El telón de fondo, que sirvió para que la comedia representada por Luis Arce Catacora y Evo Morales fuera presentada, está dado por el modelo delincuencial que el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) pretendió plasmar desde el 2006. La realidad de entonces a la de hoy se ha modificado, tanto en el plano interno como en el externo. Esa modificación histórica dificulta actualmente el desarrollo de tal proyecto. Desde ya, si el 2006, con los elevados niveles de legitimidad no fue posible hacer realidad el proyecto, hoy es, a secas, inviable. Ante ello, desde el pasado año, al MAS no se le ocurrió nada mejor que forzar una supuesta polarización política nacional, representada por la fingida pugna entre Arce y Morales, es decir entre un flanco y otro, del mismo modelo delictivo.
De esa manera, la “pelea” entre arcistas y evistas por encabezar la reposición del proyecto original no sirvió sino para testimoniar precisamente el derrumbe del proyecto. Este efecto, contrario al buscado, nos dice que la historia suele engañar, incluso a quienes se piensan como actores rectores de los procesos, por lo cual los hombres pueden ser actores inconscientes de lo que pretenden evitar. Por ello conviene reflexionar acerca de lo que implica -más allá de su falsedad- esa “pelea”, así como de lo que se encuentra debajo del significado de “abanderado”.
En el panorama político nacional, la supuesta pugna en el MAS no pasa de ser una comedia, con el fin de distraer a la opinión pública nacional de la persecución política, de la crisis económica, del narcotráfico y de la administración totalitaria del Estado. Esa comedia se ha plasmado en interpelaciones parlamentarias a ministros, cuyos resultados el gobierno (o sea una fracción del MAS) no acata, o en interpelaciones en las que la otra fracción del MAS (los evistas), luego de muestras de rabietas, termina “patrióticamente” respaldando las iniciativas de la fracción “adversa”.
De por medio se encuentra, claro, la prebenda. Ésta es tan generosa que también alcanza para beneficiar a la mafia sindical. Lo que en este caso queda al descubierto, es que, una vez destruidas las mediaciones democráticas incluso en los sindicatos, se las ha sustituido con mediaciones prebendales. Pero la prebenda, en rigor, no crea una mediación entre el Estado y la sociedad, sino una ligazón de complicidad, al interior del aparato estatal, entre corruptores y corruptos. Este tipo de mediación es, por supuesto, la menos fiable porque mantiene una sujeción según el volumen de la prebenda. Debido a ello, la lealtad deviene, aquí, en un elemento altamente volátil.
Junto a la “pelea” de las dos fracciones, los sinsabores que ella ocasiona pasan, finalmente, por el filtro del chantaje. Como en toda acción delictiva, en la lógica en la que se mueve el MAS en todos los escenarios, deben entenderse las presiones derivadas de la supuesta pugna como una suerte de meta-lenguaje: sirve para negociar beneficios, encubrimientos a hechos delictivos, para defenestrar a voces críticas, para repartir puestos de poder en el aparato estatal y/o sindical, etc.
Sin embargo de ello algo ha dejado esta puesta en escena de arcistas y evistas. Lo que en el fuego cruzado (con balas de salva, se entiende) se ha dejado en claro, es que en Bolivia se erige, con el MAS de Morales y Arce, un narco-Estado; es decir la disposición de una estructura estatal funcional al narcotráfico. Gracias a ella, Bolivia pudo, poco menos, inundar el mercado internacional con cocaína. Las pesquisas de organismos internacionales de lucha contra el crimen son de tal evidencia que nadie puede creer que las 17 toneladas de cocaína producidas en Sudamérica en la última década, lo hubieran sido en Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil, Venezuela, etc., países, todos ellos, en los que no se cultiva la hoja de coca.
Otro elemento que la “pelea” ha revelado, a pesar de sus protagonistas, es el deseo de unos y otros, por hacerse con el puesto de abanderado, para intentar recuperar la plenitud del proyecto delincuencial original. Pero se lo pretende hacer en condiciones históricas, internas y externas, nuevas.
En las pequeñas ideas de cada fracción en disputa por el puesto de abanderado, se piensa que sembrar en el partido, en el sindicato y en el Estado la “pelea”, es una buena iniciativa. La puesta en escena de la disputa debía servir para polarizar el debate política nacional en torno a arcistas y evistas. Total, de cualquier forma quedaría el país atrapado por el partido delincuencial. Sin embargo, la disputa no fue asumida por la sociedad. En ésta, el ancho segmento democrático, es decir la ciudadanía democrática, simplemente no cayó en la trampa.
Así las cosas, el país efectivamente se encuentra polarizado, pero entre la opción que el partido totalitario delincuencial ofrece y una voluntad democrática alternativa. En el interín de la puesta en escena de la comedia masista y su evidente inutilidad, se ha revelado, aún para los más incrédulos, el carácter abiertamente delincuencial, de quienes administran el Estado desde el 2006.
También para la comunidad internacional ha quedado en claro que el narcotráfico en Bolivia cuenta con protección estatal; y ante la opinión pública nacional resultan más que evidentes los actos delictivos, cometidos como prácticas poco menos que habitual, desde las más altas esferas del poder político: el desfalco al Fondo Indígena, las millonarias coimas en el ministerio de Medio Ambiente, la corrupción sin límites en ABC y un largo etcétera. Hoy en día nadie duda que instituciones tales como el poder judicial, la Fiscalía, la policía, no solamente son brazos operativos del MAS, sino que han desarrollado sus propias prácticas y lógicas corruptas.
Todo esto ya fue denunciado por la ciudadanía opositora a tanta mella a la dignidad nacional, hace más de una década y media, pero entonces, tanto en el plano nacional como en el internacional, prevalecía el criterio que se trataba de simples calumnias de la derecha, alimentadas por el imperio. El cambio de perspectiva es, pues, notorio y además saludable, para la recuperación de la democracia.
Lo es, además, porque a todo ello se suma el hecho que, a lo largo de este tiempo, el descuido de la administración estatal con sentido nacional ha generado un desgobierno evidente. Los efectos de ello lo siente el hombre de a pie, sea éste de las ciudades o del campo. En este punto las lealtades e identificaciones con el MAS comienzan a repensarse. Nace, en todas estas gentes honestas, también el sentimiento de rechazo a la delincuencia y su partido. Ello es algo que no puede ser desactivado ni por la prebenda, ni por la mafia sindical. Hablamos, en síntesis, del desgaste político del partido de Arce y Morales, así como del debilitamiento de una estructura sindical corrupta que hizo, de su dependencia al MAS, su modo de vida.
El autor es escritor y sociólogo