
El pasado 12 de febrero fue asesinado en su casa el dirigente del pueblo leco Francisco Marupa. El autor confeso del crimen, un joven de 20 años que no habla castellano, dijo inicialmente que fue contratado para segar la vida de Marupa.
Varias organizaciones indígenas, como la Central Indígena del Pueblo Leco de Apolo (CIPLA), la Central de Pueblos Indígenas de La Paz (CPILAP) y la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegida (CONTIOCAP), hicieron conocer su voz de protesta por el asesinato que, presumen que tiene que ver con su condición de defensor intransigente de la Madre Tierra y, consiguientemente, con la incomodidad que ello causaba a mineros ilegales y traficantes de tierras. También la Unión Europea y sus países miembros, condenaron el hecho y exigieron investigación imparcial y sanción a los autores del crimen.
El gobierno, por su parte, por intermedio del ministro de Gobierno se apresuró a descartar cualquier vinculación del crimen con los depredadores de la Madre Tierra y señaló que el asesinato tuvo motivaciones personales. Triste papel de los gobiernos del MAS que dicen defender a la Madre Tierra y representar a los pueblos indígenas y no hacen nada en su favor, sino precisamente todo lo contrario.
Lo cierto es que Marupa defendía a ultranza a la Madre Tierra y, en particular, al parque nacional Madidi, que se considera la más grande reserva de biodiversidad del planeta y por el cual tanto hizo y hace la activista Rosa María Ruiz, quien con pesar dice ahora que la minería ilegal lo ha destruido y continúa haciéndolo.
Marupa no es el primer asesinado (¡ojalá fuera el último!) por defender el medio ambiente. El mismo camino siguieron los siguientes lideres:
Eduardo Mendúa, de la nación A’i Cofán (Ecuador), asesinado a tiros frente a su vivienda el 26 de febrero de 2023 por oponerse abiertamente a la extracción de petróleo autorizada por el gobierno ecuatoriano.
Phanor Guazaquillo, una autoridad en temas ambientales y restitución de tierras del departamento de Putumayo, Colombia, el 3 de diciembre de 2023, por un sicario le disparó mientras salía de las exequias fúnebres de Manuel Carlosama, otro líder indígena, en la zona urbana de Puerto Asís. (Colombia registra el mayor número de casos de asesinatos des líderes ambientales).
Benjamín Flores Ríos, líder kakataibo de la comunidad nativa Mariscal Cáceres, en Perú, asesinado el 17 de diciembre de 2023, también por defender la tierra. Una semana antes, había sido amenazado por los cocaleros de la zona.
Paulo Paulino Guajajara, defensor ambiental indígena en Brasil, fue asesinado en noviembre de 2019 por madereros ilegales en el territorio indígena de Arariboia.
Bertha Cáceres, defensora ambientalista hondureña, asesina el 3 de marzo de 2016 por su oposición a la construcción del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca, una represa en el río Gualcarque, Honduras.
La lista podría continuar y se necesitarían varias columnas como ésta para dar cuenta de todos los casos de defensores ambientalistas asesinados por defender a la Madre Tierra. Pero, hoy se trata de reflexionar acerca de los móviles que impulsan a la comisión de estos execrables delitos.
Las razones de fondo están en la oposición entre dos proyectos civilizatorios que pugnan en el mundo actual. Uno de ellos, fincado en la ganancia ilimitada de dinero, a costa de la explotación de la mano de obra (que llega incluso a la esclavitud), el irrespeto a los derechos de los pueblos indígenas y la depredación del medio ambiente. Es el proyecto de la modernidad, que considera que la Tierra es una fuente inagotable de recursos y que sus defensores son charlatanes que no merecen la menor consideración. Es el proyecto del “dime cuánto tienes y te diré quién eres”.
El otro proyecto busca plasmar el desarrollo sostenible entendido como “toda acción destinada a mantener las condiciones energéticas, informativas y físicoquímicas que sustentan a todos los seres, especialmente a la Tierra viva, la naturaleza y la vida humana para asegurar su continuidad y atender las necesidades de la generación presente y de las futuras, de tal forma que se mantenga y enriquezca el capital natural en su capacidad de regeneración, de reproducción y de coevolución”. Es el proyecto que busca construir un mundo basado en la fraternidad, la solidaridad y la cooperación mutua, respetando los derechos humanos de todas las generaciones que son también un logro de la humanidad.
No será fácil, pero seguramente se podrá conseguir hacer realidad este segundo proyecto. Ese será el mejor homenaje a Francisco Marupa, a todos los líderes indígenas asesinados por su defensa de la Madre Tierra y a todos quienes, de una u otra manera, dan su tiempo, su esfuerzo y su vida por construir un mundo mejor.
Descanse en paz y goce de Dios, Francisco Marupa, defensor de la Madre Tierra.
El autor es abogado