ERICK R. TORRICO VILLANUEVA
Si hubo alguien que examinó con rigor los trayectos y avatares de la democracia boliviana desde el decenio de 1980, ese alguien fue Jorge Lazarte Rojas, fallecido el 9 de diciembre pasado.
Su labor en ese sentido estuvo marcada por un compromiso constante con la edificación y el necesario afianzamiento de la institucionalidad que requiere el sistema democrático, el cual no podía ser reducido, decía Lazarte, a una técnica de recambio gubernamental periódico, sino tenía que ser entendido como una “concepción del mundo” y un verdadero “código de comportamiento” colectivo.
De ahí que dedicara su trabajo intelectual a acompañar documentada, sistemática y críticamente los acontecimientos y procesos de la política nacional junto con los desempeños de los diversos actores involucrados en ella, así como a desplegar escenarios de futuro y a proporcionar líneas de orientación.
“La razón de ser del análisis es hacer inteligible la realidad, como primera función intelectual”, afirmaba Lazarte, quien de ese modo remarcaba el carácter académico de la tarea analítica. Por eso, agregaba, “Se analiza primeramente para comprender, no para cambiar”, sin que ello supusiera que se dejara de lado la prospectiva, el diseño estratégico ni la propuesta para la intervención.
Autor de múltiples escritos, sus libros referenciales son Movimiento obrero y procesos políticos en Bolivia (1988), los 3 volúmenes de Bolivia: Certezas e incertidumbres de la democracia (1993), Entre los espectros del pasado y las incertidumbres del futuro (2005) y Derrumbe de la “res-publica” (2008), en los cuales recorrió momentos clave del acaecer político del país para interpretarlos en su densidad y su significación históricas.
Lazarte reunía en sí condiciones fundamentales para llevar adelante un análisis pertinente de la coyuntura boliviana: había sido militante político y era poseedor de sólidos conocimientos teóricos y metodológicos en las áreas sociológica y política; disponía de un consistente bagaje en materia de historia nacional; manejaba información empírica apropiada que era capaz de traducir desde un enfoque cualitativo; fue un participante activo de la vida política, institucional y académica en el país; exponía ideas y conceptos con precisión; era perspicaz.
Su sentido crítico le permitía distinguir a un analista de la realidad de alguien que solamente opina o comenta sobre ella, sin aportar datos ni inteligibilidad, a la par que le autorizaba a cuestionar a ciertos “analistas” que más bien consideraba “militantes”. En esa línea, expresaba su preocupación por la inexistencia en Bolivia de una vida intelectual propiamente dicha –“en el sentido de intercambio colectivo, abierto y fecundo de ideas”– y señalaba con crudeza que “En su microcosmos, los intelectuales y analistas más bien parecen ignorarse mutuamente, cultivando secretamente sus envidias, particularmente de los recién llegados, hacia otros menos desafortunados, en un contexto social poco afecto al trabajo intelectual”.
Y otro factor que le inquietaba era el de los límites a que debía enfrentarse un analista en el país, provengan de la intolerancia social a las visiones contrarias o de la conducta refractaria de los tomadores de decisiones. Acerca de esto último, Lazarte manifestaba que “no basta con tener razón cuando son otros los que tienen el poder de decidir”.
Pese a ello, no escatimaba esfuerzos para contribuir con lecturas anticipatorias de lo que podría suceder o hacerse en el ámbito político en función de los hechos y tendencias de una determinada “situación actual” y de sus antecedentes.
Así, por ejemplo, ya en marzo de 2008 hizo una descripción adecuada del llamado Movimiento al Socialismo (MAS) que tenía entonces 2 años de estar gobernando: “no es propiamente un partido, sino un protopartido”, carece de estructura y tiene 4 tendencias internas (indígenas “históricos”, la “vieja izquierda”, “recién llegados de la clase media” y “reconvertidos de último momento”), “parece haberse preparado más para tomar el poder que para el ejercicio del gobierno”, tiene una “tendencia de controlarlo todo” que “es mucho más que autoritarismo”, busca “absorber a la sociedad desde el poder” y no hay en ese movimiento “la noción de Estado de Derecho ni una preocupación por el cumplimiento de la ley o la necesidad de promover una pedagogía por el cumplimiento de la ley”. Con estos elementos era dable anticipar que un agrupamiento con tales rasgos acabaría en una crisis o que, sumido en una como la vivida en octubre y noviembre últimos, iba a ser poco capaz de afrontarla con éxito.
La anticipación analítica es una clave de la acción política y ésta conlleva “una apuesta para hacer convertir en realidad la mejor o menos peor de las probabilidades” percibidas. Es claro, por lo sucedido, que el MAS nunca consideró diagnósticos ni previsiones de esta naturaleza.
Ahora que el país se encamina a recomponer su institucionalidad democrática, cómo no echar en falta la lúcida comprensión política y la visión anticipatoria de Jorge Lazarte Rojas. Sin embargo, no hay duda de que su obra y sus enseñanzas seguirán siendo fértiles.
Erick R. Torrico Villanueva es especialista en Comunicación y análisis político
Twitter: @etorricov