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Opinión

Entrada del incremento salarial: música, comparsa y… ¿desempleo?

9 de Marzo, 2025
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Si alguien pensaba que el carnaval terminó, que se acomode bien la careta de diablo, porque apenas comienza la gran entrada de la comparsa del incremento salarial. ¡Vamos todos al desfile, con discursos heroicos, amenazas sindicales y serpentinas de emisión monetaria!

Para calentar motores, empecemos con dos definiciones clave, sin anestesia ni eufemismos. Reposición salarial: consiste en ajustar los sueldos para compensar la inflación del año pasado, manteniendo así el sacro santo poder adquisitivo. Incremento salarial: ocurre cuando el reajuste salarial supera la inflación, dándole al trabajador más capacidad de compra, al menos hasta que los precios reaccionen. Mejora el salario real.

Ahora, veamos la coreografía económica en detalle. Supongamos que alguien gana 1.000 Bs. Con una inflación del 9,97 %, su capacidad de compra se reduce en 99,70 Bs. Es decir, el equivalente a unas 200 marraquetas (unidades de medida oficiales en la economía doméstica). Si en marzo le aumentan el sueldo en esa misma proporción de manera retroactiva a enero 2025, podrá seguir comprando lo mismo que en 2024. Si el gobierno, en su infinita generosidad, decreta un incremento del 11 %, la persona tendrá 20 sarnitas extra al que gana Bs. 1.000 … hasta que vuelvan subir los precios, claro. En los últimos años, el gobierno ha sido bastante generoso con la reposición salarial y ha hecho incrementos reales al salario mínimo. Este subió de Bs 500 a Bs 2.500 entre el 2006 y 2024 en términos nominales.

El tradicional teatro sindical. Como cada año, la ex gloriosa COB—ese monumento al sindicalismo revolucionario—lanzará su ya tradicional show de reivindicaciones. Pedirá un 40 % de aumento con la solemnidad de quien exige justicia divina. Jurarán que irán “hasta las últimas consecuencias”, se llenarán de épica proletaria, amenazarán con huelgas y bloqueos, y se indignarán ante la más mínima sugerencia de moderación.

Sin embargo, en los pasillos del poder, la coreografía cambia. La COB y el gobierno han ensayado bien sus pasos. En público, los dirigentes sindicales exhibirán sus plumas de pavo real; en privado, se volverán tiernas palomas del proceso de cambio. El acuerdo se cerrará con un incremento razonable, en torno al 10 %, y la infaltable foto oficial en las escalinatas de la Casa Grande del Pueblo. Ahí estarán todos, con cascos de minero, chamarras de cuero y chullos, celebrando una victoria tan revolucionaria como predecible.

Pero, como siempre, hay un pequeño detalle. Este generoso incremento salarial aplica solo para el 20 % de los trabajadores que están en el sector formal, de los cuales la mitad son empleados públicos. Para ellos, esta es una gran noticia. Para el 80 % restante, que sobrevive en el sector informal, la única ley aplicable seguirá siendo la de la oferta y la demanda de trabajo. Es decir, el reino de Adam Smith y su mano invisible seguirá operando con la indiferencia habitual.

El gobierno, como ya es costumbre, resolverá el problema del aumento salarial en el sector público con emisión monetaria. Es decir, el Banco Central de Bolivia imprimirá más billetes, aumentando la cantidad de dinero en circulación sin que haya más bienes y servicios disponibles. ¿El resultado? Inflación.

En el sector privado, el panorama es más complicado. Las grandes empresas con cierto poder de mercado trasladarán el costo del aumento salarial a los precios, así que el generoso incremento lo pagará el consumidor y subirá la inflación. Pero para las pequeñas y medianas empresas, el golpe será mucho más duro. Muchas reducirán personal, otras migrarán a la informalidad y algunas simplemente cerrarán.

La espiral inflacionaria y la tragicomedia anual. Como si todo esto no fuera suficiente, este incremento salarial—ya sea reposición o aumento real—provocará un efecto dominó:1. Aumento de costos: los empresarios suben precios para compensar los salarios más altos.2. Aceleración de la inflación: los consumidores ven que todo cuesta más y piden aumentos salariales más altos el próximo año. 3. Más emisión monetaria: el gobierno, sin recursos reales, imprime billetes para cumplir con sus obligaciones.

Es un clásico círculo vicioso: la comparsa revolucionaria avanza otro paso firme hacia el “luminoso proceso de cambio” (léase: más inflación y más desequilibrios macroeconómico). 

El desenlace de esta obra es conocido. El gobierno decretará el incremento salarial, los sindicatos celebrarán su triunfo histórico, y el ciclo seguirá su curso. En el corto plazo, los asalariados formales sentirán un alivio. Pero en unos meses, cuando los precios hayan absorbido el aumento, volverán a la misma incertidumbre.

En resumen: el gobierno meterá el reajuste salarial por el bolsillo izquierdo, pero el aumento de precios se lo comerá el salario por el bolsillo derecho. Y así, como en toda buena entrada folclórica, la música seguirá sonando, el desfile continuará… y el pueblo seguirá bailando al ritmo de la inflación.

Los grandes ausentes y los grandes paganinis. En esta tradicional comparsa del incremento salarial, hay un grupo que nunca es invitado al convite: los emprendedores y empresarios. Mientras el gobierno y los sindicatos negocian con la emoción de una diablada bien ensayada, ellos quedan como los grandes “paganini” de la fiesta. Porque, claro, alguien tiene que financiar el espectáculo, y como en todo buen carnaval, siempre hay quien paga la banda sin haber pedido la canción.

Si alguna vez llegara a aparecer una chispa de racionalidad en este proceso, tal vez podríamos hablar de una negociación tripartita donde, además de los sindicatos y el gobierno, los empresarios también tuvieran voz. Y no solo eso: los incrementos salariales deberían estar atados a la productividad real de cada sector. 

Pongamos un ejemplo sencillo: los trabajadores públicos del sector de hidrocarburos podrían preguntarse si realmente merecen un aumento cuando la gallina de los huevos de oro, YPFB, ya está bien cocida y servida en la mesa del déficit fiscal. El año pasado, el sector de hidrocarburos se desplomó un -12 %, lo que en términos salariales equivale a que deberían recibir… ¿una reducción proporcional? Tranquilos, que nadie se alarme, que aquí los ajustes siempre son unidireccionales: hacia arriba.

Pero claro, proponer que el salario crezca al ritmo de la productividad es como sugerir que en el carnaval solo se gaste lo que realmente se tiene: un atentado contra la esencia misma de la fiesta. Así que, mientras seguimos bailando en este desfile de salarios crecientes y productividad decreciente, la economía seguirá haciendo lo suyo: ajustando cuentas con inflación, desempleo y una buena dosis de informalidad. ¡Salud!

El autor es economista