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Opinión

Valores para poner en práctica

12 de Febrero, 2025
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Habrá sido a principios de 1950. Los jóvenes hermanos Rafael y Enrique Revollo Andia salieron de San Pedro de Buena Vista hacia Higuerani, última estación a la que llegaba el ferrocarril desde Cochabamba, ciudad a la que se dirigían. No había caminos, de modo que era necesario “ir a pie” dos días hasta el lugar. Para evitar o enfrentar los peligros, era conveniente que los caminantes fuesen en caravanas. 

Llegados a cierto lugar encontraron a una mujer desesperada, con su bebé de pocos meses en brazos; se la había secado la leche y no tenía manera de alimentarlo. Los hermanos llevaban leche para el camino y tuvieron la generosidad de compartirla, utilizando un envase de “leche condensada” para el preparado correspondiente, salvando así la vida del bebé.

Pasó el tiempo. En la década de los 70 Rafael, que había estudiado ingeniería de minas, era gerente de la Empresa Minera Unificada del Cerro de Potosí (EMUCP) y, por tanto, presidente del equipo de fútbol “Independiente Unificada”, que por aquellos años fue la gloria del fútbol potosino. En el marco de los campeonatos que se jugaban en esa época, el representante futbolístico de Potosí debía enfrentar a Bolívar y tal fue la ocasión para que uno de los integrantes de este último equipo, un gran mediocampista, pidiera hablar con el ingeniero Revollo. Era el niño que Rafael y su hermano Enrique habían salvado en la década de los 50. El futbolista le dijo al ingeniero que estaba eternamente agradecido con él y su hermano abogado por haberle salvado la vida.

Esta historia, que conocí el pasado sábado en una reunión de compañeros de la promoción 1973 del colegio Franciscano, de boca de mi amigo Gustavo Revollo Wayar (hijo de Rafael), me pareció muy interesante para compartir y para reflexionar acerca de algunas cosas que pasan hoy en Bolivia y el mundo.

El primer aspecto que resalta en la historia es la solidaridad de los hermanos con un bebé a punto de morir y con su madre desesperada. La solidaridad es definida por la RAE como la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros, y por la doctrina social de la iglesia como “principio social ordenador de las instituciones, según el cual las estructuras de pecado, que dominan las relaciones entre las personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de solidaridad, mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado, ordenamientos”. En esta última visión, no se trata de algo circunstancial, sino de algo estructural, que debiera estar presente en todo momento y en todo lugar.

Por otro lado, la misma doctrina social de la iglesia afirma que, como virtud moral, “(…) la solidaridad no es un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas, sino la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. La solidaridad se eleva al rango de virtud social fundamental, ya que se coloca en la dimensión de la justicia, virtud orientada por excelencia al bien común, y en la entrega por el bien del prójimo, que está dispuesto a ‘perderse’, en sentido evangélico, por el otro en lugar de explotarlo, y a ‘servirlo’ en lugar de oprimirlo para el propio provecho”.

El segundo aspecto que se rescata de la historia es el del agradecimiento y el reconocimiento del beneficiario de la acción hacia quienes le salvaron la vida. Seguramente cuando sucedió el hecho, los hermanos no lo hicieron pensando en que algún día recibirían algo a cambio, lo que engancha perfectamente con otro valor, el de la gratuidad. Pero, quien vivió gracias a su ayuda, probablemente informado por su madre, fue capaz de agradecer el gesto muchos años después y guardar el reconocimiento correspondiente.

El tercer y último aspecto está referido a la zona en que ocurrió el hecho. El norte de Potosí, donde está una parte de la patria profunda, sigue siendo una región abandonada. De hecho, no hay camino asfaltado que llegue a las capitales de las provincias Bilbao, Alonso de Ibáñez y Charcas o las comunidades que existen alrededor, y la mejor manera de ir a ellas es por Cochabamba, porque desde la capital (Potosí) los caminos son muy precarios. De 1952 a la fecha, han pasado los gobiernos del MNR, las dictaduras militares, varios gobiernos democráticos (algunos neoliberales) y los gobiernos del MAS; pero, no se puede decir que el nivel de vida de esas poblaciones haya cambiado de manera radical; peor aún si de los campesinos se trata. Y como esa región hay muchas más en todo el territorio nacional.

La solidaridad no debiera ser acto de demagogia de gobiernos o candidatos que se llenan la boca cuando se hacer campaña se trata, pero poco o nada cuando están en el poder. 

Situaciones como la que nos inspiró en esta ocasión se dan en muchos lugares y momentos, y es necesario extenderlas lo más posible, sobre todo considerando que el mundo que vivimos apunta para otro lado, apunta para el consumismo, para el egoísmo, para el fanatismo y la venganza. Realza los diamantes del reloj de una ex figura de la NFL en el Super Bowl y los afanes de venganza, antes que la construcción de un mundo fraterno y solidario. 

Practiquemos la solidaridad, el agradecimiento y la fraternidad.

El autor es abogado