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Opinión

En torno a la noción “narco Estado”

30 de Junio, 2022
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OMAR QAMASA GUZMAN BOUTIER

En las siguientes líneas reflexionaremos en torno a la noción narco Estado, teniendo como referencia a la Bolivia, administrada por el Movimiento al Socialismo (MAS). A pesar de tratarse de un caso particular, las consideraciones en torno a la noción pueden aplicarse a otras realidades estatales y pensar en su generalización.

La noción narco Estado tiene un alcance descriptivo y explicativo, capaz de abarcar diferentes tipos de narco Estados. En principio, hace referencia a una actividad delictiva densa (es decir, a una que concentra en torno suyo a varias otras actividades delictivas como el tráfico de armas, los asesinatos, el blanqueo de dinero, etc.) articulada al Estado. Por ello nos remite a una anormalidad estatal; así, estas dos generalidades -la densidad de la actividad delictiva y la anormalidad estatal- son los marcos dentro de los cuales se comprenderá a la noción propuesta.

Distingamos dos componentes en esta reflexión: el objeto y el concepto. Siendo que este último trata de describir al primero y siendo que el objeto se encuentra conformado por dos realidades (el narcotráfico y el Estado) tenemos que “narco Estado” es un compuesto conceptual. Por ello pensaremos, primero, en torno al concepto y luego al objeto.

La noción en cuestión es una derivación del concepto matriz Estado y mantiene de éste la capacidad de referirse a distintas realidades. Hablamos del Estado moderno, caracterizado por el reconocimiento del hombre libre y la consiguiente mediación de la libertad, como elemento ideológico general. La manera de comprender cómo pueden manifestarse, en la modernidad, las distintas sociedades y sus instituciones políticas ha dado lugar a diferentes escuelas teóricas, entre las que sobresalen el liberalismo y el marxismo. Ambas reconocen que el ejercicio del poder se encuentra mediado no sólo en términos ideológicos sino también en términos institucionales y sociales, por lo cual el poder se ejerce de manera indirecta. A esta separación, en la constitución estatal, se refiere el liberalismo con la denominación de separación de poderes y el marxismo con la de independencia relativa del Estado.

Narco Estado, describe una desviación o anormalidad del Estado moderno. Este primer conocimiento que encierra la noción, refiere a las diferentes maneras en las que esa anormalidad logra manifestarse; nos dice, pero, además, que es resultado de un componente delictivo. Conviene cerrar este acápite, luego de esta somera circunscripción conceptual, anotando que la noción no es, pues, una mera adjetivación.

Hemos señalado que existen distintos tipos de narco Estados, resultado de conformaciones históricas también diferentes. Tomar como referencia el caso boliviano bajo la administración del MAS, ayudará a comparar otros tipos de narco Estados, como los de Venezuela o Afganistán. La comparación no se refiere, por supuesto, a los orígenes de las formaciones económicas, sociales, políticas e ideológicas que dieron lugar a los proyectos de narco Estados, sino a su remate final, o sea a su expresión estatal.

En Bolivia, con el proyecto impulsado por el MAS a partir del 2006, se incrementaron los cultivos ilegales de coca, principalmente en el Chapare (Cochabamba) y en Yapacaní (Santa Cruz) y se elevó la producción de cocaína. No fue la primera vez, en la historia de este país, que cocaína y política caminaran juntos. En su La veta blanca Coca y cocaína en Bolivia (1983), René Bascopé Aspiazu recuerda que en la década de 1950 y 1960, algunos altos dirigentes del entonces gobernante MNR (y por medio de ellos, grupos de la clase media), estuvieron asociados al negocio. También en la década de 1970 se presentará aquella vinculación. En esa oportunidad y con la cobertura de la dictadura del general Hugo Bánzer, se vincularon al asunto, ganaderos y agroindustriales de los departamentos de Santa Cruz y Beni, además de militares, aunque en papeles secundarios. Por último, el golpe de julio de 1980 dará lugar, según Bascopé Aspiazu, a la formación de tres círculos, repartidos en los departamentos de Cochabamba, Santa Cruz y Beni. En estos tres casos se trataba de pequeños grupos vinculados al negocio, entre los que se ventilaban, internamente, las disputas. Tal es así que, mientras que en dictadura de Bánzer los militares se encontrarán relegados a los grupos de ganaderos y agroindustriales, con la dictadura del julio de 1980 se invierte esa relación.

