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Opinión

MAS: De la fortaleza a la debilidad

18 de Febrero, 2020
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OMAR QAMASA GUZMAN BOUTIER
En el actual proceso político electoral y en medio del reacomodo partidario, hay una constante sobrevalorada: la presencia electoral del otrora gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) y en particular de su principal dirigente, Evo Morales. En realidad se trata de una presencia que durante largo tiempo se ha beneficiado del peso del pasado. En un momento dado, las protestas sociales permitieron al MAS y a su dirigente, asentarse en la cresta de las protestas, en contra de las políticas “neoliberales” implementadas por Gonzalo Sánchez de Lozada, principalmente. Por ello conviene recordar los antecedentes que dieron lugar a tan alta valoración de este partido político. La percepción que este partido mantiene el mismo caudal electoral aun hoy en día, sigue acompañándole. En segundo término y a raíz del caudal político-electoral del cual se benefició, es interesante volver la reflexión en torno a las razones que explican la fortaleza electoral que al MAS todavía se le atribuye. Solamente en este marco, finalmente, será posible dimensionar la importancia o incidencia que pueda tener el partido de Morales, tanto en lo interno como en lo externo, en la actual contienda electoral. 

Como adelantamos, los antecedentes del poderío electoral que el MAS mostrara se encuentran en las protestas sociales de los primeros años de este siglo (2000 – 2005). Recordemos que se trató de protestas sociales organizadas básicamente por el sindicalismo rural, agrario, en todas sus versiones: campesinos, mujeres campesinas, productores de coca, regantes, colonizadores. En torno a este núcleo se articuló una voluntad nacional-popular que devino en un verdadero amago pre-insurreccional. En ese período, fue claro que todos los partidos políticos, incluido el MAS, no sólo estuvieron ausentes como dirección política, sino que tuvieron que subordinarse a la dirección política que imprimían las organizadores sindicales. Y en la conversión del accionar de éstas a organismo político (el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos – IPSP) -en el caso de Morales- la prevalencia de los sindicatos continúo presente en todo lo que a movilización social interna (y no a la ejecución de las políticas gubernamentales) se refiere. 

En gran medida la prebendalización de la dirigencia sindical, de las bases sociales (con la ejecución de obras civiles más destinadas a la propaganda política) y la abierta corrupción de los dirigentes, fueron los mecanismos por los cuales se mantuvo esa prevalencia. Como se comprende, la imagen de una fuerte presencia electoral y política del MAS tuvo propósitos propagandísticos y sirvió a varios propósitos concatenados. Primero, encubrir la pérdida de convocatoria social de este partido; pero aun así, como se recuerda, en muchísimas oportunidades las bases simplemente han rebasado a sus direcciones sujetas por la prebenda al entonces gobierno de Morales, dejando al desnudo la pérdida de convocatoria. Tuvo también el propósito de persuadir a los partidos de oposición, respecto a la (falsa) fortaleza que representaría el MAS. En definitiva, la movilización nacional-democrática que dio fin con la dictadura masista, ratificó lo que los dirigentes de este partido pretendían encubrir. Pero, a pesar de ello, en algunos destinatarios de la mentira, ésta todavía siguió asumiéndosela como cierta. Algunos países como México, Argentina, Venezuela, Cuba e incluso algunos organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la Unión Europea (UE), el relator del Secretario General de las Naciones Unidas (ONU), simplemente continúan asumiendo al partido de Morales como uno de los referentes políticos y electorales de este país, prestándole todo tipo de apoyo para ayudar a cubrir su llamativa desnudez.

