VERÓNICA ORMACHEA G.
La pandemia del COVID-19 es la más devastadora que hayamos conocido. Ha traído efectos asoladores para para el mundo y sus habitantes. Y, estos quedarán escritos en los anales de la historia. Nada que ni ustedes ni yo, no sepamos.
La única agradecida es la madre naturaleza que ha dejado de ser contaminada y maltratada por el hombre.
Como nos advirtió Merkel, fue “el mayor desafío” que haya conocido Alemania desde la Segunda Guerra Mundial que dependa de su solidaridad común.
Me permito decir que ha sido el mayor desafío no sólo para Alemania sino que para el mundo.
Ni los países más ricos y desarrollados han demostrado estar preparados para afrontar semejante pandemia. Se ha comprobado su falta de protección médica y social para ayudar a sus habitantes. Una evidencia vergonzosa, cuando su primer objetivo es proteger a sus ciudadanos.
EEUU, el país que más muertes ha tenido, no contaba ni con los medios porque Trump -en su proyecto de presupuesto de este año- propuso más gastos en defensa y la construcción del absurdo muro que los separa con México a costa de recortar programas sociales como Medicare.
Desde el inicio de la pandemia a fines de diciembre, se han contagiado casi 3 millones de personas, han fallecido más de 340 mil aunque afortunadamente se han recuperado más de dos millones, según Johns Hopkins University.
Aparte de que están muriendo por doquier, la economía mundial se está yendo al tacho.
Esta es la peor crisis financiera mundial desde la Gran Depresión o la crisis del 29.
Todo se traduce en que si no hay demanda, no hay oferta. Y lo serio será que aquella no se recuperará de la noche a la mañana ni las cadenas de distribución, porque la gente sigue muy asustada.
El COVID-19, causó la debacle de los mercados de valores internacionales golpeando el precio de las acciones y los bonos. El precio de los hidrocarburos -el parámetro más significativo en términos económicos- bajó. Una caída no vista desde lo años noventa.
Si antes de la pandemia el precio por barril llegaba a cerca de U$ 54 hoy llega a apenas U$ 34.3.
Cuando el coronavirus atacó, a los productores les costaba más almacenarlo que venderlo, por tanto llegó a cotizarse a precios negativos.
Se estima que el PIB mundial caerá este año al 3%, según datos del FMI. En torno al desempleo, según la OIT, casi la mitad de la población económicamente activa está en riesgo de perder sus fuentes de ingreso. El turismo, que significa el 10% del PIB mundial disminuirá este año del 1 al 3%.
El crecimiento de Bolivia el 2020 era del 2%, tras el virus, la economía decrecerá en 2%. Por esto es recomendable cumplir con las reglas impuestas durante y después de la cuarentena.
Los países han empezado a tomar medidas para frenar el caos.
En Bolivia, gobierno de Jeanine Añez ha diferido el pago de las cuotas de los prestamos bancarios por el lapso de 6 meses y ha dado liquidez a los bancos para que coloquen prestamos a las empresas con el fin de que no despidan a sus empleados.
El gobierno, asimismo, está distribuyendo bonos para los sectores más vulnerables que son los ancianos, los discapacitados, los trabajadores informales y los niños.
Como la pandemia ataca a todos, la pobreza aumentará. Según Oxfam, entre el 6% y el 8% de los habitantes del planeta podrían caer en la pobreza, mientras los gobiernos paralicen la economía para frenar el COVID-19.
Por ahora los organismos internacionales del crédito están ayudando a los países en vías de desarrollo a paliar la crisis.
Desgraciadamente vivimos en una sociedad de consumo y no de la cultura del ahorro. La gente deshecha bienes para comprar cosas nuevas y más modernas. Se estima que la economía mundial se demoraría 4 a 5 años en recuperarse.
Se cree que la vacuna salga al mercado a principios del próximo año. En tanto el mundo vivirá atemorizado y tomando las precauciones necesarias para no contagiarse, caso contrario es posible que se presente otra pandemia.
Verónica Ormachea es periodista y escritora