GONZALO ROJAS ORTUSTE
Acaba de conocerse el calendario electoral, con los consabidos plazos que desde la aprobación de la Ley de Organizaciones Políticas (LOP) viene presionando con fechas que pone en desventaja a la oposición en un juego de cancha inclinada y árbitro parcializado. Con la realización de esas singulares elecciones primarias, donde cada uno de los binomios inscritos no tenía contendores, y por tanto no había elecciones donde algo se elija, ha quedado imposibilitada para estas cruciales elecciones de octubre la conformación de alianzas.
Después de la catástrofe que significó al oficialismo la derrota del 21F para sus aspiraciones prorroguistas, es indudable que con la LOP, modificada a gusto del masismo, ha significado la piedra angular para viabilizar en el ámbito electoral la candidatura del binomio prohibido por el Art. 168 y el resultado vinculante e inapelable de la voluntad popular expresada el 21F. Porque la vergonzosa sentencia constitucional del dizque TCP no soporta el menor análisis jurídico para un cuerpo de individuos que deshonrando el mandato que los nomina custodios de la Constitución, la derogan en uno de los límites al poder político que toda legislación de Estado de Derecho democrático contempla. Y la impudicia del rimbombante TSE sólo cobró las renuncias de dos ciudadanas dignas que conformaban ese cuerpo colegiado, simplemente se apoyó en la apócrifa sentencia constitucional ya mencionada, ignorando su propio mandato y su propio desempeño como cabeza del órgano electoral y que no podía ignorar el mandato ciudadano ni sus consecuencias políticas.
Desde luego no son ellos los que tienen el monopolio de la impudicia en estos tiempos enrarecidos y en los albores de una tiranía. Ya han comentado las escandalosas declaraciones del funcionario de la OEA que visitó el país y participó en el lanzamiento de la campaña para reelegir a los candidatos prohibidos. Lo escandaloso no es que quisiera quedar bien con sus eventuales anfitriones –que no el pueblo boliviano- sino el tipo de argumentos usados, cuando en su momento él mismo expresó el valor inmodificable del voto popular y disponía y dispone de la impecable argumentación jurídica e histórica de la Comisión de Venecia que él mismo solicitara y se conoció en marzo del 2018. Ha ido tomando cuerpo la opinión de que el dicho funcionario está en búsqueda de un cierto quid pro quo en el tablero internacional que convertiría en tolerable al régimen de Morales pero no al de Venezuela. Aunque no suscribo tal perspectiva, igual nos toca enfrentar aquí la violación de una clara “línea roja” en el orden democrático.
De todas formas, y a pesar de estos valedores sin pudor, la conciencia democrática de amplios sectores de la ciudadanía del país reaccionaron demandando unidad de las fuerzas opositoras para, con una contundente victoria electoral, cerrarle el paso a los adictos del poder del oficialismo actual. Desde luego, no se trata de repetir “megacoalición” alguna. Se trata más una forma de entendimiento entre las opciones más apoyadas de la oposición, similar más bien a frentes nacionales que en otras latitudes y tiempos enfrentaron amenazas autoritarias. Porque estas no son elecciones normales y el régimen ha demostrado sin duda su tozudez para perpetuarse. Algunas fuerzas con poco apoyo en las encuestas ya han hecho conocer alguna disposición para “bajar” sus candidaturas, pero entre las más apoyadas más bien se percibe una rivalidad peligrosa. Porque ésta circunstancia, la de la competencia electoral, aún en sus abiertos desequilibrios, puede ser la última oportunidad ante un régimen que va perdiendo los pocos escrúpulos para guardar las formas que tenía.
Hay hasta mediados de julio la posibilidad de sumar en las listas a figuras políticas para puestos de senadores y diputados, donde haya campo a la renovación de edad y género, pero también campo para líderes con trayectorias valiosas. Ninguno la tendrá perfectas, pero sí meritorias en un ámbito que es altamente desgastante y por ello las dosis de generosidad y lucidez son requeridas. La ciudadanía hará su parte, concentrando el voto; pero deberá haber un centro alternativo de cómputo de votos de la mayor cantidad de mesas. Inclusive un nivel de entendimiento en circunscripciones uninominales también es posible con encuestas confiables en ese nivel de desagregación. No hay que ser funcionales a los aspirantes a tiranuelos.
Gonzalo Rojas O. es politólogo, coordinador del Doctorado Multidisciplinario de la UMSA.