El peligro es que la gran tormenta viene después de la gran calma. O eso dicen los que saben de mar, porque acá lo perdimos.
El autor es analista y consultor político