Ir al contenido principal
 

Opinión

EL MITO DE LA TORRE DE BABEL

19 de Noviembre, 2013
Compartir en:
VICTOR CODINA S.J.

El mito de la torre de Babel que se nos narra a los comienzos del libro del Génesis (cap 11) ejemplifica la constante tentación humana de querer edificar una unidad monolítica que llegue hasta el cielo, que desafíe al mismo  Dios y a todos los enemigos: una sola lengua, una sola mentalidad, una sola religión. De aquí se deriva un pensamiento único, autoritario que persigue a los que piensan diferente, a los disidentes y esto se justifica en nombre de la cohesión y de la unidad. Frente a las minorías se establece la intransigencia y la intolerancia, lo cual conlleva un gran empobrecimiento intelectual y convivencial.

En el fondo anida el deseo prometeico de llegar a ser como Dios a través esta construcción humana, sobre todo ideológica, pero los resultados son el integrismo, el fanatismo y el totalitarismo.

Por esto dice el Génesis que Yahvé frustró este plan y confundió sus lenguas y sus intentos: Babel viene a ser desde entonces sinónimo de confusión.

Pero la respuesta bíblica auténtica a Babel se manifiesta en el relato de Pentecostés que nos narran los Hechos de los Apóstoles (cap 2). El Espíritu de Jesús desciende sobre la comunidad de los discípulos, y los pobladores de Jerusalén llegados a la ciudad santa desde todas las naciones de la tierra, entienden el discurso de Pedro cada uno en su propia lengua. Es el anti-Babel: unidad en la diversidad, respeto al pluralismo cultural y vital, un mosaico que ya no es confusión sino que refleja el misterio de un Dios uno y diverso.

Tanto Babel como Pentecostés simbolizan dos actitudes contrapuestas que afectan tanto al mundo socio-político como al religioso, tanto del pasado como del presente. Podemos hallar ejemplos tanto en nuestra sociedad como en la Iglesia de estas dos diversas actitudes, aunque a veces se camuflen bajo el pretexto de mantener la cohesión unitaria y el bien común. Pero no es difícil detectar si en nuestra sociedad se respeta a los disidentes ideológicos que no comulgan con el pensamiento único oficial, o si hay  verdadera libertad de pensamiento, de opinión, de expresión y de agrupación.

También en la Iglesia hemos pasado épocas de predominio de la torre de Babel, aunque desde el concilio Vaticano II y ahora muy concretamente con el Papa Francisco se respira una atmósfera más pentecostal de respeto al pluralismo, diálogo con los diferentes, concertación, sinceridad y el deseo de caminar juntos y unidos en medio de la diversidad.

¿Torre de Babel o Pentecostés?: “esta es la cuestión”…

Etiquetas