Los resultados del Censo 2012 causaron gran sorpresa debido a la disminución del porcentaje de autoidentificación étnica en Bolivia, donde solo el 41% de los bolivianos dijo pertenecer a una nación o pueblo indígena originario campesino o afro boliviano (21% menos en relación al Censo 2001). Según la Encuesta de Hogares 2021del total de los consultados solo el 26,5% declaró pertenecer a alguna nación o pueblo indígena originario campesino o afro boliviano (NPIOC); el 17,6% de esa cifra se encontraría en el área urbana y el 47,8% en el área rural y las personas con más de 40 años, serían los que tienen una mayor pertenencia con alguna NPIOC, en contraste con los grupos etarios más jóvenes. Aunque los datos mencionados no niegan la diversidad étnica en Bolivia, si evidencian una pérdida en la autoidentifcacion étnica en los jóvenes de padres indigenas ocasionado entre otros factores por los efectos negativos de los procesos de migración a los centros urbanos, así como por la discriminación y en algunos casos por la movilidad social que viven en la ciudad.
Pero en el contexto del próximo Censo ¿Cuáles serían los criterios conceptuales que permiten identificar a una persona como indígena? Necesariamente ¿tendría que vivir en un territorio indígena? ¿tendría que ser parte de una organización indígena? ¿tendría que saber hablar un idioma indígena? o incluso ¿tendría que necesariamente vestirse con la ropa típica de un pueblo indígena?
Al respecto el Convenio Nº 169 de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) establece tres criterios objetivos y un criterio subjetivo que permiten identificar cuando una persona puede autoidentificase como indígena. Los criterios objetivos se refieren: 1) al origen común, a la existencia de ancestros comunes y de un tronco histórico originario, y alude, entre otros factores, a la memoria social y colectiva de los pueblos, la relación con su historia y la vigencia del pasado como una recreación y actualización permanente; 2) al apego a la cultura de origen, a la organización social y política, al idioma, al arte, a las prácticas religiosas, al estilo de vida y a la forma de relacionarse con el entorno, entre otros temas y; 3) a su territorialidad, dimensión ligada con la herencia ancestral y la memoria colectiva de los pueblos indigenas, así como a la ocupación de tierras ancestrales y los vínculos materiales y simbólicos que se inscriben en ella.
El criterio subjetivo, por su parte, se refiere a la autoidentificación y al autorecocimiento con un pueblo o nación indígena y su identidad. Esta dimensión se refiere al ejercicio efectivo del derecho de autodefinirse como perteneciente a un pueblo, al desarrollo de la conciencia individual (conciencia étnica) de pertenencia a un pueblo indígena y al sentido de pertenencia a un pueblo indígena. Este último criterio, tiene efectivamente una “importancia fundamental” al momento de que una persona se reconoce o se ve a sí mismo como indígena o parte de un pueblo o nación indígena. En este contexto, diferentes estudios mencionan que la autoidentificación es el criterio más importante para que una persona pueda identificarse como indígena, mientras que los otros criterios objetivos son importantes, pero son básicamente indicativos.
En este punto conviene precisar que el hecho de que una persona sepa o no hablar un idioma indígena, no necesariamente es sinónimo sea o no sea indígena. Por ejemplo, en el Paraguay la mayoría de su población habla guaraní, pero no todos se sienten parte del pueblo indígena guaraní. Lo mismo pasa en Cochabamba, donde muchos hablan quechua, pero no todos ellos no se identifican como indigenas quechuas. Asimismo, en Chuquisaca pasa algo similar, donde los integrantes de la nación Yampara que hablan quechua, no se sienten parte de la nación quechua, aunque sí hablan quechua.
Por otro lado, es necesario mencionar que muchas personas que se autoidentifican como indigenas en las principales ciudades, no necesariamente visten de manera folclórica con sus atuendos típicos de sus pueblos, no están con flechas y usando taparrabos. Muchos de ellos son choferes, albañiles, pintores, plomeros, comerciantes, pero también son profesionales, empresarios, intelectuales, etc. Se dedican a la agricultura, siembran y cosechan, quinua o yuca, pero también son diestros en el manejo de tecnologías modernas, e incluso las inventan. Muchos de ellos se esfuerzan por mandar a sus hijos a la universidad; algunos intentan aprender un idioma extranjero, o al menos que sus hijos lo hagan, para que se desenvuelvan mejor en un mundo cada vez más globalizado.
Sin embargo, lo mencionado anteriormente no niega la realidad de que muchos indigenas viven en el país en condiciones precarias, excluidos, abandonados y se enrolan al trabajo informal, sin seguridad y derechos, que se dedican a la venta de artesanías, la mendicidad y algunas por la necesidad viven sometidas al comercio sexual y, que en el área rural de La Paz, Santa Cruz, Cochabamba, Beni, Pando y Tarija también se encuentran los Pueblos Indígenas en Alta Vulnerabilidad, “aquellos en riesgo de etnocidio y desaparición física como resultado de sus relaciones asimétricas con las sociedades y culturas dominantes y la agresión que sufren contra su organización social, su economía, su cosmovisión, sus recursos naturales y su territorio” (Diez Astete, 2015). Tales como los Pacahuara, Sirionó, Esse Ejja, Chacobó, Cavineño, Yaminahua, Machineri,Ayoreos, Moré, Canichana, Cayubaba, Baure,Weenayek, Tapiete, Mosetén, Araona, Yuqui y Ayoreo.
Juan Pablo Marca es sociólogo e investigador del CEJIS