“Bolivia se nos muere”, fue la frase que resumía el discurso del 29 de agosto de 1985 del entonces presidente Víctor Paz Estensoro cuando que anunciaba que se aplicaría el Decreto Supremo 21060 ante la crisis económica que atravesábamos.
La hiperinflación y la caída de los precios de los minerales en el mercado internacional produjeron el peor déficit en los años 1984 y 1985. Es así, que se decide reducir casi a la nada la Corporación Minera de Bolivia (Comibol). El modelo que se aplicaría planteaba la privatización y la liquidación de la minería estatal.
Este decreto es el corazón del neoliberalismo en el país y marcaría un giro en la política económica aplicada en Bolivia. “El tiempo dirá si estuvimos a la altura del desafío o contribuimos a profundizar la desgracia de más de seis millones de bolivianos”, continuó Paz Estensoro en su discurso. El neoliberalismo duro, craso, entraba en el país para quedarse y hacer de las suyas.
El neoliberalismo, como ideología, supone políticas económicas que asaltan al Estado, lo reducen y lo debilitan. Favorece a los sectores más ricos, va contra los pobres, los trabajadores y contra el Estado democrático-social. En él resulta utópico alcanzar la complementariedad entre mercado y Estado. La idea de un mercado autorregulado no puede darse sin que éste aniquile físicamente al ser humano y transforme su medio ambiente en desierto. Es decir, destroza lo esencial de la vida. Cuando se deja que el mercado se autorregule, éste desprecia los valores fundamentales como: la libertad, la justicia, la protección del medio ambiente.
El neoliberalismo en el país buscaba un Estado mínimo que no se encargue de la producción de determinados bienes, como el estaño, cuyo precio se había desplomado. La medida más cruenta del neoliberalismo es el desmontaje del Estado social, o sea, el sistema de protección a través del cual se busca corregir la ceguera del mercado en relación con la justicia social.
Es así, que más de 20.000 mineros fueron despedidos de sus fuentes de trabajo. Un despido masivo nunca visto, con consecuencias sociales dramáticas. Y que se constituyó en la estocada al movimiento obrero y vanguardia proletaria.
Un año después de aquel fatídico discurso de Paz Estensoro, entre el 21 y el 28 de agosto de 1986, se llevó a cabo la Marcha por la Vida, que pedía la abrogación del D.S 21060. Los mineros se lanzaron en una marcha a pie desde las minas, con el propósito de llegar hasta el corazón del poder, La Paz. No lograron su cometido, fueron interceptados y rodeados por las fuerzas militares en Calamarca a 67 kilómetros de la sede de gobierno. Allí, sus líderes deciden disolver la marcha pues se avizoraba una masacre.
Los mineros fueron condenados al éxodo dentro su propia patria. Fueron diseminados y ocuparon territorios nuevos. La marcha de 1986 fue un grito desesperado, tratando de evitar el cierre o reducción de la Comibol. Trabajadores que veían en riesgo su propia subsistencia.
A 38 años de la aplicación del neoliberalismo, el modelo económico de corte extractivista se ha intensificado, especialmente en el sector minero que acoge a la inversión extranjera y a la acumulación privada del capital. De esta manera, los ríos, la Amazonía, los pueblos indígenas que viven en ella, están siendo amenazados. Y junto al empleo informal, la pobreza, Bolivia se nos muere.
La autora es socióloga y antropóloga