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Nacional Sociedad

El entorno político para las mujeres todavía es sinónimo de aislamiento y marginación

El libro “Mujeres en el ejercicio del poder” reflexiona sobre la participación de las mujeres en la gestión pública y evidencia testimonios de discriminación y violencia.
28 de Abril, 2015
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De izquierda a derecha: Andrés Gómez, Gabriela Niño de Guzmán, Claudia Bravo e Inés Gonzáles. Foto: ANF
De izquierda a derecha: Andrés Gómez, Gabriela Niño de Guzmán, Claudia Bravo e Inés Gonzáles. Foto: ANF
La Paz, 28 de abril (ANF).- El entorno político para las mujeres todavía es sinónimo de aislamiento, marginación, soledad y anonimato. Es una de las conclusiones de las 16 mujeres vinculadas a la función pública que fueron entrevistadas en el libro “Mujeres en el ejercicio del poder, un balance cualitativo de la participación de las mujeres en la gestión pública”, que presentó el lunes la red Erbol en el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (MUSEF) en La Paz. 

“Las mujeres entran en política y salen rápidamente. No tienen trayectorias dilatadas como los hombres. Nosotras ‘pasamos’ por la política mientras que los hombres ‘están’”, dijo Gabriela Niño de Guzmán, economista y exconcejala del municipio de La Paz por el MSM. Agregó que “el fin no debe ser llegar a la función pública porque una ley de cuotas lo diga. El poder debe ser el instrumento para lograr grandes objetivos”, apuntó. 

Según los datos que recoge la investigación elaborada por Inés Gonzales, en la cámara de senadores desde 1982 hasta 2005, de un total de 189 escaños solo nueve pertenecieron a mujeres. 

En el mismo periodo, en la cámara de diputados 89 escaños de 910 estuvieron ocupados por diputadas nacionales. Esto significa el 10% de la representación de los intereses y preocupaciones de las mujeres, que han sido relegados históricamente. 

En 1997, la Reforma Electoral ya establecía una cuota mínima del 30% de representación femenina en las listas para el Poder Legislativo. Sin embargo no ha sido hasta 2010 con la incorporación de los principios de paridad y alternancia en la legislación electoral que se ha alcanzado una participación mayor. En las elecciones de 2014, se eligieron 66 mujeres de 130 diputadas, o el 50,7%, mientras que en el Senado fueron electas 15 mujeres de 36 mujeres, es decir el 42%.

Además, tras las recientes elecciones subnacionales, el 45,5% de mujeres asambleístas departamentales en el país son mujeres. 

Sin embargo, el debate y los testimonios de las mujeres no giran tanto en torno a lo cuantitativo sino a lo cualitativo, y cómo se logran hacer un espacio día tras día en espacios de toma de decisión, muchas veces a costa de sufrir discriminación y violencia. 

La dirigenta indígena Justa Cabrera recuerda cómo recibieron las organizaciones sociales de Santa Cruz su nombramiento como subalcaldesa de Paurito por el partido Santa Cruz Somos Todos: “me discriminaron mucho, por ser mujer, indígena y no ser profesional. Incluso querían sacar una resolución para que no fuera subalcaldesa de Paurito y tuve que llamar a todo el pueblo para decirles que iba a estar a su servicio”.

Calificativos como “las locas, las hormonales” o comentarios como “¿por qué tanto habla si no tiene conocimiento?” son una constante en el ejercicio del poder de las mujeres. En la mayoría de los casos vienen de sus propios compañeros de partido o de asamblea, algo que las entrevistadas definen como una estrategia de defensa de los hombres que temen la pérdida de su hegemonía política con la llegada de las mujeres a espacios de poder. 

Violencia

Según datos de la Coordinadora de la Mujer, desde 2000 hasta 2012 se registraron más de 4.000 denuncias en todo el país por violencia política.

Esta institución refleja que el 36% de las mujeres electas en sufragios anteriores a los de 2014 sufrieron algún tipo de presión para que renunciaran a su cargo. El 21% reconoció haber sido víctima de violencia sexual, física y psicológica. El 9% vio congelado alguna vez su salario de manera ilegal y el 7% sintió discriminación por el hecho de ser mujer.

Las experiencias relatadas muestran cómo la discriminación y violencia por parte de otras mujeres también es una constante en el ejercicio de la función pública. 

Norma Piérola, diputada plurinominal del departamento de Cochabamba por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) narra en el libro su primera experiencia en la Cámara de Diputados: “Recuerdo que alguna de las mujeres me echó café caliente y sentí que me punzaban con agujas, ganchos o algo así y me botaron coca mascada”. 

Para Niño de Guzmán, la violencia y la discriminación está tan naturalizada en toda la sociedad que las propias mujeres aceptan esas conductas en lugar de condenarlas. Incluso mencionó que muchas mujeres en el ejercicio del poder asumen de manera inconsciente –ella también lo reconoce– actitudes masculinas para encontrar su espacio y ser respetadas. 

A pesar de que la Ley contra el Acoso y Violencia Política hacia las Mujeres se promulgó en 2012, hasta 2014 solo se resolvió un caso, el de una concejala del municipio de Tarvita en Chuquisaca que fue restituida tras denunciar que la obligaron a dejar su cargo y demostrar el hecho. 

Mediático fue el caso de la concejala de Ancoraimes Juanita Quispe, que a más de tres años de su asesinato todavía sigue sin sentencia. 

Algunos retos sobre los que reflexionan las mujeres del libro son los siguientes: Empoderarse en los espacios conquistados, eliminar la instrumentalización política de la mujer, exigir participación en la elaboración de los planes y programas de partido, trascender la agenda de género y abrir espacios de mutuo aprendizaje y formación.

“Una sociedad en la que solo gobiernen hombres no es democrática”, concluyó el director ejecutivo de la red Erbol, Andrés Gómez Vela.

/IG/RPU/ 


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