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Opinión

Comprar la etiqueta sin revisar el producto

17 de Julio, 2018
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JOSÉ RAFAEL VILAR
Es axioma de éxito absoluto en mercadotecnia el lograr que el consumidor se fidelice con un producto solo por su marca (la etiqueta), y que lo adquiera sin revisar el contenido. Ese éxito también se repite en política, cuando sectores de la izquierda latinoamericana defienden dictaduras “de izquierda”. Por caso, el Partido Comunista (PC) chileno defendiendo la represión madurista, el Frente Amplio uruguayo apoyando al régimen de Ortega en Nicaragua, y los gobiernos del Alba apoyándose entre sí, obviando los cientos de muertos que ponen sus pueblos, bajo el mantra de “enfrentar la injerencia imperialista”.

Eso mismo sucede con la victoria del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en México.

Cuando Andrés Manuel López Obrador (AMLO) jure su cargo ante el pleno del Congreso de la Unión en San Lázaro, esos sectores de la izquierda latinoamericana celebrarán alborozados que “la izquierda triunfó en México”, y que “la izquierda vuelve al poder en Latinoamérica”. Pero ¿será así? Desmitifiquemos esas falsas esperanzas. La plataforma de triunfo de AMLO, la alianza Juntos Haremos Historia (53,19% de los votos presidenciales válidos) agrupa a Morena (movimiento creado por AMLO y autodefinido de izquierda mexicana), al Partido del Trabajo (marxistaleninista y socialista del siglo 21) y al Partido Encuentro Social (confesional y liberal de centroderecha-derecha). Una mezcla bastante diversa.

¿Y López Obrador? Llega a la presidencia tras dos fracasos anteriores y tras un recorrido que inició a mediados de los años 70 dentro del PRI (el partido que gobernó México entre 1929 y 2000 y regresó 12 años después para perder tercero, ahora), coincidiendo con la etapa final del sexenio de Luis Echeverría Álvarez (culpable de la masacre de Tlatelolco); y que tras cerca de dos décadas abandonó junto con la denominada Corriente Democrática del PRI, para fundar el centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), del que fue presidente y que lo llevó a ser el tercer jefe de gobierno del Distrito Federal (2000-2005). El único cargo de elección popular que ha obtenido hasta ahora.

Sin demeritar las varias medidas de beneficio social y la reducción de la delincuencia en la Ciudad de México durante su administración, los escándalos de corrupción se sucedieron magnificados durante su gestión respecto a las dos anteriores jefaturas, la deuda pública de la ciudad pasó de poco más de 40.000 millones de pesos mexicanos (MM) en 2000 a casi 45.500 millones en 2005 (en 2003 fue más de 47.500 millones, datos del Colegio de México).

Cayó significativamente la inversión extranjera directa (de $us 10.200 millones en 2001 a $us 6.200 millones en 2005, con menos de $us 3.500 millones en 2003, fuente: Secretaría de Hacienda). Y el desempleo aumentó de 3,9% en 2001 a 5,6% en 2005, con un pico de 5,9% en 2003 (INEGI), debido a sus medidas populistas. Medidas que ahora, a escala federal, vuelve a anunciar.

Con 312 de 500 diputados en total y 68 de 128 senadores, AMLO tiene mayoría en ambas cámaras parlamentarias, lo que le permitirá aplicar, sin mucha oposición, su programa de gobierno propuesto, pero que a la vez le resta muy poca diferencia para alcanzar la mayoría calificada (vía convicción o compra de voluntades) para poder, como en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, modificar a su arbitrio la Constitución, vigente desde 1917 y reformada parcialmente.

¿Tendremos razón los críticos o los loadores? Por el bien de México, preferiría errar. Pero no lo creo, porque los retos son muchos: la migración a EEUU, la narcoguerra, el TLC, potenciar la macroeconomía y la microeconomía, mientras que las recetas populistas, demagógicas y caudillistas son tentaciones conocidas y de pronta respuesta (no importa “el después”).

José Rafael Vilar
Twitter @jrvilar

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