“El mundo no es más que el resultado de una geometría perversa llamada cosmos, naturaleza, y el mundo a veces sacude como con un latigazo, un zapatazo sobre las hormiguitas, con una guerra, un tsunami, una erupción, un terremoto, un avión que se cae, unas torres gemelas, lo que sea. (…) y forman parte de las causas generales, de la geometría general de un cosmos que no tiene sentimientos” señala Pérez-Reverte en una de sus entrevistas.
El cosmos nos puede deslumbrar con su majestuosidad y horrorizar con su virulencia.
Hace algunos días, se tuvo la posibilidad de ver el cometa verde o cometa C/2022 E3 (ZTF), un evento que sucede cada 50 mil años, tiempo en el que este objeto tarda en completar una órbita alrededor del sol. El cometa nos había visitado por última vez en la Edad de Hielo. Se le ha dado la característica de color verde, porque en este cometa en particular, se debe a su composición molecular que contiene dicarbos y cyanogen, ambos componentes químicos que expuestos a la luz solar se ven verde. La aparición y visualización de este cuerpo espacial que ha dejado congraciados especialmente a aficionado y especialista de la astronomía nos muestra la magnificencia y esplendidez del universo.
Así como el universo posibilita que nos asombremos con fenómenos como el del cometa, en cuestión de días, el planeta Tierra y la naturaleza, nos están mostrando el horror que puede producirse de la noche a la mañana. Pues sí, la noche del 6 de febrero la tierra tembló furiosa en localidades de Turquía y Siria.
Turquía es un país que se encuentra entre Asia y Europa. Limita con Siria, país árabe ubicado en Asia, concretamente en lo que se denomina Oriente medio. En la frontera entre el sur de Turquía y el norte de Siria ocurrieron dos terremotos consecutivos que destruyeron regiones de ambos países.
El terremoto de magnitud 7,8 con epicentro en Giazantep, Turquía, y luego, otro de 7,5 fueron de los más devastadores en los últimos años. Con semejantes sismos, hasta el momento existen 11 mil muertos, miles de heridos y un número indeterminado de desaparecidos. Edificios y casas destrozadas. Hogares perdidos en todo el sentido de la palabra.
Las críticas al presidente Recep Tayyip Erdogan de Turquía, no se dejaron esperar, puesto que reclaman la lentitud con la que está respondiendo a semejante tragedia. Expertos indican que depende mucho de la preparación con la que cuentan los países afectados para enfrentar esta clase de fenómenos, pues ocurrieron terremotos de mayor magnitud, como el de Japón en 2011, con una magnitud de 9, o el de Chile en 1960 con una magnitud de 9,5. Y al parecer Turquía, no estaba preparada.
Para Siria la situación se complica más y resulta inexplicable lo que acontece allí. Siria acumula tragedia sobre tragedia, puesto que este país vive hace casi 12 años una guerra civil que ya ha dejado medio millón de muertos y alrededor de 6 millones y medio de refugiados. Es decir, a la crisis humanitaria generada por la guerra, ahora se suma la situación deplorable por el terremoto. Incluso los edificios en las localidades de Siria estaban endebles y debilitados por los continuos bombardeos que recibieron, y por tanto se vinieron abajo.
En cuanto a la ayuda humanitaria recibida, ésta ha llegado con mayor prontitud a Turquía, pues Siria cuenta con restricciones y sanciones, que dificultan la llegada rápida de colaboración.
Por medio de las imágenes en los medios de comunicación y en la redes, somos expectantes de la tragedia que están viviendo turcos y sirios. Algunos países latinoamericanos como México han expresado su solidaridad enviando a Turquía, expertos rescatistas. Desde Bolivia, en materia de ayuda humanitaria, seguro poco podemos hacer. Sin embargo, tenemos la obligación humana de empaparnos de lo que ocurre en otros lugares. Estos horrores nos ayudan a ampliar nuestra mirada chata e incluir en ella, que existe gente que en el momento actual atraviesa situaciones trágicas de otra índole respecto a las nuestras. Obliga a entender el contexto, la historia, sus luchas y conflictos; y nos abre además a la posibilidad de empatizar con “el otro" e imaginarnos la capacidad de aguante, resiliencia, o soporte de: terremotos, guerras, migraciones, vivir en campos de refugiados y todos a la vez. Para los jóvenes colegiales y universitarios la discusión y conocimiento de la coyuntura internacional y concretamente de lo que está sucediendo en Turquía y Siria, debe ser obligatorio e ineludible, de forma tal que tomen conciencia que hay mucho más allá de San Valentín y el Carnaval.
Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga