La crisis económica constituye el trasfondo sobre el que se desarrolla el proceso electoral argentino. Es verdad, pero, que no constituye la única manifestación de la crisis. Junto a ella también debe mencionarse la crisis social e incluso ciertas expresiones, a nivel de la sociedad, de un estado de crisis política. En este contexto conviene considerar las tres candidaturas en competencia: la de Javier Milei, la de Patricia Bullrich y la de Sergio Massa, actual ministro de Economía.
Una primera consideración de las elecciones del próximo 22 de octubre se refiere a los enfoques que presentan las diversas candidaturas, para afrontar la crisis. Esos distintos enfoques, claro, también se refieren a las perspectivas que podrían tener la propia crisis y la sociedad argentina. En torno a estas dos consideraciones generales desarrollaremos las siguientes líneas, puntualizando que los distintos enfoques se refieren a la manera de afrontar la crisis por un lado y por otro, al estado de los sectores sociales, con los que tratan de entrar en sintonía. Desde ya, la diversidad de enfoques abarca, a la vez, posibles perspectivas tanto internas como externas.
Lo primero que destaca es que no todas las ofertas electorales pretenden abordar la crisis, primordialmente desde el ámbito económico; aun siendo éste el campo en el que con mayor notoriedad se manifiesta. De hecho, podrían clasificarse los enfoques, desde la perspectiva que asumen, en económica, política y una suerte de hibridez, que trata de situarse en medio de ambas. Esta clasificación no quiere decir que un enfoque excluya las otras consideraciones de la crisis, sino que elige, para abordarla, un espacio determinado, en el que se manifiesta la crisis: la economía o la política.
Javier Milei -candidato ultraliberal- apuesta a la economía como la panacea para enfrentar la amplitud de la crisis. Es inocultable que las reformas económicas que propone (la dolarización de la economía, el retiro argentino del Mercosur, la abolición del Banco Central, entre varias) suponen una correspondiente visión política. Más allá de la hecatombe social que la aplicación de tales reformas provocaría y el uso de la fuerza pública para controlarla, el modelo radical de libre mercado de Milei es, de suyo propio, autoritario. Lo es, porque entre sus fundamentos doctrinales destaca el desconocimiento a las necesidades sociales como derecho. No basta decir, para ello, que las necesidades son infinitas, mientras que los recursos para satisfacerlas, es decir los soportes para respaldar el cumplimiento de tales derechos, son limitados.
No es suficiente porque, si de tomar el toro por las astas se trata, tendríamos que comenzar cuestionando el principio angular, monoteísta, que ha orientado, desde muy lejanos tiempos, a lo que hoy por hoy conocemos como pensamiento occidental; y dentro del que destaca el extremismo liberal. Nos referimos al pensamiento monoteísta, cuyas raíces pueden encontrarse en el antiguo Egipto y pasan por el imperio romano, la edad media, la modernidad, hasta llegar a nuestros días. El principio monoteísta, a la vez, ha organizado todo: al Estado, la economía, la política, etc., y se expresa en la irresuelta (para la perspectiva monoteísta) contradicción entre la individualidad y la colectividad, entre lo privado y lo público.
El surgimiento de la categoría “lo público” -de donde se desprendieron durante la segunda mitad del siglo XX los derechos colectivos- ha requerido de la humanidad al menos los últimos cinco ciclos. Es válido pensar, en este sentido, que algunos de sus presupuestos nacieron de las corrientes humanistas del siglo XV. Los derechos sociales devienen, pues, en esfuerzos no clarificados, por compatibilizar lo individual con lo colectivo, lo público con lo privado. En este contexto no importa, incluso, que tales esfuerzos den la espalda al pensamiento animista, es decir al pensamiento de la dualidad complementaria, asentado en el reconocimiento de la dignidad de los sujetos que conforman la diversidad.
Patricia Bullrich, también representante del pensamiento liberal, sitúa el ángulo de su enfoque para encarar la crisis, en la política; lo cual resulta más realista. Lo es, debido a que la importancia de la política, o esa de una sociedad políticamente organizada (cuya expresión es el Estado), tiene el mismo nivel de importancia que la economía. Es absurdo pensar que el Estado pueda no estar presente en la economía, como se imagina el extremismo liberal. El Estado se encuentra presente, incluso cuando no gerenta ninguna fábrica, ningún comercio, ningún servicio, por el simple hecho que del Estado surgen las normativas para el juego económico y el mercado. Además de ello, es por medio del Estado (entendido ahora no como la simple materialidad institucional sino como el espacio de relaciones sociales) que se crea una atmósfera determinada, que puede ser favorable o desfavorable para la economía y el mercado.
En este orden tiene sentido recomponer el ordenamiento político, la atmósfera requerida tanto para la seguridad jurídica, la libre competencia, el derecho de asociación colectiva no prisionera de la mafia sindical y la prebenda gubernamental. El respeto al estado de Derecho abarca tanto los derechos individuales como los derechos colectivos y supone la reconstitución de las mediaciones democráticas, sustituidas en la sociedad argentina por mediaciones corruptas, prebendales. Así, la recomposición del ordenamiento político institucional puede entenderse como la recomposición del espacio en el que la sociedad pueda discutir, oponerse y consensuar las políticas de la reforma requerida.
Por último Sergio Massa, actual ministro de Economía y a la vez candidato peronista, expresa el habitual pragmatismo de su fuerza política. A ello sumemos la lógica delincuencial propio del kirchnerismo y de la izquierda latinoamericana de principios de este siglo XXI y tendremos las razones profundas de esta candidatura. Resulta claro que lo principal, en este caso, no es el de continuar con el proyecto planteado por el propio Néstor Kirchner, continuado por su viuda, Cristina y seguido, pese al ya inocultable fracaso, por el actual gobierno de Fernández. De lo que se trata es de reacomodarse, en el nuevo contexto, preservando la vigencia del estatuto de fuerza política importante. Lo irónico es que esta misma lógica se reproduce al interior del peronismo, entre el kirchnerismo y los otros sectores en pugna.
Para concluir digamos que los distintos enfoques ofertados al electorado se presentan en un contexto social específico. En éste destaca el descrédito de la “clase política”, tanto de izquierda como de derecha. Milei se asienta principalmente en este desánimo, cercano a la desesperación. También, pero, destaca en el contexto social la presencia de un núcleo duro del peronismo, con el que cuenta Massa. Junto a ello, el bolsón de los empleados públicos (debido a la habitual empleomanía estatal) bien puede ayudar a constituir una base electoral del 30%, para el oficialismo. Decir, finalmente, que Bullrich se mueve entre el electorado de rechazo al actual peronismo gobernante y el rechazo al extremismo de Milei.
Es de prever, por ello, que la disputa electoral se concentrará, en el fondo, por tratar a ingresar a la segunda vuelta electoral, prevista para el 19 de noviembre y no en sentenciar la suerte de estas elecciones en la primera vuelta.
El autor es sociólogo y escritor