En el cuento “El sueño de un hombre ridículo” de Dostoievski, el protagonista se encuentra preso del ensimismamiento, la indiferencia y la pérdida de toda esperanza. Se encuentra en un estado donde ya no hay propósito o fin. Su mundo es allí, donde ya no hay amor, y donde sólo queda un pálido reflejo del hombre. El autor nos presenta un hombre que despreciaba a su prójimo, y a sí mismo. Para quien nada tenía un valor, ni respondía a una causa mayor. A este ente andante, el contacto humano que establece al haberse topado con una niña de ocho años que llorando le imploraba la escuchara y después un sueño en el que se sumerge, le revelan el sentido de la existencia y el amor, la razón por la cual vale la pena vivir. En el sueño, el hombre muere, pues se suicida. Es el contacto cercano con la muerte que le permite descubrir un mundo fantástico, utópico, donde no existen las guerras, ni la mentira, ni la dominación de unos sobre otros. Un mundo puro y libre del “pecado original”. El sueño materializa el reinado del amor y la armonía. El hombre pasa de una completa abulia a un enamoramiento con la realidad. Sin embargo, en el sueño, el hombre ridículo dio la primera mancha de pecado a los habitantes de esa bella tierra. El inicio de la caída llegó con la mentira, el hombre sale de su sinergia con su entorno y se vuelve egoísta. La violencia se vuelve la norma en la vida social. Aquellos que creían poseen una comprensión superior de la realidad sometían a los demás o los acribillaban, el culto al amor fue reemplazado por el culto al sufrimiento. El hombre ridículo se siente culpable y desea ser perdonado, pero no lo consigue. En ese momento despierta. Y lo primero que hace este hombre es clamar la verdad y se convierte en un predicador, y su único deseo es amar. El impacto del sueño fue tan profundo que deja de ver al mundo y a sí mismo como antes. El hombre ridículo renace, sale de su estupidez y llega a conocer el amor.
Mientras las líneas del cuento avanzaban, sentía que la narración retrababa a la humanidad actual. A la que la apatía, el sinsentido de la vida, la abulia, la falta de empatía, la muerte y la falta de ganas de vivir la han devorado, ¿sino cómo entender el grado de “canibalismo” al que hemos llegado?
Se dice que no hay nada que revitalice más al ser humano que la cercanía con la muerte misma, incluso si este es un acercamiento imaginario. Puesto que la proximidad a ella es lo que confiere profundidad y trascendencia a la vida. Todo el 2023 y hasta su último minuto estará marcado por la muerte. Al otro lado del mundo, particularmente en la Franja de Gaza, donde hasta el momento se han elevado a casi 21 mil los fallecidos, desde aquel fatídico 7 de octubre.
Los acontecimientos teñidos de sangre, que marcaron este año que despedimos, han sido guerras y conflictos. A la de la Franja de Gaza, se suman la guerra que aún persiste entre Rusia y Ucrania, y en septiembre se dieron los enfrentamientos entre Aserbaijan y Artsaj en el Cáucaso. Ni qué decir de los continuos enfrentamientos en África, como en: Sudán, Burkina Faso, Mozambique, entre otros. Una de las consecuencias de las guerras, conflictos violentos es que existen 114 millones de desplazados que buscan refugio, alimento y algo de seguridad.
Como en el cuento de Dostoievski, el contexto actual que vivimos es la tierra del desamor y la soberbia. Sin embargo, al ser humano no le queda más que la esperanza y la apuesta de que se puede construir un mundo mejor. Si al hombre ridículo, el amor, el contacto humano y la cercanía con la muerte le permitieron salir de su estupidez, renacer y hallar un sentido a la vida, a esta humanidad ridícula, ojalá le sea posible que el 2024 renazca y construya un contexto sin guerras, sin muertos, sin desplazados, ni dolor.
Impresiona la fortaleza del ser humano para levantarse y tener destellos de felicidad en circunstancias penosas y horrorosas como: una guerra, o la miseria, o la migración forzadas, o la prisión o un campo de concentración.
El ser humano tiene la posibilidad de que si la felicidad se frustra en unas condiciones, puede brotar de otro modo. Cuando el ser humano pasa por circunstancias tremendas como: una guerra, o la pobreza, o por la miseria, o la opresión, o por estar en prisión o en un campo de concentración, éste puede encontrar en la desgracia una brizna de gracia, decía Julián Marias. Ojalá que así sea, que el nuevo año nos traiga sueños realizables, mejores días para todos y la posibilidad de hacer de este mundo, un lugar más justo y agradable. Queridos amigos y amigas lectoras, que tengan un bondadoso 2024.
La autora es socióloga y antropóloga