Hace 199 años cuando se consolidaron los derechos de libertad de los ciudadanos revolucionarios asentados en los territorios del Alto Perú, jamás a nadie se le hubiera imaginado que casi dos siglos después Bolivia seguiría siendo un país pobre, subdesarrollado, casi inviable para unos y devastado para otros.
Al margen de los juicios de valor, nuestro país está sumamente dolido por no poder consolidar una integridad nacional, una doctrina nacionalista de libertad, una identidad única y un territorio articulado que, sobre todas las dificultades o diferencias, se consolide en un Estado-Nación con el que todos nos identifiquemos y destaquemos ser bolivianos antes de protegernos bajo una identidad departamental.
Seguramente los proceres de la independencia desde sus tumbas se hacen pesar habernos dejado elegir nuestro futuro porque el egoísmo, la envidia, la mezquindad, la mediocridad y los círculos nefastos organizados se han consolidado a través de los años de nuestra historia, donde además en los últimos 18 años solo hemos proliferado en las diferencias, la discriminación, la ausencia de valores éticos y morales, el asalto indiscriminado a los recursos del estado, la corrupción, la desinstitucionalización generalizada e incluso las arbitrariedades en el sistema financiero, para no emitir otro calificativo más duro.
Hoy la historia nos reprocha la cantidad de pésimas decisiones que se han tomado en el país como esperar que el pueblo disfrute del carnaval, para después hacerle conocer que las tropas chilenas nos habían invadido, pero lo más dramático ha sido gastar tanto dinero en una representación de incapacidad para defender en la Haya una consigna política sin argumentos contundentes con lo que perdimos la última de las batallas para al menos tener una salida al mar y les dimos en bandeja de oro una determinante victoria preparada por los propios bolivianos y algunos otros extranjeros participantes. Esto ameritaba un juicio y una sanción de por vida a quien conducía el país y a todo su sequito.
La presencia en América del Sur de un país que hoy da oportunidades a empresarios bolivianos para desarrollar y consolidar sus inversiones, nos da vergüenza; porque apreciamos que así consolidan su demostración de lo que significó para ellos la absurda Guerra del Chaco y sin duda amargan a los grandes hombres como Bilbao Rioja, Marzana, Jordán, Pabón y Rodríguez entre otros, que mostraron su dignidad para defender a un “pueblo enfermo” contagiado de los peores males como la mezquindad y el antipatriotismo.
Pero éramos según el Gobierno, el país con la menor inflación de Sud América y seguramente estábamos entre los primeros en el mundo en este indicador económico, así como lo estamos en lo ilícito y gracias a esto algunos periodistas internacionales defensores de las devastadoras corrientes del socialismo del siglo XXI destacaban y se preguntaban cómo se ha aplicado la ciencia económica para lograr esta hazaña técnica en un país con una economía miserable. Que poca imaginación, conocimiento, deducción, ignorancia o engaño de esos columnistas, analistas y opinadores. Supongo que estarán convencidos que se equivocaron y que el modelo ha fracasado porque la realidad muestra otros números y hoy la gente está sintiendo en carne propia el efecto de los tres temas más críticos, la falta de dólares, la falta y los precios de los carburantes y el incremento de los precios de todos los artículos de la canasta familiar y de todos los otros que circulan en la economía. Esperemos que la inflación no sea el gran bumerang y el entierro de quienes gobiernan.
Bolivia se encuentra asumiendo las consecuencias de la Constitución Política del Estado Plurinacional, que fue una imposición del Socialismo del Siglo XXI y se puede ser determinante al decir que desde sus inicios ha sido violada por quienes fueron los que la “propusieron o promovieron su aprobación” en circunstancias todavía cuestionadas en una escuela militar donde paralelamente se realizaba la masacre de la Calancha en Sucre y que posteriormente en Oruro contando con el beneplácito de los opositores, se aprobaron temas indignantes que pese al último intento no se pudo lograr la reforma de los artículos vinculados a las elecciones judiciales y otros que benefician a los gobernantes en prejuicio de la población. Había una consigna, la destrucción de la institucionalidad en nuestro país y como una prueba de ello basta con mirar el comportamiento de los jueces al servicio de los gobernantes. Esperemos que entre los elegidos este pasado 15 de diciembre existan ciudadanos honestos y consecuentes con su profesión y con su conciencia.
Lo que pasa en nuestro país es preocupante pues parece no interesarle a nadie, nos volvimos conformistas y mientras podemos seguir con nuestras actividades a nivel personal nuestra pasividad nos ha copado. Sin embargo, no hemos dejado de sorprendernos al conocer los acontecimientos de las últimas horas donde los líderes políticos de cuatro agrupaciones han sido protagonistas al firmar una alianza para enfrentar juntas; con un solo candidato, las elecciones de 2025. Adicionalmente horas antes una misma agrupación ciudadana y dos fuerzas políticas también mostraron su compromiso para buscar mejores días para nuestro país. Confiemos que esta esperada unión por la democracia, la libertad y la esperanza consoliden esa gran necesidad de transformar Bolivia en busca de un futuro de crecimiento y desarrollo para convertirnos en los verdaderos articuladores de los países de américa latina, pues geopolíticamente somos el centro, el corazón de la integración de nuestro continente.
La pregunta final es ¿están conscientes de que no deben repetir los errores del pasado? Asumo que sí y como sabemos estarán en reuniones permanentes buscando llegar a acuerdos específicos sobre todo lo que se deba hacer en nuestro país. Ahora a confiar que el Todopoderoso los guie, consoliden y amplíen su fuerza en un solo frente con un solo candidato. Recordemos que es Presidente de Argentina dijo en una de sus intervenciones públicas algo como “Lo importante es unirse para derrotar a los izquerdosos y después nos sentamos a ponernos de acuerdo sobre nuestras diferencias.
El autor es administrador de empresas y catedrático emérito de la UMSA