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Opinión

Venezuela y la pérdida de la soberanía

14 de Mayo, 2019
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OMAR QAMASA GUZMAN BOUTIER
La prolongada crisis venezolana muestra características que revelan una paradoja, en relación a la soberanía y en medio de un conflicto interno en el que los bandos enfrentados dicen luchar por la soberanía. Como resultado de esta paradoja se encuentra hoy, virtualmente, un país a disposición de naciones externas. El conflicto local no resuelto por oficialistas ni opositores, ha posibilitado la participación de países externos, en respaldo de unos y otros. De esta manera se presenta la reiteración de algunas características del pasado acerca de la intervención de potencias mundiales, en conflictos locales, ya sea apoyando a facciones en pugna o provocando conflictos. Con el caso venezolano se añade, a la situación de la intervención, el componente de la ausencia de voluntad de autodeterminación de los actores internos enfrentados. 

La continuidad temática entre conflicto local no resuelto, ausencia de voluntad por la soberanía y país a disposición de potencias mundiales, es lo característico en el caso venezolano. Como se recuerda, la principal causa que motivó el conflicto en este país fue el atropello al ordenamiento democrático constitucional por parte del gobierno, con la finalidad de instaurar un régimen dictatorial. El proyecto fue iniciado por Hugo Chávez y continuado por Nicolás Maduro, en base a la desinstitucionalización de la estructura estatal y la concentración de atribuciones (concentración de poderes) de manera fáctica, en torno al poder ejecutivo. Al principio del ensayo, la oposición a la misma estuvo grandemente circunscrita a la clase media; este dato constituye uno de los componentes que explicarán el inicial reducido volumen de las protestas. 

En América Latina, al igual que en cualquier área deprimida, no resulta sorprendente que ante intentos similares, al principio los sectores populares no se hubieran opuesto a las ansias dictatoriales de Chávez y compañía, sino que incluso respaldaran al gobierno. El pretexto utilizado para ello fue que se trataba de luchar contra la presión de la “derecha interna y el imperialismo”. Claro que el verdadero motivo del apoyo estuvo dado por los efectos de las medidas sociales adoptadas por el gobierno; medidas que aliviaron en algo las grandes carencias, es decir, contribuyen en algo a la democratización social. El sostenimiento de tales medidas duró hasta que el atropello a la democracia suscitó sanciones internacionales y éstas también afectaron a la base social, que hasta entonces apoyaba al gobierno. A esta situación hay que sumar la presencia de factores que ahondaron la crisis; factores tales como la corrupción galopante y el aluvión de errores cometidos por la administración gubernamental. Así, el cuadro de la crisis floreció en múltiples expresiones: crisis política, institucional, económica, alimenticia, humanitaria, etc. 

Al mismo tiempo el conflicto local reveló las características políticas profundas de la sociedad venezolana. Estas características provienen de su historia y a la vez ésta se conformó en torno a una base económica particular, a un determinado modelo de producción. La economía venezolana expresa la imagen de un país flotando sobre un mar de petróleo, como solía decirse para denotar su modelo extractivo exportador. La abundancia de ese recurso natural frenó grandemente la conformación de una clase trabajadora en pugna con el capital. Al contrario, hizo de ésta una clase conformista y dicha característica se extendió a toda la sociedad. Las luchas políticas y sociales se circunscribieron a los partidos políticos y a pequeños grupos sociales, pero no involucró a los grandes sectores de esa sociedad, a pesar, incluso, de las grandes disparidades económicas y sociales. 

Si alguna novedad ha arrojado en la historia venezolana la actual crisis, es el haber involucrado a toda la sociedad en la protesta. Más allá de los resultados momentáneos en la protesta, esta incorporación es una verdadera adquisición para esta sociedad, cuyo potencial se expresará en el futuro. Pero la masiva participación no podía sino basarse en la historia y la experiencia política que traía esa sociedad. Hemos dicho que aquella experiencia arrojaba bajos grados de politización, por lo que no es capaz de transformar la contundencia de su mayoría cuantitativa en una fuerza con efecto sobre el Estado. Ello explica la irresolución, hasta ahora, de la crisis venezolana. El prolongado conflicto local, por otra parte, motivó la cada vez mayor participación externa. Poco a poco esta participación fue adquiriendo una importancia gravitante. Todo comenzó con el fortalecimiento a las posiciones del bando (oficialistas u opositores) al que se apoyaba; luego escaló hasta el nivel de la sincronización de las iniciativas y terminó volcando la balanza de la decisión del conflicto, hacia el lado de los actores externos. 

Por esta razón, hoy en día, la solución a la crisis local venezolana se plantea en términos de una solución global. Dicho de otra manera; la solución al conflicto en ese país depende de los actores externos. Con esta verdadera situación límite, se sobreponen los intereses de los actores externos a los intereses de los actores internos de Venezuela. Este cuadro de intervención en realidad no es novedoso en sí mismo. En los tiempos de la denominada guerra fría, el enfrentamiento entre la Unión Soviética y los Estados Unidos se expresaba de manera indirecta, por medio de los conflictos locales. Vietnam, Afganistán, son alguno de los países que ejemplifican ello. Pero la diferencia entre estos dos países de ejemplo y la Venezuela de hoy, radica precisamente en las sociedades de cada uno de estos tres casos. En países como Vietnam y Afganistán hablamos de sociedades con elevados niveles de autodeterminación, es decir de espíritu soberano, lo que, como vimos, no ocurre con Venezuela. La participación de los actores externos en los países que tomamos como ejemplo, fue funcional a los actores internos, mientras que en el país sudamericano se presenta la situación contraria. Los intereses geopolíticos de los actores externos se expresan hoy en este conflicto de manera directa, por lo que no necesitan negociarlos con los actores internos, vale decir, no requieren de ninguna instancia de intermediación. 

Al preguntarnos, por tanto, si la crisis venezolana manifiesta las nuevas modalidades de los conflictos nacionales, no puede dejar de considerarse primero el estado de la situación de las clases sociales de un país. Siempre serán los factores internos los que expliquen la naturaleza de los conflictos nacionales, así como su desarrollo. Ello es válido incluso en el caso extremo que vemos con Venezuela, cuando uno (Maduro) se mantiene en el cargo por voluntad de sus aliados externos y otro (Guaidó) pide a los suyos intervengan militarmente a su país para solucionar la crisis local. Estos hechos nos hablan de la manera en que son recepcionados los factores externos por una sociedad con bajos niveles de politización y espíritu soberano. No nos dicen que los conflictos nacionales ahora no podrán ser resueltos sino en el plano global. 

Omar Qamasa Guzman Boutier es escritor y sociólogo

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