
La gestión de crisis es un arte, y el gobierno boliviano ha decidido practicarlo con un método que mezcla negación de la realidad, soluciones simbólicas y un optimismo que desafía las leyes de la economía. Ante la falta de dólares, la dependencia extrema de importaciones y una política energética diseñada con el rigor de una profecía maya, el Ejecutivo ha elaborado un decálogo de medidas que, en lugar de solucionar el problema, buscan normalizarlo. Es, en términos técnicos, la institucionalización del "aguantarse nomás".
Reducción del uso del parque automotor estatal en un 50%. Si no hay suficiente combustible, la solución no es aumentar la oferta, sino reducir la demanda. Es la versión gubernamental de la dieta forzada: si hay menos pan, coman menos. Bajo esta lógica, la próxima medida será reducir el oxígeno estatal en un 50% para optimizar la respiración burocrática. Además, queda la inquietud de cómo se determinará qué vehículos seguirán circulando. ¿Se decidirá por sorteo? ¿Se implementará un sistema de rotación vehicular basado en el horóscopo chino?
Incremento de la distribución de combustible del 50% al 80% en estaciones de servicio. Si la magia de los números tuviera premio Nobel, esta medida se llevaría el galardón. Si la gasolina escasea porque no hay dólares para importarla, incrementar su distribución es tan efectivo como repartir boletos para un vuelo que nunca despegará. La matemática política tiene su propio conjunto de axiomas, entre ellos: "Si no hay, igual repartamos".
Ahora bien, ¿si no hay dólares para importar el 50%, cómo habrá para un 80%? Se autoriza a YPFB a comprar cripto dólares, lo que suena tan futurista como pretender pagar en Bitcoin en la Uyustus o la Cancha . Pero el pequeño detalle es que las plataformas de criptomonedas suelen manejar montos pequeños, y conseguir varios millones en estas transacciones es más difícil que encontrar un surtidor sin fila. Por otra parte ¿Países como Rusia o Paraguay aceptarán cripto dólares? Tal vez, pero solo si en el paquete incluyen un manual para explicarles cómo convertirlos en dolares reales.
Implementación de una aplicación de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) para informar en qué estaciones hay combustible. La digitalización es una gran herramienta… cuando hay algo que distribuir. Pero en este caso, la aplicación servirá para ubicar largas filas de autos parados. Conociendo la eficiencia del Estado en tecnología, es probable que la app sea más lenta que la fila misma. Se trata de un avance innovador: el primer software de geolocalización de la desesperanza.
Estaciones específicas para el transporte público. La segmentación del caos: en lugar de una sola fila de vehículos sin gasolina, ahora habrá dos. Se espera que esto no solo aumente la eficiencia en la espera, sino que también diversifique la frustración ciudadana. Es la aplicación del principio de diversificación del riesgo… pero en versión combustibles.
Programación de provisión para el sector agropecuario. Si no hay suficiente diésel para todos, la solución obvia es que el Estado decida quién lo merece más. La gran pregunta es: ¿bajo qué criterios? ¿Por tamaño de cultivo? ¿Por nivel de simpatía con el partido? ¿Por capacidad de insistencia en ventanilla? Seguramente en estos días ya se están formando filas de tractores y cosechadoras, esperando que les repartan la ficha de la cola.
Garantizar combustible para servicios esenciales. Un eufemismo elegante para reconocer que hemos llegado a un esquema de racionamiento brutal. No estamos en guerra, pero nuestras políticas energéticas sí lo parecen. Lo más irónico es que la única garantía real en este caso es que, con el tiempo, más sectores serán considerados "no esenciales". Se anuncian paros, marchas y bloqueos de caminos. ¿Tendrán los carros de la policía y los Nepturnos gasolina para reprimir? Porque sería un espectáculo digno de una comedia ver a los oficiales haciendo dedo a los manifestantes. Imaginen el diálogo: "Señor, necesito requisar su vehículo por el bien del orden público... pero primero, ¿me da aventón hasta la estación de servicio más cercana?".
