Ir al contenido principal
 

Opinión

2025: Pensar Bolivia de nuevo

6 de Enero, 2025
Compartir en:

No hay duda de que las generaciones bolivianas que viven este año de conmemoración del bicentenario del país son privilegiadas, pues no cualquiera llega a ser parte de un acontecimiento semejante. Sin embargo, tal prerrogativa requiere ser dotada de sentido para que no acabe reducida a mera anécdota personal o de un pequeño grupo.

La gravedad de la actual situación patria, producto de condiciones, decisiones y acciones diversas de las últimas décadas, indica que 2025 no debe quedar envuelto en superfluos discursos y ceremonias protocolares, ya que ciertamente constituye una oportunidad ineludible para reevaluar lo andado hasta hoy y, en lo posible, para trazar cursos de futuro realistas.

Lo dicho, como es lógico, implica hacer de Bolivia un objeto de análisis, como lo fue en varios otros momentos, pero con la sutil diferencia de que ahora pueden abrirse puertas que traigan aires frescos no apenas para renovar viejos y poco fructuosos caminos, sino para prefigurar soluciones innovadoras factibles y de largo plazo para los problemas de fondo que continúan pendientes.

Pensar es aprehender, razonar, investigar, juzgar, inferir, argumentar, proponer, planificar.., en fin, es atreverse a comprender y superar las complicaciones más allá de sus apariencias. Para pensar se necesita libertad, información, deliberación y debate, también irreverencia. Todo esto es algo en lo que la nación parece haber perdido práctica. Quizá los impulsos analíticos que sí había empezaron a debilitarse hacia finales del siglo XX y las cosas empeoraron más tarde, con el monólogo propagandístico oficialista que buscó acallar la disensión e imponer una supuesta verdad sobre el final de toda contradicción y el principio de un milenarismo autóctono.

La guerra del Chaco (1932-1935), como afirmó René Zavaleta, fue “el fenómeno a partir del cual comienza la conciencia y la rebelión de las clases nacionales”, proceso del cual devino la revolución nacionalista modernizadora de abril de 1952. En las dos décadas siguientes emergieron relevantes exámenes y planteamientos de diferentes líneas de izquierda, del indianismo y el katarismo. Un polémico reencauzamiento del proyecto histórico de abril se produjo en 1985, con la aplicación del programa económico de ajuste estructural que tuvo consecuencias en el reordenamiento de la sociedad y la política. En el decenio de 1990, hubo avances en materia de institucionalidad democrática y con la Constitución de 2009 se abordó parcialmente la cuestión de la inclusión social, aunque a costa de un profundo deterioro de las normas de gobierno y del aliento cotidiano de la polarización.

En todo caso, cada uno de esos momentos supuso determinado grado de reflexión que movilizó en especial a intelectuales, políticos y sindicalistas en torno de horizontes de posibilidad no siempre alcanzados, desvirtuados en su trayecto o simplemente inaccesibles. Pero es notorio que desde hace algo más de veinte años se ha ido extendiendo una suerte de sequía de ideas en los diferentes ámbitos del pensamiento social boliviano. Entre los responsables de tal estado se encuentran los dogmatismos y la mediocridad de la política reciente, la deficiente educación, la improductividad reflexiva de las universidades, el cierre o la complacencia de antiguos think tanks, la obstrucción partidaria de probables nuevos liderazgos, la despolitización ciudadana y el creciente como acrítico consumismo tecnológico.

De todos modos, frente a ese panorama poco alentador, cabe recordar que en 1983 la compilación “Bolivia, hoy” coordinada por Zavaleta evaluó procesos y circunstancias de la política, la economía, la ideología y las luchas obreras y campesinas del país; que en 1986 el seminario “Repensando el país” organizado por el Movimiento Bolivia Libre para “refundar el proyecto de la izquierda nacional” aportó importantes elementos de los cambios incorporados en la primera década del siglo veintiuno, y que en 1999 el posgrado de la Universidad Mayor de San Andrés llevó a cabo otro seminario, “Bolivia hacia el siglo XXI”, en que hubo diagnósticos, lectura de escenarios y propuestas para una estrategia de desarrollo nacional.

Hay, así, antecedentes más o menos próximos de pensamiento, a los que se suman otros provenientes de algunas fundaciones y organizaciones no gubernamentales. Y no podría decirse que se carece actualmente de estudios sobre cuestiones coyunturales, mas resulta claro que continúa el lapso de estancamiento respecto a la interpretación global del país y sus proyecciones, parálisis que este año tiene la ocasión ideal de ser remontada.

Pensar Bolivia de nuevo, en particular ad portas de unas elecciones presidenciales de las que se tiene que desterrar toda argucia marketinera porque demandan programas de gobierno en serio, debiera ser componente central de un auténtico homenaje al bicentenario nacional. 

El autor es especialista en comunicación y análisis político