Para el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) no sirven los rodeos, en lo que a la defensa de su proyecto totalitario delincuencial se refiere. Consiguientemente, arremete contra todo lo que le resulta sospechoso de perturbar sus no santas actividades, como el narcotráfico, la comercialización de autos robados, el cobro de millonarias coimas en reparticiones públicas, etc. Entre estas actividades se encuentran también, claro, el atropello a los derechos de la ciudadanía, la persecución política, el linchamiento judicial a opositores políticos, dirigentes cívicos o simples ciudadanos honestos de a pie. Al propósito de la defensa del proyecto totalitario delincuencial responde el asalto de un grupo de vándalos allegados al MAS, hace más de un mes y medio, a las oficinas de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB), en La Paz.
Fue una sorpresa para el masismo, sin embargo, que desde el inicio del asalto Amparo Carvajal mostrara, pese a sus 84 años, una inquebrantable voluntad de defensa de la institución que preside. La fortaleza que alimenta esa convicción le viene de una larga historia personal de lucha por los derechos humanos. Desde ya, Amparo estuvo, junto a Luis Espinal y otros, entre los primeros que impulsaron la creación de la APDHB. Ella fue, también, una de las pocas personas que ayudaron y asistieron a los detenidos políticos, durante la narco-dictadura de Luis García Meza. La dignidad que hoy exhibe su lucha para recuperar las oficinas de la Asamblea, tomada por allegados al partido delincuencial, es expresiva de esa trayectoria.
Así las cosas, no resulta exagerado decir que, hoy por hoy, la rica historia nacional de defensa por la dignidad humana, la libertad y el respeto a la democracia, se expresa a través de esta mujer. Lo prevaleciente en todas esas historias es la fidelidad a principios y valores, relacionados a la defensa de los derechos humanos. En este sentido, lo que tenemos en el actual conflicto, es el choque entre la dignidad, los principios y valores, y un proyecto totalitario delincuencial. En la evaluación de este último, poco interesan los nombres de los operadores de los grupos vandálicos que asaltaron las oficinas de los Derechos Humanos.
En buenas cuentas, por tanto, a través de la historia personal de Amparo Carvajal continúan, no solamente las luchas sociales por el respeto a los derechos y la dignidad humanos, sino también el ejemplo y aporte de quienes sacrificaron su vida por ello; nombres como los de Espinal o Marcelo Quiroga Santa Cruz, forman parte de ese listado. Lo que esa historia expresa, además de principios, valores y consecuencia, es la manera en la que se ejerce la dignidad. Se trata de la coherencia entre lo que se pregona y lo que se hace, es decir entre los principios y valores que se dice defender y la manera en la que se lo hace.
Destacamos por ello la responsabilidad con la que Amparo ha asumido la defensa de las APDHB. Constantemente ella misma ha insistido en que, siendo la presidenta de esa Asamblea, tenía la responsabilidad de recuperar esas oficinas. La palabra “responsabilidad” es, por supuesto, ajena a la comprensión del MAS. Lo fue siempre; desde Evo Morales, Luis Arce, hasta el último funcionario de jerarquía así sea media, nadie, nunca, ha asumido responsabilidad alguna por hechos que denigran al país y de los que ellos son sus protagonistas. No lo han hecho ni lo hacen frente al desfalco de instituciones públicas, al tráfico internacional de cocaína (cuyos volúmenes nos hablan, siendo benévolos, de toneladas de dos dígitos) con evidente protección estatal, etc.
Le son extrañas, además de las palabras dignidad y responsabilidad, la honestidad que ellas conllevan. Honestidad para cumplir con la responsabilidad asumida y no fingir que se la cumple; este ardid es, por lo demás, un verdadero hábito altoperuano (aprendido durante la colonia) y tiene uno de sus puntos de referencia en el “se acata, pero no se cumple”. En este orden la honestidad supone ser honesto para con terceras personas, sí, pero también y principalmente para con uno mismo. Tampoco este supuesto pertenece al radar de comprensión del MAS; al menos a la luz de la corrupción institucionalizada, cuyos escándalos no tienen nada que envidiar a los protagonizados por Melgarejo o por cualquier narco-dictador.
Coronan el rosario de atropellos, la propagación de mentiras con las que se mantiene recluidos a presos políticos, como a la expresidenta constitucional Añez o al gobernador de Santa Cruz, Fernando Camacho. Por último, asumir una responsabilidad de manera honesta presupone consecuencia. No se asume una responsabilidad solamente hasta cuando ésta comienza a ser incómoda, sino hasta cuando se alcanzan los objetivos que tal responsabilidad conllevan.
Como vemos, la fuerza de Amparo proviene de las formas con las que esta luchadora vive los principios y valores de defensa de los derechos humanos. El conjunto de esas formas se puede resumir en el término “convicción”. La misteriosa fuerza (a los ojos del MAS, claro) que esta mujer de 84 años exhibe, pese al maltrato cobarde y miserable al que el gobierno la somete, es del todo superior al partido de los delincuentes.
Desde la perspectiva del MAS el asalto a la APDHB forma parte de su estrategia de blindaje, con miras a las elecciones del 2025. Vista la inutilidad, para atemperar su propio desgaste político, de la detención arbitraria de opositores políticos, los masistas se han fijado como meta controlar la Asamblea de los Derechos Humanos. Total, ya controlan la Defensoría del Pueblo; es un decir, porque el “Defensor” tiene tanta credibilidad como la tiene el MAS (aunque, al parecer, el único que le presta atención es el cónsul de España), al que obedece de manera incondicional, en pago por el cargo recibido.
Si los fantasmas del desgobierno, el narcotráfico, la persecución política, ya hoy tienen nerviosos a los masistas, imaginémonos los manotazos de desesperación que comenzarán a lanzar, a medida que pase el tiempo y nos acerquemos al 2025.
El autor es sociólogo y escritor