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Opinión

Desastre medioambiental

11 de septiembre, 2023 - 00:00
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GABRIELA CANEDO

“Los niños de Potosí siguen juntando mercurio en botellas para vender, no sé si están enfermos. Yo he vivido frente a la mina, prácticamente, vengo de los campamentos mineros y jugaba con mercurio, entonces, habría que validar datos de la universidad (…) Alguien decía: ‘yo tengo 66 años y no tengo ningún síntoma de mercurio’. Yo también le creo porque yo soy de Potosí”, dijo el ministro de Medio Ambiente durante el conversatorio “Minería aurífera: el mercurio en cuestión”. Parecería que, para él, tanto el mercurio como su nocividad no están en cuestión. Y pone en tela de juicio los datos y efectos dañinos de ese metal. Es más se puede jugar con él: ¡Pobres datos, pobre ciencia!

El ministro de Medio Ambiente debía saber de lo sucedido en Minamata (Japón) en 1956 donde un día una niña de cinco años amaneció con convulsiones y dificultades para andar y hablar. El director del hospital notificó a los servicios de salud que cuatro enfermos mostraban síntomas cerebrales de origen desconocido. Con el tiempo y tras estudios se descubrió que la causa de la enfermedad de Minamata era el envenenamiento con metilmercurio asociado al consumo diario de grandes cantidades de pescado y marisco contaminados con mercurio. Lo acontecido en dicha región japonesa, hoy en día, 70 años después no dista de lo que sucede a lo largo del río Beni en la Amazonia boliviana.

Como relata Oscar Lurici, líder de la comunidad esse ejja, Eyiyo Quibo “Hace tiempo una madre quiso matar a su bebé porque se asustó al ver cómo nació, con una malformación en la cabeza. Más allá, hay una niña que no puede mantenerse de pie. Antes no había estas cosas”. Esta es una realidad latente en la Amazonía a consecuencia de la presencia de empresas mineras, principalmente de origen chino y colombiano, que con dragas y maquinarias monstruosas realizan la extracción de oro de los ríos y en la que el mercurio es un elemento indispensable. Este es echado a los ríos, los peces lo ingieren y a la vez estos son alimento indispensable en la dieta de los esse ejja.

En uno u otro extremo del planeta, siete décadas antes o después, los efectos del mercurio son atroces. De acuerdo con la OMS, el mercurio elemental y el metilmercurio son tóxicos para el sistema nervioso central y el periférico. La inhalación de vapor de mercurio puede ser perjudicial para los sistemas nervioso e inmunitario, el aparato digestivo y los pulmones y riñones, con consecuencias a veces fatales. Las sales de mercurio inorgánicas son corrosivas para la piel, los ojos y el tracto intestinal y, al ser ingeridas, pueden resultar tóxicas para los riñones. Tras la inhalación o ingestión de distintos compuestos de mercurio o tras la exposición cutánea a ellos se pueden observar trastornos neurológicos y del comportamiento, con síntomas como temblores, insomnio, pérdida de memoria, efectos neuromusculares, cefalea o disfunciones cognitivas y motoras. Se debe tener en cuenta que el metilmercurio se acumula en el cuerpo y no se elimina.

Tal es el daño que causa este metal pesado, que se necesita urgente de datos precisos del grado de toxicidad del mercurio que los comunarios de las regiones auríferas tienen en su cuerpo. Es responsabilidad del Estado, saber la situación de la salud de la población que se halla expuesta a este metal, ya sea en Potosí, la Amazonía o cualquier otro lugar, señor ministro.

Asimismo, ojalá el Gobierno frene el modelo extractivista por el que optó, y de manera particular actúe cuanto antes en la regulación de la minería aurífera que, además de ser funesta con el medio ambiente atenta contra la salud de la población, en su mayoría indígena, que no tiene ningún nivel de protección. No se debe ver como normal el hecho de que los niños en Potosí recolecten el mercurio en botellas para venderlo.

Bolivia se convirtió en los últimos cinco años en el principal país importador de mercurio en la región y llegó a ser el segundo a nivel global, como señala el Cedib. No saber todos estos aspectos nos alerta de que un desastre cunde en el Ministerio de Medio Ambiente y Agua.

La autora es socióloga y antropóloga

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