Con la XXXII Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN), reunida el 29 y 30 de junio pasado, en Madrid, los preparativos, en el proceso de reordenamiento global, han entrado a la fase en la que los diversos países actores ultiman detalles para encarar el proceso. Puede decirse que hasta entonces, los hechos precedentes fueron los preámbulos para el acomodo de las fichas del juego. Esta suerte de preparativos se encuentra en correspondencia a las exigencias para una partida larga.
En este orden, cada uno de los países protagonistas del proceso de reorganización global se prepara para una disputa de carácter estratégico. Es cierto que el proceso de reorganización no se inició con los hechos inmediatos, que antecedieron a la Cumbre de Madrid. Al contrario, se trata de un proceso iniciado desde hace mucho tiempo atrás, de manera casi silenciosa. Pero, en lo que en este artículo insistiremos, es en aquello que con la Cumbre quedó asumido, por los actores de los países democráticos europeos, junto a Estados Unidos (EEUU). En lo inmediato, los hechos se refieren a la invasión rusa a Ucrania y el solapado apoyo chino al país invasor.
En consecuencia, se trata de prestar atención a los signos iniciales del proceso. Partimos del hecho que es el carácter militar el que resulta subrayado, en esta fase inicial del proceso. Recordemos que el actual orden mundial se encuentra en crisis; en parte debido a su propio desgaste y en parte, a la evolución del capital, base del sistema capitalista, a la que el ordenamiento global no ha podido seguir el ritmo. Un reflejo de esta crisis es, a su vez, la crisis de gobernanza global. La crisis de gobernanza completa, por tanto, el cuadro general crítico, del vigente modelo del ordenamiento internacional. Por ello, en la actual disputa mundial, se contraponen alternativas a esa crisis, tales como las de un modelo multipolar, la de un modelo bipolar o incluso, la ratificación del actual modelo, modificado hacia uno de carácter unipolar ampliado.
Los signos iniciales señalados se refieren a dos campos: el militar-político y el económico-comercial. En el primero, tomemos solamente la secuencia del presente año, sin desconocer, claro, antecedentes tales como los del 2014 cuando Rusia le arrebató a Ucrania, de un zarpazo y ante la pasividad internacional, Crimea; o la velada invasión a la zona ucraniana de Doneskt, en apoyo a separatistas pro-rusos.
Añadamos que el proceso al cual nos referimos comenzó con la abierta invasión rusa, a gran escala, a Ucrania, el pasado 24 de febrero. A ello respondió occidente, impulsando sanciones económicas, comerciales y resoluciones de condena, en las Naciones Unidas (ONU). Esa respuesta no inquietó mayormente al dictador ruso, Vladimir Putin, quien incrementó las operaciones de su ejército en el país invadido. La OTAN comprendió entonces que una consistente respuesta radicaba en el ámbito militar-político.
Tal respuesta terminó de madurar en la Cumbre de Madrid y se expresó en la invitación a Suecia y Finlandia a integrar la OTAN, en la declaratoria que considera a Rusia como una amenaza estratégica (con la consideración a China, también como una amenaza) y en la ratificación del apoyo, en armamento, a Ucrania, “hasta que Rusia se retire de ese país”, según el presidente español anfitrión. Es verdad que esta respuesta también tiene sus antecedentes. Entre estos conviene destacar el aumento del presupuesto de los países miembros del organismo -principalmente en lo que respecta a Alemania- para el equipamiento y la innovación del armamento militar. Así, por tanto, quedó completado el acomodo inicial de las fichas, para la partida pendiente.
Entre los protagonista de esta larga partida que se inicia, sobresale pues la fortalecida OTAN. Este fortalecimiento es tanto cuantitativo como cualitativo, porque la incorporación de dos nuevos miembros, se produce simultáneamente con la redefinición de objetivos. Se trata de un acuerdo general, en este bloque de países democráticos que, a su vez, se ve reforzado por los altos niveles tecnológicos de su industria militar (unos más que otros) y el background científico de sus sistemas formativos, en particular del sistema alemán. Todo ello adquiere sentido por el principio democrático, entendido como un modo de vida, común a los países miembros de OTAN. Este principio unifica no únicamente a los Estados en cuestión, sino también a éstos con sus respectivas sociedades. La fuerza que esta última unión genera se ha observado en Ucrania, por cuanto obtuvo de ahí la contundencia para enfrentar, desde la invasión, al aplastante poderío militar de Moscú.
Al contrario, tanto en Rusia como en China, estos elementos tecnológicos, científicos, políticos e ideológicos, exhiben una menor consistencia. Rusia orienta grandemente su estrategia en el poderío bélico con el que cuenta, ya que las sanciones internacionales han relegado sus relaciones comerciales a condiciones en las que no puede competir con occidente. En el ámbito económico, productivo y financiero la debacle se acerca de manera inevitable, mientras que en el terreno político internacional, el margen de maniobra es muy pequeño y le relega a un papel segundario frente a China. El resto de aliados con los que cuenta Rusia no tienen mayor gravitación en el ámbito mundial.
Así las cosas, su único aliado importante viene a ser China, quien también cuenta con un considerable poder militar; pero, a diferencia de Rusia, presenta relaciones comerciales más consistentes y una mayor presencia en el ámbito político internacional. Sin embargo, incluso la alianza entre ambos países no parece suficiente como para enfrentar a la OTAN y mucho menos hacerlo, sin que el conflicto, a la vez, les destruya a ellos mismos. Por ese motivo añoran sumar a sus filas al denominado bloque BRICS de países (otrora, en algunos casos,) emergentes: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Se trata de una estrategia infantil, propia de regímenes totalitarios, para quienes simplemente no existe la diversidad, ya que los países del BRICS son tan diversos que no es serio pensar en un bloque, liderizado por China y Rusia.
Volvamos a las ideas iniciales. La disputa de fondo gira en torno al nuevo orden global; orden en el que ya comienza a vislumbrarse algunas tendencias, principalmente en los campos económico, comercial y militar. En algunos casos se trata de tendencias posibles de ser revertidas a lo largo de la disputa, como las tendencias en los campos económico y comercial, y en otros de tendencias muy difícilmente de ser revertidas, como la del campo militar.
Debido a la opción militar escogida por Rusia (y secundada por China) para el reordenamiento global, es poco probable que se revierta esa tendencia, luego del fortalecimiento de la OTAN. Y dentro de ésta, resulta más difícil pensar que la tendencia hacia la conversión de Alemania en una potencia militar, sea factible. Por tanto, en la disputa en curso, las principales fichas para la partida acaban de ser acomodadas y les espera una larga partida.
Omar Qamasa Guzmán Boutier es escritor y sociólogo