
Payasos por el ala izquierda: Andrónico, Eva y Eduardo. Por el ala derecha: Samuel, Tuto, Manfred, Rodrigo, Antonio y Jaime. La ciudadanía emite sus opiniones y hace vaticinios sobre estos payasos y sus payasadas.
Mientras tanto, las billeteras se vacían y sobrevivimos remando en barro pútrido. Barro que apesta a codicia y corrupción. El dinero se esfuma. Y pensamos qué haremos cuando todo esto pase.
Si es que pasa.
Porque cada vez que creemos que ya no podemos caer más bajo, caemos. Y vemos cómo nos encargamos de enterrar a la democracia.
A ratos la defendemos. Y luego todos los candidatos dan claras muestras de querer destrozarla, al igual que algunos ciudadanos. Especialmente cuando, según el politólogo John Keane, tanto éstos como sus representantes ignoran ciegamente la destrucción de la Tierra y la saquean despiadadamente.
Ese saqueo está provocando la desaparición de las abejas. El 20 de mayo se las celebra en conmemoración del natalicio del esloveno Anton Janša, pionero de la apicultura moderna.
Ojo: el 75 por ciento de los cultivos alimentarios del mundo dependen de la polinización que hacen las abejas. Estas —y otros polinizadores— contribuyen directamente a la seguridad alimentaria y son indispensables para conservar la biodiversidad.
Pero en el circo de Plurilandia, fanático del extractivismo y de la agricultura cargada de pesticidas, las abejas tienen pocas posibilidades de vida.
Más posibilidades tiene el litio, dicen.
Pero si algo hemos aprendido es que ninguna riqueza subterránea garantiza por sí sola desarrollo ni justicia social. Hoy, ante la fiebre mundial por minerales estratégicos, el país se encuentra en una encrucijada: repetir el ciclo extractivista o construir una economía nueva.
La transición energética global no es neutral. Mientras los países industrializados impulsan sus industrias verdes, el Sur Global queda relegado al papel de proveedor de materias primas. Bolivia, con una de las mayores reservas de litio del mundo, corre el riesgo de convertirse en un simple eslabón más de esa cadena global de dependencia. ¿Queremos exportar litio bruto como ayer exportamos gas? ¿O queremos soberanía tecnológica, desarrollo local y sostenibilidad ecológica?
Entre 2025 y 2030, Bolivia necesita mucho más que litio. Necesita ciencia, educación, planificación estratégica y voluntad política para diversificar su economía. Agroindustria sostenible, energías renovables, economía digital, turismo ecológico: estas son las rutas que deberíamos transitar si aspiramos a una sociedad menos desigual, menos dependiente y más resiliente.
Debemos librarnos del prejuicio de que los humanos viven fuera de la naturaleza, cuando en realidad conviven con ella.
De ahí que los payasos de turno tendrán urgencias por resolver: la crisis económica que nos asfixia, la restitución de las instituciones y evitar a los redentores a como dé lugar.
Lamentablemente quedan tres meses de campaña para que los candidatos sigan derramando ocurrencias como si fueran propuestas, apelando a la memoria selectiva del electorado y al olvido masivo de sus propias gestiones pasadas. Total, siempre hay tiempo para una promesa nueva, un TikTok mal bailado y una gira por los mercados donde, curiosamente, no sube el precio de nada mientras dura la foto.
Y el 8 de noviembre, cuando el payaso electo se ponga la banda presidencial, diremos una vez más que “esta vez sí”, que ahora todo cambiará, que el litio nos hará ricos y la democracia será sólida como roca. Mientras tanto, seguiremos esperando milagros en vez de políticas, líderes en vez de instituciones y abejas que vuelvan, a darnos lecciones de organización. Porque ellas, al menos, no destruyen su colmena.
Y cuando ya no quede ni abeja ni ilusión, siempre podremos refugiarnos en una llajwa bien hecha: con locoto bravo, tomate, cebolla y un poco de huacataya, para disimular el trago amargo del presente. Eso sí, que no falte la quilquiña, no vaya a ser que el nuevo gobierno nos caiga tan mal como el anterior.
La autora es periodista