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Opinión

Bolivia en el Mercosur: la debilidad y falta de rumbo alarman

21 de Abril, 2025
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El pasado lunes, en el Palacio San Martín de Buenos Aires, Argentina, se llevó a cabo una reunión informal de los cancilleres del Mercosur. El encuentro no forma parte de la programación semestral establecida para los Jefes de Estado y cancilleres de los países miembros.

Fue un encuentro discreto, realizado a puertas cerradas, que concluyó con un escueto comunicado conjunto que destacó que el propósito fue: 1) reflexionar sobre el estado actual del Mercosur; 2) analizar las perspectivas del proceso de integración regional; y 3) evaluar el relacionamiento externo comercial del bloque con otros países.

Este punto último es, sin duda, la piedra en el zapato del Mercosur, que hasta ahora no ha podido resolverse debido a las posturas divergentes de los gobiernos de los países miembros, influenciadas por sus respectivas orientaciones ideológicas.

Cabe recordar que, como parte de los acuerdos fundacionales, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay acordaron llevar adelante una política exterior comercial común bajo la regla del “4+1”. Es decir, cualquier nuevo acuerdo que se pretenda concretar debe ser negociado en bloque y, en consecuencia, requiere la aprobación unánime de todos los miembros. Esta regla, lejos de promover la armonización de intereses, se convirtió en una camisa de fuerza; un veto utilizado por algunos países miembros para impedir que otros concreten acuerdos comerciales bilaterales por fuera del Mercosur.

Así, el 2021, el gobierno brasileño de Jair Bolsonaro abogó por abrir el Mercosur a acuerdos con terceros, encontrando la férrea oposición del gobierno argentino de Alberto Fernández. Una situación similar enfrenta Uruguay, que desde 2017 busca un tratado de libre comercio con China, sin obtener la aprobación, primero de Alberto Fernández y ahora de Luiz Inácio Lula da Silva. En la última cumbre presidencial, Luis Lacalle Pou, acompañado del presidente electo Yamandú Orsi, anunció que Uruguay concretaría un acuerdo de libre comercio con China. Para ellos, se trata de una cuestión de Estado y por tanto avanzarían con o sin la flexibilidad del Mercosur. El canciller brasileño Mauro Vieira respondió que un acuerdo con China “destruiría” el Mercosur.

Con la elección de Javier Milei, Argentina ha cambiado su postura y ahora también aboga por flexibilizar las normas, pues busca un acuerdo comercial con Estados Unidos. Dada la personalidad de Javier Milei, el peso económico que tiene Argentina dentro del bloque y el apoyo que existe por parte de Uruguay  y Paraguay es previsible que los miembros del Mercosur alcancen, más pronto que tarde, una sintonía y dobleguen a Lula da Silva. Son tres contra uno. Bolivia no cuenta y nadie sabe cuales son sus lineamientos estratégicos.

Es evidente la cercanía entre Javier Milei y Donald Trump, y todo indica que las aspiraciones argentinas podrían llegar a buen término. Así,  pasaría a tener un acuerdo comercial con los Estados Unidos. La visita oficial del Secretario del Tesoro de ese país, Scott Bessent, a Argentina fue una muestra clara de la afinidad existente entre ambos gobiernos.

Bolivia, siendo ahora miembro pleno del Mercosur - más allá de las obligaciones que debe cumplir para completar su membresía, con tareas aún pendientes y de las cuales poco o nada se sabe sobre su avance -, debe tomar postura sobre aspectos relacionados con el relacionamiento externo del bloque con terceros países.

En ese marco, las preguntas clave son: ¿cuál es la posición boliviana sobre el relacionamiento externo del bloque? ¿Concuerda con mantener la regla de la negociación en bloque o apoya la negociación bilateral? y ¿acompaña Bolivia el pedido de Uruguay de un acuerdo con China, el de Argentina con Estados Unidos o ambos?

Mucho me temo que la llamada “diplomacia de los pueblos” no tiene postura alguna. Lamentablemente, la Cancillería boliviana presenta una debilidad estratégica crónica, una ausencia absoluta de rumbo y las decisiones que se adoptan no responden al interés nacional, sino a alianzas ideológicas y en ese caso es de esperar que obedientemente siga la postura del Brasil.

La falta de una política exterior estructurada se evidencia en la incoherencia con la que Bolivia participa en el Mercosur, donde oscila entre un silencio por desconocimiento o una improvisación reactiva o un obediente alineamiento ideológico, sin definir prioridades nacionales ni defender intereses o valores concretos.

Mientras países como Uruguay y Argentina impulsan agendas comerciales audaces  - ya sea acercándose a China o a Estados Unido -, Bolivia se limita a reproducir consignas ideológicas desgastadas, sin articular una posición clara sobre temas críticos como es el proceso de integración regional en un contexto global cambiante.

Esta parálisis institucional responde a una Cancillería fragmentada, donde el clientelismo político y la rotación frecuente de funcionarios han minado la experticia técnica.

En un escenario internacional cada vez más polarizado y pragmático, la falta de una diplomacia profesional y planificada, no solo margina a Bolivia de las decisiones, sino que la condena a ser un actor irrelevante, incapaz incluso de capitalizar su ingreso al Mercosur como miembro pleno. 

El autor es economista