Horario continuo en el sector público y privado, con opción de teletrabajo. Implementar el teletrabajo como estrategia de ahorro de combustible tiene sentido en un país con infraestructura digital avanzada, pero en Bolivia se asemeja más a una solución inspirada en un taller de improvisación teatral. Considerando las conexiones inestables y las oficinas públicas donde el internet es de Entel y más lento que el tráfico de La Paz en hora pico, esta medida podría traducirse en una reducción aún mayor de la productividad.
Para ilustrar el problema: si el internet boliviano fuera un animal, sería una tortuga con reumatismo y una mochila llena de ladrillos. Dicen que ciertas universidades están estudiando cómo las señales de radio tardan menos en llegar a Marte que en cargar un meme en Bolivia. El teletrabajo es una gran noticia para quienes soñaban con trabajar menos, pero no tanto para la economía, que ahora depende de cuántos minutos tardes en enviar un correo. ¡Y ni hablar de las videollamadas! En Bolivia, una reunión en Zoom es como una cita a ciegas: nunca sabes si la otra persona aparecerá o si se quedará congelada en el momento más incómodo.
Clases virtuales según evaluación de los SEDUCA. La educación virtual es una herramienta poderosa… cuando se implementa con recursos y capacitación adecuada. En un país donde la conectividad es lenta e irregular y los docentes aún lidian con el trauma de la educación remota pandémica, esta medida parece más un castigo que una solución.
Extensión del horario de Mi Teleférico en La Paz. Finalmente, una medida que realmente puede aplicarse… si vives en La Paz y tu destino está dentro del sistema de teleféricos. Para el resto del país, esta decisión es irrelevante. No genera dólares, no resuelve la crisis de combustibles y no sustituye al transporte motorizado en Santa Cruz, Cochabamba o cualquier otro lugar con calles y autos.
Reforzar el control en fronteras, estaciones y cisternas con militares. El "control de fronteras" ha sido anunciado tantas veces que ya debería considerarse un género literario propio. Sin capacidad logística ni infraestructura adecuada, esta medida es otro "saludo a la bandera". Si los militares fueran la solución definitiva contra el contrabando, Bolivia sería el país más blindado del mundo. Pero, como bien sabemos, la realidad opera con otras reglas.
Y si alguien tiene dudas sobre la efectividad de estos controles, basta con visitar Villazón, la ciudad donde el contrabando no solo es una actividad económica, sino casi una atracción turística. Como oriundo del diamante que se pule solo doy fe que si caminas en línea recta, inevitablemente cruzas la frontera sin darte cuenta y terminas regresando con un quintal de harina de La Quiaca depues de haber llevado un televisor de Villazon. Todo fluye entre cascos y bayonetas. Mientras los militares revisan minuciosamente una carreta de verduras, al lado pasa un camión cargado de mercadería "desapareciendo mágicamente" en la frontera. Es un arte de pilotos.
Conclusión: Una política energética digna de un museo. Este decálogo no busca resolver la crisis, sino administrarla con la esperanza de que la gente se acostumbre a la escasez. Es un manual inútil de la resignación. No hay un solo intento de aumentar la generación de divisas, incentivar la inversión o mejorar la eficiencia en la importación de combustibles. En su lugar, se nos pide paciencia, teletrabajo y una aplicación que, con suerte, nos dirá en qué lugar hacer fila por gasolina.
La paradoja final es que un gobierno que se autodefine como "socialista" está implementando medidas de austeridad con un rigor que haría sonrojar a cualquier tecnócrata neoliberal. Pero bueno, siempre podemos consolarnos con un buen chiste sobre la escasez de combustible:
“¿Cuál es la diferencia entre un tanque lleno de gasolina y un unicornio? Ninguna, en Bolivia ambos son criaturas mitológicas.”
El autor es economista