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Opinión

Un curioso incorregible

26 de Enero, 2023
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GABRIELA CANEDO

“Soy Xavier Albó Corrons. Nací el 4 de noviembre del año 1934 en La Garriga, Cataluña, España. Soy catalán de nacimiento y boliviano por propia decisión”. Así inicia Un curioso incorregible, la autobiografía de Xavier Albó, o el anecdotario, como él prefería llamarlo. Por el buen humos que lo caracterizaba, sus anécdotas que relata son jocosas y al lector a menudo le roba carcajadas. El voluminoso libro de 718 páginas escrito a cuatro manos por el mismo Xavier y Carmen Beatriz Ruiz retrata las varias facetas del P’ajlita, apodo ganado por el cariño que se le tenía.

Xavier, sacerdote jesuita español/boliviano, lingüista y antropólogo tuvo un compromiso genuino con Bolivia. En especial se dedicó al entendimiento de los pueblos indígenas y campesinos. Gran parte de su trabajo lo hizo por medio del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), Institución que la fundó con un par de jesuitas.

Seguir su biografía es seguir la historia del país: desde la Revolución Nacional, los golpes militares, la participación en la famosa huelga de hambre iniciada por cuatro mujeres mineras y el sacerdote jesuita Luis Espinal, que posibilitaron el retorno de la democracia. Su acercamiento al katarismo, pasando por las reformas neoliberales de los años noventa, hasta la Asamblea Constituyente, el Estado Plurinacional y las autonomías. En cada uno de esos hitos el P´ajla resalta los cambios que se produjeron hacia un horizonte diferente en el que los indígenas van ganando cada vez mayor protagonismo. Cabe destacar que, como buen antropólogo, para Xavier, “el estar o haber estado ahí” ha sido imprescindible. Así lo dice él: “yo no podía solo basarme en los libros, tenía que ir a terreno”.

Como excelente antropólogo conoció el país recorriéndolo. Así lo señala “Como soy siempre medio gitano, soy seguramente el que más visitó comunidades perdidas”. Y, efectivamente, recorrió desde Q´urpa (en el altiplano) hasta el Espino en Charagua (en zona guaraní); pasando por Cliza, Tiraque (en los valles), Chiro Qasa (norte de Potosí), Mojos (Beni), solo por citar algunos lugares; es decir andes, valles y tierras bajas, todos explorados por él, con peripecias, viajando en camión, tren, caballo o mula, bicicleta, a pie o en “la Pepereca”, un motorcito que recorre las vías del tren y que usó la vez que llegó a El Espino. Cada periplo, cada travesía es una historia en el libro, las más de las veces contadas con humor y con la picardía que le distinguía.

Y en la parte académica, como buen antropólogo seguía un método persistente con el que sistematizó su trabajo de campo, relata que lo hizo a través de fichitas, como él cuenta, que se fueron acumulando en un mueble de pequeños cajoncitos, haciendo doble ejemplar de cada ficha, por lugar y por temática. Una elaboración rigurosa que le sirvió para escribir numerosos trabajos. Su filosofía permanente está expresada en el capítulo Aprender haciendo, en el que relata que, “aprendí haciendo algo que interesase a los del lugar”. Es decir que no solo iba a recabar información, sino que tenía en cuenta los intereses y necesidades que sirviesen a quienes le proporcionaban los datos. La producción de conocimiento se halla plasmada en por lo menos medio centenar de libros.

El entendimiento de lo indígena a través del trabajo de campo y el aprendizaje de las lenguas fue crucial. Aprendió quechua y aymara, como parte de su trabajo como lingüista, que la combinó con su tarea eclesial.

Otra de las facetas de Albó es la de haber sido un trotamundos y así se relata en la segunda sección del libro El mundo es ancho, pero no tan ajeno. La misma está llena de anécdotas de sus viajes a distintas partes de planeta, desde Brasil, Paraguay, Perú, Ecuador, Chile, México y Canadá hasta los lejanos países de África, India, Taiwán, Filipinas, Israel, Japón e Inglaterra. En cada lugar Xavier trató de conocer algo más de la realidad del país que visitaba, particularmente de los pueblos indígenas y de los aspectos sociolingüísticos de la región y sus poblaciones.

El P’ajlita ha emprendido el viaje de este mundo, una forma de recordarlo será remitirse a las páginas de su autobiografía en la que hallaremos al sacerdote jesuita, antropólogo, lingüista, curioso empedernido e incorregible. Le agradecemos el legado que nos deja. Sin duda, lo extrañaremos y nos hará falta. Buen viaje P’ajlita.

Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga

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