Desde que el Movimiento al Socialismo (MAS) asumió el gobierno, el 2006, la constante ha sido el esfuerzo por constituir un proyecto estatal-nacional asentado grandemente en la delincuencia. Los “teóricos” de este partido descubrieron muy pronto que la delincuencia no es sino un mecanismo extraeconómico para la rápida acumulación de capital, en beneficio de los sectores sociales emergentes, particularmente campesinos, clases medias marginales, contrabandistas, grandes gremialistas, trabajadores mineros, entre otros. Una de las principales condiciones de posibilidad, para el proyecto intentado por el MAS, estuvo dada por la crisis ideológica (vigente aún) del movimiento popular internacional y nacional.
En los tiempos que corren, la coyuntura queda marcada por la evidencia internacional de la protección estatal en Bolivia, al narcotráfico y por el servilismo mendigante del gobierno de Luis Arce, para con gobiernos totalitarios, delincuenciales y terroristas. Ello puso al descubierto, sin embargo, el agotamiento del Estado plurinacional como proyecto; intento estatal que sirvió de cobertura a su vez, a la propuesta delincuencial. La evolución de esta constante puede llevar al país a una situación similar a la que vive estos días la hermana república del Ecuador.
Comencemos señalando que la relación entre el narco Estado boliviano y el terrorismo islámico (representado para el caso por el Estado iraní) es ilustrativa de la historia de subordinación, en lo interno, a grupos delincuenciales y en lo externo, a regímenes totalitarios y corruptos. Por medio de ambos componentes (el narco Estado y el terrorismo islámico) de la problemática, se expresa el proceso histórico boliviano, así como las iniciativas geopolíticas de los gobernantes iraníes. Esta nuestra delimitación agrupa, pues, las razones que convergen en la relación apuntada.
El narco Estado boliviano es la manifestación de la historia de las últimas décadas del país; historia en la que destaca la constitución de un sistema de mediación prebendal y corrupto, entre Estado y sociedad. La conformación de este sistema de mediación en reemplazo del sistema de mediación democrática, corresponde a la concepción que el MAS tiene respecto del Estado. En la comprensión de este partido sobre el Estado, se entiende a éste como un instrumento con el cual, una vez apropiado, pueden impulsarse proyectos de grupos, sectores sociales o en último término personales.
A esa concepción instrumental del Estado le añadió el MAS el contenido delincuencial de su proyecto político. ¿Por qué? Debido a la necesidad de acelerar el proceso de conformación de las nuevas élites dominantes, capaces de rivalizar con las élites consideradas tradicionales. Así, el proyecto se asentó en la acumulación de capital por medios extraeconómicos, principalmente el narcotráfico, el contrabando, la comercialización de vehículos robados, etc.; además, claro, de otras prácticas como el cobro de millonarias coimas en ministerios, la compra de bienes fantasmas en gobernaciones, el desfalco de instituciones públicas. El contenido delincuencial que las gestiones de gobierno del MAS impulsaron desde el 2006 tiene su justificación primera y última en tales peregrinas ideas. Con ellas, se supone, este partido estructuraba su “estrategia” política.
Por otro lado, señalemos que la experiencia que el MAS representa forma parte de una corriente internacional más amplia, de la cual participan organizaciones tales como el PT de Brasil, el kirchnerismo argentino, entre otros. Todas estas organizaciones se hallan agrupadas en el denominado “Foro de San Pablo”, en el que comparten similares proyectos corruptos y delincuenciales, así como las mismas coartadas que las justifican. La razón suprema, para este Foro, no es otra que el oponerse al imperialismo y a los Estados capitalistas, en particular Estados Unidos (EEUU). Este mamarracho de antiimperialismo de la izquierda delincuencial del Foro de San Pablo se completa con la desinstitucionalización de sus respectivos aparatos estatales.
Además del contexto regional, otros intereses internacionales se mueven tras y junto a la izquierda delincuencial del continente y específicamente, del boliviano MAS. Entre tales nuevos intereses se encuentran los geopolíticos del Estado islámico iraní. Este país se caracteriza, en lo interno, por el terrorismo de Estado en contra de su población, en particular en contra de las mujeres. En lo externo se destaca por su complicidad con regímenes igualmente totalitarios y corruptos, así como por el apoyo a grupos terroristas islámicos. Bolivia figura, en el radar de los intereses iraníes por haber alcanzado, de la mano del MAS, el estatus de narco Estado. Esta carta de presentación bastó para que el país ocupe, en la versión del islamismo iraní, el papel de peón.
Algunos Estados islámicos no son ajenos al narcotráfico (el Estado islámico afgano es un verdadero paradigma en ello), a fin de hacerse de una fuente de financiamiento para disponer de recursos económicos lejos del alcance de los controles financieros internacionales. Por supuesto que el disponer de mayores recursos no es un fin en sí mismo, para el régimen de los Ayatolas. En todo caso, aquellos recursos oscuros sirven para que, por debajo de la mesa, puedan apoyar a grupos terroristas islámicos afines a Teherán y -lo que otorga mayor sentido- robustecer de esa manera su proyección geopolítica. El narco Estado peón del MAS tiene pues múltiples usos para el gobierno iraní y ningún beneficio para Bolivia.
Queda claro, para la historia contemporánea nacional que, habiendo llegado el proyecto delincuencial a sus límites, asistimos, en lo externo, a su complementación con la función de soporte al terrorismo islámico. En lo interno, el agotamiento del proyecto ha avivado la pugna interna en el MAS, entre la fracción de Evo Morales y la de Luis Arce. La reyerta entre ellos es por dilucidar cuál de esas fracciones conducirá, lo que todavía queda del proyecto delincuencial.
Más allá del narco Estado, de la corrupción generalizada en virtualmente todas las instituciones estatales, sin embargo, subsiste una enorme parcialidad social, representada por la ciudadanía democrática, dispuesta a inviabilizar esa pretensión. Es esta parcialidad y su convocatoria nacional democrática, la que ha puesto en evidencia, desde hace más de una década y media, el carácter totalitario y delictivo del MAS. En ello no hablamos solamente de una constante democrática sino, a la vez, de la acumulación lograda con la defensa de la democracia, a lo largo de este tiempo. En este sentido, no cabe duda que de esa acumulación lograda depende, tanto la cancelación del narco Estado en lo interno, como la recuperación del ejercicio de la soberanía como Estado democrático, en lo externo. Así las cosas, diríamos que el realineamiento democrático nacional comienza ya a mostrarse como un hecho irreversible.
El autor es sociólogo y escritor