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Opinión

Rusia – Ucrania: Acciones militares y juego político

13 de Mayo, 2024
OMAR QAMASA GUZMAN BOUTIER
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The fact, pasito a pasito la guerra iniciada por Vladimir Putin finalmente escaló hasta dimensiones en las que ahora este proceso no debe entenderse sólo en los marcos militares, sino en los de las consideraciones que la posibilitaron y alimentan. Entre estas destacan las consideraciones políticas y diplomáticas. Sin ambas, simplemente resulta difícil entender las recientes ayudas a Ucrania por parte de Estados Unidos (EEUU), el Reino Unido y otros, para hacer frente al ejército ruso. Con ello, en efecto, la escala de riesgo de una confrontación bélica continental ha subido. Desde el punto de vista de la lógica política que subyace en los actores de esta guerra, se piensa que se trata de un riesgo calculado, para cerrar el paso a los deseos de Moscú de apretar, finalmente, el botón rojo. 

En buenas cuentas decimos que en la guerra entre Rusia y Ucrania, las acciones militares conllevan un juego político que tiene como campo de referencia el escenario global. Ello significa, primero, que entre las acciones militares y la lógica política hay una estrecha relación; segundo, que en esa relación es la política la que dota de sentido a las acciones militares y tercero, que la consideración de la visión política abarca el espacio global. Pese a esta articulación, lo militar no pierde su especificidad, porque de la consistencia de esas acciones depende la importancia que puedan mantener las definiciones políticas. Que mantengan su especificidad no debería, claro, entenderse como que esas acciones son independientes de la lectura político. 

Más allá de ello, las propias operaciones militares muestran un encadenamiento táctico – estratégico, donde lo estratégico deviene en el punto de conexión con la perspectiva política. Tal es así que las acciones militares, ya sea que fracasen o tengan éxito, pueden determinar el cambio de decisiones políticas específicas o, al contrario, fortalecerlas. 

Está claro, por ejemplo, que la ofensiva rusa, en este sentido, pretende antes que forzar la convocatoria a una mesa de negociaciones, ganar tiempo político. La maquinaria de guerra puesta en movimiento por el Kremlin no está pensada para detenerse en una mesa de negociaciones y, dada la implicación de alcance no únicamente continental, ni siquiera en Ucrania. De la misma manera, las operaciones ucranianas -fortalecidas considerablemente con las ayudas- rebasan la simple defensa y apuntan al debilitamiento de las bases de apoyo logístico, particularmente en Crimea. Con ello, además, occidente refuerza la política de aislamiento internacional ruso. ¿Por qué? 

El que la maquinaria militar rusa no descarte el uso de armas atómicas, así sea bajo criterios tácticos, puede que atraiga el apoyo de Estados como el de Corea del Norte o Irán, pero le aleja de la mayoría de los países del BRICS. Téngase en cuenta que este bloque, durante el primer año del conflicto, era susceptible de ser pensado como área de influencia política rusa. Difícilmente, hoy en día, puede sostenerse lo mismo. 

Es indudable, pues, que el juego político subyacente en esta guerra, así como su campo de disputa (el escenario global), son factores que pueden tener una importancia estratégica, para el desenlace. Puede decirse, en este sentido, que las finalidades de la guerra de cada bando no se encuentran en el campo militar sino en el político. La estrecha relación tejida entre ambos campos conforma un espacio en el que se definirá la suerte de la estrategia de cada quien. 

Sin embargo de ello, no debe olvidarse que lo militar y lo político tienen impulsos propios, por lo cual en esa relación no siempre mantiene la política la preponderancia. Llegado el conflicto a una determinada etapa de su desarrollo (digamos a la fase de las definiciones estratégicas) es evidente que lo militar predomina sobre lo político. Y aunque puede pensarse que el arribo a la fase de la definición estratégica es el resultado de una conducción política (por lo que incluso en esta fase lo militar continuaría subordinada a la política), ello no necesariamente tiene que ser válido para todos los contrincantes. Parafraseando al coronel boliviano German Busch, en la guerra entre Bolivia y Paraguay (1932 – 1934), apuntemos que cuando todo está perdido, no queda más que luchar, sin medir el tamaño del enemigo. 

Formulemos, a manera de cierre, dos conclusiones.  Primero; dadas las características apuntadas, es de prever que la guerra tendrá todavía larga duración. Esta extensión en el tiempo conlleva la ampliación del abanico de actores, con probabilidades que esa extensión se replique en nuevos territorios escenario, o dicho de manera directa, en el continente europeo. Segundo, que la resolución de la guerra, en estas condiciones, supondrá una resolución política con características históricas, es decir una resolución política no coyuntural.

En ambos casos hay una constante, para la perspectiva que se vislumbra. Esta constante está dada por la dificultad que supone mantener la preponderancia de la política sobre lo militar, a lo largo de todas las fases de la guerra, evitando que en el delirio ruso, se desborde la lógica militar. 

El autor es sociólogo y escritor