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Opinión

La retirada de los pensantes

15 de Junio, 2018
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ERICK R. TORRICO VILLANUEVA
Hace ya buen tiempo que el gobierno se ha quedado sin los pensantes que al principio se acercaron a la promesa de un nuevo tiempo político que se abrió tras la crisis multidimensional del lapso 2000-2005.

El fenómeno es interesante, pues se trata de algo diferente a lo acontecido en otros escenarios y circunstancias.

Así, cuando el nazismo tomó el poder en Alemania en 1933 muchos intelectuales –judíos y/o marxistas– tuvieron que huir de su país en pos de salvar la vida. Y en las décadas latinoamericanas de 1960 y 1970, cuando la región se plagó de dictaduras militares, cientos de pensadores y artistas de izquierda buscaron refugio en México o en Europa. Hoy mismo, en una faceta poco difundida, decenas de profesores universitarios, otros intelectuales, artistas y estudiantes librepensantes están siendo forzados a escapar de su Venezuela natal, encaminada a una evidente tiranía.

Esa dramática situación, caracterizada por violencia estatal, represión, persecución, cárcel, censura y aun la muerte, es lo que se conoce como la “diáspora de la intelectualidad”, hecho que lamentablemente se ha presentado también en otros diversos casos de la historia mundial.

A inicios de 1990, el sociólogo izquierdista estadounidense James Petras habló de la “retirada de los intelectuales” en referencia a la acomodación pragmática de quienes hasta ese momento habían sido acérrimos críticos del capitalismo y su forma imperialista, pero que repentinamente encontraron que el marxismo ya no era capaz de dar cuenta de las nuevas realidades –que incluían el debilitamiento del obrerismo, los partidos de izquierda y las experiencias del “socialismo real”– y prefirieron optar por sumarse al auge de las democracias de mercado. De ahí a la algarabía de la “posmodernidad” y sus derivaciones (“imperio versus multitud”, “movimientos sociales” como sustituto del proletariado o la muy reciente “posverdad”) no hubo sino unos pasos.

Para Petras, esa “retirada” consistió entonces en el “repliegue de los intelectuales del marxismo”. Los que se mantuvieron fieles a él fueron considerados casi piezas de arqueología o ingenuos nostálgicos.

En ese mismo tiempo, y como parte de la acelerada expansión del marketing político-electoral y la “vídeo-política” estadounidenses, se produjo una nueva retirada intelectual: los medios masivos, convertidos en centro de la acción y la visibilidad políticas, generaron una camada de seudo-intelectuales  –presentadores de TV, políticos retirados, aspirantes a políticos, políticos en función de gobierno, etc.– que se erigieron en la “palabra autorizada” y ocuparon espacios no sólo informativos sino también de entretenimiento. El sociólogo crítico francés Pierre Bourdieu aludía a esos personajes como protagonistas del fast-thinking (“pensamiento rápido”), en analogía con los ofertantes de la comida lista para servir o llevar (fast food).

Esos “pensadores” reemplazaron y desplazaron a los intelectuales y banalizaron los análisis de la realidad social respondiendo a criterios de urgencia e impacto mediático.

Sin embargo, lo ocurrido en Bolivia con pensantes que incluso se arriesgaron a ejercer funciones públicas difiere de las experiencias presentadas pues más bien se trató de una retirada por desengaño y frustración, pese a que varios pagaron su salida con descrédito, desempleo y hasta persecución. Los pocos que quedan en el oficialismo dan muestras de haber renunciado a su intelectualidad y estar reducidos a meros propagandistas.

Erick R. Torrico Villanueva es especialista en Comunicación y análisis político.

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