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Opinión

Los demonios mediocres

6 de abril, 2023 - 18:11
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GABRIELA CANEDO

“Pienso que existen estos demonios absolutos pero creo que si logran sus operaciones destructivas es porque estos demonios absolutos, que son pocos, se corresponden con una mayoría de demonios mediocres que, en cualquier modo podríamos ser también nosotros, que favorecemos este recorrido simplemente encongiéndonos de hombros, diciendo que no podemos hacer nada” (Simona Forti, Clarín).

En septiembre de 2022, César Apaza dirigente de la asociación Departamental de Productores de Coca (Adepcoca) fue detenido de manera brutal, en el contexto del continuo conflicto de esta organización con el ala progubernamental de Arnold Alanes, por el mercado y la producción de coca de los Yungas.

Años antes fue encarcelado el dirigente Franklin Gutiérrez. Ahora le tocó a César Apaza. Hoy en día, se encuentra enfermo, preso sin juicio ni sentencia en la cárcel de máxima seguridad, donde van los criminales más peligrosos, Chonchocoro.

Allí sufrió de una embolia provocada por la tremenda paliza y tortura que recibió en el momento de su detención, sostiene Apaza. En la audiencia de “acción de libertad” por su delicado estado de salud, la justicia nauseabunda le negó la posibilidad de defenderse en libertad. Y enmanillado a la camilla, con medio cuerpo paralizado, se lo tiene en una celda de dos por dos metros que comparte con otros reos. No está recibiendo las sesiones de fisioterapia necesarias, y se está vulnerando su derecho humano a la vida. La justicia sometida al poder político de turno resulta ser el mismísimo infierno para los presos políticos y chivos expiatorios que denuncian al Gobierno o no se cuadran ante él: ya lo vimos con Marco Aramayo, Elvira Parra, Franklin Gutiérrez y ahora César Apaza.

Hanna Arendt y Simona Forti, estudian la banalidad del mal y la íntima relación entre mal y el poder. Forti se refiere a los demonios mediocres, estos cunden y se camuflan en gente normal. En los casos mencionados, estos demonios mediocres, podrían ser un juez, un magistrado, un director penitenciario, un médico, que simplemente cumplen su deber y ni se les pasa por la cabeza que están incurriendo en la vulneración de los derechos humanos de sus víctimas, y ni se percatan de las consecuencias de sus actos. El mal causado por la política y el poder, a diferencia por ejemplo del sufrimiento inevitable ocasionado por un fenómeno natural, es un “sufrimiento inútil” porque es causado por unos seres humanos sobre otros, por tanto, podría evitarse. Y de estos demonios mediocres, la política está abarrotada

Hanna Arendt que acuño el término “la banalidad del mal” se refiere a cómo un sistema de poder político puede trivializar el acto de mirar la vida como algo a quien cualquiera puede dar muerte, cuando se lo realiza como un procedimiento burocrático ejecutado por funcionarios incapaces de pensar en las consecuencias éticas y morales de sus propios actos. El mecanismo de funcionamiento de la banalidad del mal se da a través de la normalización de las razones y motivaciones que la sustentan. Éstas se banalizan. Quienes las ejecutan, quieren agradar a sus superiores (jueces y magistrados fieles al gobierno de turno), se ciñen a la norma sin importarles los riesgos que corren las vidas de los presos detenidos injustamente. Ateniéndose a la “legalidad”, o incluso tergiversando la regla producen el universo del mal político.

Hoy, es inhumana la situación de César Apaza, como fue la de Marco Aramayo. En medio de demonios abominables y mediocres que nos engañan con sus atuendos abogadiles, y discursos legalistas, el mal discurre, se extiende desmesuradamente, pudre la política y repercute en la sociedad. Si nosotros, los ciudadanos de a pie no hacemos nada, y creemos que “basta no ver” para estar eximidos y no tener responsabilidad, a sabiendas de lo que está ocurriendo, nos habremos convertido en uno de ellos: demonios mediocres, apáticos, inhumanos y abominables.

Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga

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