
Suena asombroso, pero Donald Trump ha publicado libros -y exitosos-, como El arte de negociar o Salvar América. Frutos de escritores fantasmas, no indagaría la política de Trump allí. Un manual para entenderla es el de Pat Buchanan: La muerte de Occidente (entre los libros más vendidos de 2001, según el New York Times). Sus ideas han encarnado en la derecha estadounidense. Esta no es ya solo conservadora: busca una revolución.
Buchanan es un periodista católico tradicionalista, enrolado en la campaña de Nixon a fines de los años 60. Fue luego asesor en la Casa Blanca y candidato presidencial. En otro libro, sobre aquella campaña, urgía al Partido Republicano a: “construir una coalición gobernante… contra el establecimiento liberal y la nueva izquierda”, en lugar de “unir al país” (“un objetivo que algunos consideramos como la política de las lindezas y de lo francamente utópico”). En suma, un partido antielitista, de outsiders, de los americanos olvidados y de los del Medio Oeste.
Eisenhower en los años 50 deportó ilegales en la Operación Espalda Mojada, “sin disculparse de nadie”, agrega Buchanan. Y acusa a Silicon Valley de importar trabajadores de la tecnología, “traicionando a los nuestros y a sus familias”. Para eso, sugiere algo ya conocido: “we should put Americans first” (poner a los americanos primero). Charles Lindbergh usó este eslogan en su candidatura contra Roosevelt en 1940, según reseña Fareed Zakaria. Es la estirpe de una derecha nacionalista, aislacionista y populista.
Abogado de la guerra cultural contra las tácticas gramscianas y de la Escuela de Frankfurt (de ahí la manida frase del “marxismo cultural”), Buchanan apunta que el leninismo fracasó, pues, no convenció corazones. Empero, afirma, la revolución cultural ha cambiado Occidente; lo va descristianizando.
Citando a Shelley, para Buchanan “los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo”. El poeta beat, Allen Ginsberg (amigo de Bob Dylan), cumplió su amenaza a los conservadores: “los derrotaremos a través de sus hijos”. Hoy, agrega el republicano, son los cantautores los profetas de la felicidad inmediata y en este mundo, adversa a la familia y a criar hijos, hedonista y globalista (Imagine de John Lennon). Huntington erró: el choque de civilizaciones es en Occidente, entre la religión neopagana y la cristiana.
En el plano internacional, Buchanan repudia la ONU, la OMC y el NAFTA. Apuesta por los tratados de comercio bilaterales y repele toda expansión de la OTAN: “se ha convertido en un bloque neoimperialista”. Las fuerzas americanas en Europa y Asia deben retirarse. Estados Unidos precisa revisar las garantías de defensa que datan de la extinta Guerra Fría. Corea del Sur, Japón y Europa deben proveer sus tropas y pagar su defensa. Si no, Estados Unidos sucumbirá por “sobreextenderse e involucrarse en guerras fuera de sus propios intereses nacionales vitales. Aprendamos de la historia.” Zelensky, te hablan.
Para Buchanan, Europa es como el Imperio austrohúngaro que visitó un oficial alemán, para después informarle a su Kaiser: “señor, estamos aliados a un cadáver”. Europa carece de soldados dispuestos a morir. Sus ejércitos son meras fuerzas policiales. Salvo Turquía e Inglaterra, los miembros de la OTAN son más “dependencias que aliados”.
Europa ha elegido desaparecer, dice el autor. Las migraciones del Islam alterarán su composición étnica y su cultura. Los europeos no tienen hijos y en 2100 serán un tercio de los que eran en 2002. “Europa ha votado por la dolce vita”; sin hijos, se extinguirá en el siglo XXII. Mientras, importará más migrantes para mantener a su población envejecida o se incorporará al tercer mundo, hipertrofiando los impuestos o cortando los beneficios a la tercera edad. “Si los europeos están tan desinteresados en su autopreservación, ¿por qué los americanos deben proteger Europa o quizá morir por ella?”. Para Buchanan, Rusia afronta problemas, pero es un dique militar y cultural en el frente oriental y suroriental de Occidente. Te hablan, Putin.
Como ese que corregía a Luis XVI en 1789, se puede bien decir que la de Trump no es una revuelta, señor; es una revolución.
El autor es abogado