La novedad que se presenta con el MAS es la articulación de comunidades y regiones de productores de coca, en lo principal del Chapare y Yapacaní, además de la cobertura estatal. Ello queda ilustrado con el hecho que el presidente de los productores de coca del Chapare, Evo Morales, ejerciera simultáneamente también la presidencia del país. Los efectos del narcotráfico sobre la débil institucional estatal boliviana fueron devastadores y funcionalizaron rápidamente a la policía, al sistema judicial, al ministerio público, entre otros. En la sociedad, esa presencia produjo hechos igualmente sorprendentes. Perteneciendo los productores de coca, sindicalmente, a las confederaciones de colonizadores y de campesinos, se posicionó de manera casi inmediata una mafia sindical en las direcciones de esas confederaciones, ávida de enriquecerse gracias a la coca. A la vez se produjeron verdaderos milagros, como las de una vendedora de comida en la ruta de buses entre Cochabamba y Santa Cruz, quien, en pocos años, apareció con una fortuna de 150 millones de dólares y el mote de “la reina del norte”.

En la experiencia boliviana tenemos, entonces, una situación tanto a nivel del Estado como a nivel de la sociedad; lo cual facilitó el veloz crecimiento del narcotráfico. La desinstitucionalización de la estructura estatal para sustituirla por un esquema totalitario, explica la conversión de la “justicia”, en una repartición para beneficio del partido de gobierno. También explica la sujeción de la prensa, por medios diversos o la extensión de un manto de impunidad para protección del MAS. Todo ello habla de la situación instrumental en la que hoy se encuentra el Estado. Pese a ello, sin embargo, la parcialidad democrática de la sociedad boliviana fue capaz, en octubre del 2019, de truncar ese narco proyecto. Es este acto de dignidad, lo que lleva a la mafia sindical y a su partido, a ensañarse de forma tan cobarde y miserable con la expresidenta constitucional, Jeanine Añez, quien asumió la presidencia, por sucesión constitucional, luego de la crisis de octubre del 2019.

Venezuela y Afganistán representan otras variantes de narco Estados. Aunque el primero no es productor de cocaína, es conocida, gracias a las innumerables denuncias de la prensa independiente, su participación en la distribución. Por ello, en esta versión, al igual que en el caso boliviano, la estructura estatal es adaptada a los requerimientos del tráfico de cocaína y ello queda remarcado en el totalitarismo, la desinstitucionalización, la ausencia de seguridad jurídica, etc. En Afganistán las cosas son algo distintas. Pese a que este país, al igual que Bolivia, participa tanto en la fase de la producción como de la comercialización (del opio, en este caso), su estructura estatal se encuentra igualmente adaptada a ese fin. Aquí tenemos, pero, la mediación del discurso religioso. En este Estado islámico, la ideología religiosa resulta altamente eficaz como mediador y legitimador ante su sociedad; luego de haber aplastado, sin mayores problemas, a la oposición democrática. En esta variante tenemos, por tanto, un narco Estado recubierto por una ideología religiosa.

A manera de conclusión digamos que la noción puede generalizarse, bajo las siguientes consideraciones: describe una anormalidad del Estado moderno, ocasionada por la actividad delincuencial densa. Esa actividad tiene un efecto exponencial, en la desinstitucionalización estatal y el quiebre del tejido social. Debido a las particularidades de cada caso en los que se presenta este fenómeno, la manera en las que se manifiesta el narco Estado permite hablar de diferentes tipos de éste. Por último, anotemos que se trata de Estados que alimentan sus arcas en base a la economía ilegal, toda vez que no son capaces de hacerlo por medio de la economía legal. Esa fuente económica, por tanto, tiene como objetivo reproducir el esquema del narco Estado y no el de desarrollar la economía nacional.

Omar Qamasa Guzmán Boutier es escritor y sociólogo 

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