Cara o cruz, es parte de un juego popular que consiste en apostar algo lanzando una moneda al aire y en el que la suerte define al ganador. A menudo tenemos la sensación de que el azar rige nuestras vidas, sin embargo, existen situaciones que no deberían responder a patrones arbitrarios. En los casos relatados a continuación, la suerte estaba echada.
La niña de Yapacaní, de 11 años lleva un embarazo producto de una violación, ¿qué suerte corrió? Cara, toda niña debía ser protegida por su familia, la sociedad y el Estado. Existen leyes que la amparan con el propósito de que a la corta que tiene no sea madre como resultado de una violación. Cruz, la niña llevará el embarazo a costa del riesgo de su salud. Sus padres la descuidaron, su abuelastro la violó, la Defensoría de la Niñez y Adolescencia la puso en evidencia, el hospital no le dio la debida atención, la arquidiócesis cruceña la tomó como trofeo y en definitiva el Estado la abandonó a su suerte. Se vulneraron sus derechos. El caso de esta niña, es uno de los 109 embarazos que se dan a diario en niñas y adolescentes, muchos producidos por violaciones.
Cristofer, cometió un robo, cumplía su condena en el penal de Chonchocoro, y estaba a pocos días de obtener su libertad. Su suerte la decidieron reos siguiendo las órdenes de autoridades policiales al interior del penal. Cara, sus familiares iban a conseguir los 200 Bs que le faltaban para realizar los trámites que le permitirían salir en libertad en pocos días. Pero, le tocó, cruz: Cristofer, fue torturado en el “bus de torturas”, en la cárcel, fue sometido a vejámenes y luego aislado en una celda. Cristofer murió.
María Fernanda Paucara, una joven de 22 años, fue arrestada por consumir bebidas alcohólicas en un vehículo público y fue llevada a las celdas policiales en la ciudad de La Paz. Cara, la joven tuvo que haber sido liberada después de ocho horas de arresto y devuelta a su familia. Pero ¿qué suerte corrió?: cruz, la joven apareció muerta en la celda policial donde la encerraron, se arguyó que había quitado la vida. Sin embargo, en las horas que estuvo arrestada, se presume que la abusaron, que fue golpeada por los policías y que su cuerpo tendría signos de violencia sexual. No fue suicidio, fue feminicidio. Con María Fernanda, se llega casi al centenar de mujeres asesinadas en 2021.
La marcha indígena encabezada por los viejos líderes de la primera marcha de hace 31 años, caminó durante 37 días de Trinidad a Santa Cruz, la demanda central: la defensa de su territorio. Cara, llegarían a Santa Cruz y las autoridades nacionales, recibirían la marcha, escucharían su pliego petitorio, se produciría por lo menos un diálogo. Cruz serían calumniados de estar con intrincados acuerdos con la derecha de Camacho y del Comité Cívico de Santa Cruz, no se los escucharía y se haría caso omiso de sus demandas, una vez más se los discriminaría e ignoraría.
Un grupo de periodistas, policías y trabajadores se dirigieron a la propiedad Las Londras en la provincia Guarayos, Santa Cruz. Se prestaban a realizar su trabajo y dialogar con quienes se habían asentado en dicha propiedad. Cara, la comitiva debía llegar al lugar, dialogar con los asentados, la prensa debía obtener registro y la versión de éstos. Pero les tocó cruz, 80 encapuchados armados secuestraron a la comitiva, dispararon a las llantas de los vehículos, los golpearon, amenazaron, y se los retuvo contra su voluntad durante siete horas. El hecho fue mencionado por una autoridad policial como simple altercado, y no un secuestro. Los agresores sostuvieron que solo se trató de darles un susto.
El Parque Tunari ardió como cada año. La reserva Pilón Lajas, de igual manera, se halla en alerta roja pues alrededor de 150 hectáreas ya se perdieron por efecto de un incendio forestal. Por detrás se hallan loteadores y campesinos. ¿Qué suerte se corre?, cara: que se cumpla el respeto de la naturaleza y los derechos de la Madre Tierra como el presidente Arce señaló en la COP26. Cruz que se impongan redes criminales de traficantes de tierras, que queden impunes y crezcan a la par de un modelo de desarrollo extractivista, depredador e incendiario, como el que está vigente.
Al parecer, una cuestión de mala fortuna define la situación de problemáticas claves en nuestro país. Existe un contexto de total desprotección en un Estado democrático cuya tarea fundamental debería ser la salvaguarda del respeto a los derechos humanos y los de la Madre Tierra. O nos reconstruimos como sociedad y el Gobierno se centra en estos temas que hoy se encuentran gestionados al azar, o desembocaremos en un país de carácter autoritario, convertido en tierra de nadie, donde cada ciudadano de a pie —como la niña de Yapacaní, Cristofer, los indígenas de tierras bajas, María Fernanda, periodistas y la naturaleza misma— estarán en total indefensión. De momento, ¿esta es una moneda en el aire? O ¿nuestra suerte ya está echada?
Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga