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Opinión

El sentido de la moral en las religiones

17 de Enero, 2018
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IGNACIO VERA
Toda religión afirma sus bases fundamentales en un código moral, que puede ser fruto de una particularidad racial o geográfica (y aquí entran las religiones tribales y autóctonas, que no tuvieron mayor trascendencia en la historia del mundo), o de algo más trascendental como un canon humano de convivencia (y aquí se cuentan las religiones más universales, como el judaísmo, el cristianismo y el islam). Sin embargo, por muy universales que sean las premisas morales que abrigan las religiones grandes, siempre hay en ellas elementos que excluyen a partes de otros sistemas de moralidad que hay en el mundo. Es muy cierto que la moral y la ética, concebidas desde las ideas de Platón y Aristóteles, no fueron aplicadas para practicar ninguna religión; la única excepción podría ser el cristianismo, que en la Edad Media adoptó elementos grecolatinos como dechados de conducta (incluso el mismo Santo Tomás era un aristotélico). Y también es cierto que el cristianismo de hoy no es el que pudo haber sido establecido por Jesucristo, que el Islam está muy lejos de ser lo que hubo de haber algún día querido Mahoma y que el Judaísmo contemporáneo no se acerca a lo que pudo haber estatuido el viejo Moisés. Como la religión es una hechura de los hombres, y como los hombres decaen, la religión decae y se pudre.

Ese Dios al que adoran esas tres grandes religiones solamente pudo haber fundado una religión; la que fundara sobre los hombres que tienen recto corazón y noble sería ésa.

Hay un hombre que se percató de ese problema de una manera más filosófica que teológica, ese hombre se llamaba Jean-Jaques Rousseau. En el Emile, el pensador suizo establece la premisa fundamental para que solamente exista una religión que adore a ese Dios creador del Todo; dice el autor del Emile que el momento en el que la moralidad universal sea la vía para en contra la verdadera religión que los hombres deben segur, o que sea la misma religión, se llegará a Dios. ¿Vale tanto, pues, la sotana de los sacerdotes y la vida monástica? ¿Importa mucho rezar arrodillado, con la frente en el piso y mirando en dirección de La Meca? ¿Qué importancia real tienen las enseñanzas radicales de los rabinos? Esas prácticas, que son más que otra cosa elementos sociales, son el resultado de la fusión de la religión con las costumbres y las maneras, y, por extensión, son fruto de la moralidad que se va restringiendo y comprimiendo con el pasar del tiempo. La moralidad la fundan los hombres, la religión solamente es. Para decirlo más claramente, cómo visten las mujeres musulmanas, la solemnidad y la pompa de las misas católicas y las lágrimas que se vierte en el Muro de los Lamentos por un judío, son cosas que son de la moralidad, o de la secularidad, ya que la religión en sí misma es cosa muy distinta.

Hay hasta ahora, en la historia del mundo, solamente un movimiento humano ha podido comprender esa fusión que dañaba la imagen de Dios, convirtiéndola más en un ritual mundano que en una esencia inmaterial y pura: el protestantismo de hace medio milenio. El fenómeno protestante puede ser una llave para comprender un movimiento económico, si se lo lee desde la óptica sociológica, pero también es un grito en contra de la degeneración en todos los sentidos. Martín Lutero quiso desprender la religión de todo el fárrago de elementos seculares que hasta ese momento se había contaminado. Es el primero que entendió que religión era más un modo de vida que una ritualidad insubstancial, y quien dio uno de los primeros pasos para que se comprendiese que a Dios se llegaba sin la ayuda de intermediario alguno. Podría llamarse a esto practicismo religioso, ya que lo que busca el la aproximación del ser humano a la Divinidad de una forma sencilla y sin demasiadas trabas protocolares. Goethe llamó a estas actividades prácticas de la moral las «exigencias de cada día».

Hay ahora solamente un ejemplo de religión y código de moralidad secular que se han mantenido separados la una del otro: se llaman Hinduismo y Upanishads.

Ignacio Vera Rada es estudiante de latín en la Universidad de Salamanca
Twitter: @ignaciov941

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