
En una reciente catequesis de los miércoles (2014/04/02) el Papa Francisco ante numerosos fieles congregados en la Plaza de San Pedro se refirió al matrimonio como “el sacramento que nos lleva al corazón del plan de Dios, que es un plan de alianza, con su pueblo, con todos nosotros, un plan de comunión”. Estas palabras posiblemente sorprendan a muchas personas para quienes el matrimonio es simplemente una unión, más o menos circunstancial, entre el varón y la mujer o incluso, como algunas ideologías pretenden, entre dos varones, dos mujeres u otras variaciones.
Las palabras del Papa sorprenden aún más cuando afirma que “este Sacramento nos conduce al corazón del diseño de Dios, que es un diseño de alianza con Su Pueblo, con todos nosotros, un diseño de comunión. Al principio del libro del Génesis, el primer libro de la Biblia, como culminación del relato de la creación se dice: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó... Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne». (Génesis 1, 27; 2, 24).
“La imagen de Dios es la pareja matrimonial, es el varón y la mujer. Los dos. No sólo el varón, el hombre, no sólo la mujer, sino los dos. Y esta es la imagen de Dios. Y el amor y la alianza de Dios en nosotros está allí. Está representada en aquella alianza entre el hombre y la mujer. Y esto es muy bello. Hemos sido creados para amar, como un reflejo de Dios y de su amor. Y en la unión conyugal el hombre y la mujer realizan esta vocación en el signo de la reciprocidad y de la comunión de vida plena y definitiva”.
“Cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del Matrimonio, Dios, por así decir, se «refleja» en ellos, les imprime sus propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. Un matrimonio es el icono del amor de Dios con nosotros. ¡Es muy bello! También Dios, de hecho, es comunión: las tres personas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en unidad perfecta. Y es justamente este el misterio del Matrimonio: Dios hace de los dos esposos una sola existencia -y la Biblia es fuerte, dice «una sola carne»-, así de íntima es la unión del hombre y de la mujer en el Matrimonio. Y es precisamente este el misterio del Matrimonio. El amor de Dios que se refleja en el Matrimonio, en la pareja, que deciden vivir juntos. Y por eso el hombre deja su casa, la casa de sus padres, y se va a vivir con su mujer y se une tan fuertemente a ella que se convierte -dice la Biblia- en una sola carne, no son dos, son uno”.
No es la primera vez que un Papa se refiere al matrimonio como icono del amor de Dios Trinidad. El muy querido Juan Pablo II publicó en 1994, Año Internacional de la Familia, la Carta a las Familias, documento considerado como el más sincero y personal de su pontificado. En él desvela el gran misterio de la relación entre el Nos Trinitario y el nosotros humano familiar: “A la luz del Nuevo Testamento es posible descubrir que el modelo originario de la familia hay que buscarlo en Dios mismo, en el misterio trinitario de su vida. El «Nosotros» divino constituye el modelo eterno del «nosotros» humano; ante todo, de aquel «nosotros» que está formado por el varón y la mujer, creados a imagen y semejanza divina” (Carta 6).
Ambos Papas, Francisco y Juan Pablo II, se refieren a un gran misterio, todavía por desvelar. El matrimonio y la familia son la obra suprema de la creación. Dios, después de haber creado todas las cosas y los animales, creó al hombre (Adam), varón y mujer, a su imagen y semejanza, ordenándoles que fuesen fecundos (Gn 1, 28). Esta imagen humana remite a Dios como la Familia Trinitaria. Este misterio escondido durante siglos comienza a desvelarse en la encarnación, cuando Dios Padre juntamente con el Espíritu Santo (en hebreo: “Rúaj” Santa) determinan la encarnación del Hijo en el seno virginal de Virgen María, desposada con José, quien por disposición divina será el padre adoptante de Jesús. De esta manera se constituye la Sagrada Familia de Nazaret como el primer icono sacramental de la Familia Divina.
Lamentablemente las corrientes culturales predominantes, exageradamente erotizadas, publicitan el sexo simplemente como un momento de placer, fuente de lucro y de inmoralidad. Muchas personas tienen relaciones sexuales como un pasatiempo o diversión o simplemente como una unión pasajera o temporal, desconociendo la santidad del matrimonio y su importancia crucial para el correcto desarrollo de las personas y de los pueblos. Por todo ello la Iglesia Católica se ha constituido en la gran defensora del matrimonio y de la familia, imagen viva de la Trinidad.