Al desgaste por la gestión gubernamental corrupta y delincuencial, se suman los desaciertos y la falta de proyecto nacional de desarrollo, serio para el país. En realidad, el programa de gobierno de ese partido en gran parte no fue sino la conjunción de propuestas que en el pasado, partidos tales como el MNR o el del ex -dictador, gral. Hugo Banzer, ADN, habían tratado de impulsar. Se entiende que aquellas propuestas correspondían, a su vez, a proyectos de país, distintos al que decía representar el MAS. Por otra parte, respondían también a estadios de desarrollo diferentes del capital, tanto en el plano mundial como en el interno. Por ello puede hablarse de verdaderos anacronismos en varias iniciativas que el MAS impulsó y que no sirvieron ni para fachada política y menos como proyectos de desarrollo. Ahí se encuentran proyectos tales como el de la fábrica de plásticos a partir de los hidrocarburos, en un momento en el que el mundo entero comienza a dar la espalda a los plásticos, por su dañino efecto sobre el medio ambiente. Las cementeras, que con propósitos electorales, demagógicamente el gobierno del MAS ha sembrado en varias ciudades capitales de departamento, sin hablar de las obras que sirvieron simplemente de maquillaje, como tantísimos tramos de la red caminera principal. 

Lo que ha reducido, pues, la fortaleza de este partido, no han sido las oposiciones de los partidos, en el congreso nacional, ni siquiera las oposiciones de la ciudadanía -estas, ciertamente, de grandísima importancia para el desgaste que comentamos-, sino su falta de proyecto nacional. La propuesta de Morales y compañía comenzaba y terminaba en la conformación de una dictadura personalísima y la proliferación de grupos delincuenciales de apoyo, como capacidad de decisión política. Resulta difícil entender un comportamiento tan errático sin este componente personal. Lo mismo, pero, al mismo tiempo habla de un agrupación política débil, sin ningún desarrollo interno, retrasado en relación al resto de las organizaciones políticas y por tanto, sin ninguna capacidad propositiva. Un proyecto político cualquiera, que asiente su fortaleza en la presencia de un líder, es un proyecto político débil, cupular y por tanto sin viabilidad política nacional democrática; salvo, claro, en el marco del totalitarismo antidemocrático. 

En los efectos de encubrimiento de la debilidad masista, tampoco debe olvidarse el peso que tiene la estructura institucional que el país hereda del desgobierno de Morales. Un aparato estatal desinstitucionalizado, cuyos mayores lastres para la democracia (y de beneficio directo al MAS) se encuentran en el poder judicial y en la fiscalía. Más allá de la ausencia del aliento respirándoles en la nuca, que hoy los operadores de estas instituciones ya no necesitan sentir, es evidente que hay en ellas criterios que dan a entender que los tiempos procesales y los tiempos para la actuación institucional frente a tantísimas denuncias en contra del partido de Morales, son administrados políticamente. Conviene adelantar sobre este tema una hipótesis de trabajo; las instituciones estatales, a lo largo de su trayectoria misma, van tejiendo lógicas particulares que no necesariamente corresponden a la lógica general del Estado y menos a la de los operadores estatales de turno (o sea, a la de los partidos de gobierno). Esta agregación se opera, como vemos, de manera autónoma en una (o varias) área(s) del aparato estatal y nos remite a distintas características estatales; entre ellas, las más importantes en el plano teórico, el de la independencia de la superestructura con relación a la estructura económica, por un lado y por otra, el de la agregación de una lógica institucional propia, a partir de los intereses particularísimos de sus administradores de turno. Es cierto que puede señalarse que se trata de un dato imposible de ser comprendido, al margen del contexto temporal, político e institucional que vivimos, pero lo cierto es que la manifestación de la administración del tiempo de los procesos según agenda política particular, nos habla de aquella independencia y de esa agregación. 

Así las cosas, puede decirse que las cartas, en lo que al diseño macro del reordenamiento político partidario se refiere, ya están echadas. Las primeras actuaciones pre-electorales del MAS incluso nos liberan de la necesidad de profundizar en el análisis. Las candidaturas al parlamento de Morales, Salvatierra y otros, son una ofensa no tanto al país, sino a los propios adherentes de este partido. El mensaje es claro; no importa el respecto al electorado y menos a los propios votantes, porque la imposición de aquellos candidatos responde, a las claras, a cálculos políticos personales y no tienen nada que ver con un proyecto de renovación partidaria y menos a un proyecto democrático, de fortalecimiento de la institucionalidad del país.  La debilidad de este partido, pues, se extiende hasta el presente y no tiene porqué no dejar su huella en las elecciones próximas, en términos de la merma de su convocatoria electoral. 

Omar Qamasa Guzman Boutier es escritor y sociólogo

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