El diálogo ensayado en pasado sábado 22, entre el gobierno y el Comité interinstitucional de Santa Cruz, para acordar el año del censo nacional, se ha estancado debido a la falta de espíritu dialogal del gobierno y a la conducción inmadura de los ministros, que tenían la responsabilidad de viabilizar el encuentro, en la perspectiva de un posible acuerdo.
Con el estancamiento provocado por el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), se incentiva la violencia latente que ronda al país. En perspectiva, la situación política nacional se torna delicada y abre un cuadro que podría ser incontrolable para Luis Arce Catacora y los suyos. Es que “violencia latente” y “diálogo estancado” interactúan, alimentando precisamente esa posibilidad. Sin embargo, aunque estos elementos están estrechamente vinculados, constituyen espacios propios, por los que se despliega la falta de voluntad dialogal del gobierno.
La violencia latente, por el paro indefinido en Santa Cruz, la movilización nacional por el censo para el 2023 (y no para el 2024, como propone el MAS) y las constantes amenazas del oficialismo, también se alimenta -aunque de manera indirecta- por la división interna del MAS. Es decir, por las peleas intestinas entre Luis Arce y Evo Morales. Influye este hecho, debido a que abre la posibilidad para que los sindicatos de base, que respaldan al partido de gobierno, rebasen a sus direcciones políticas o, en su defecto, sirvan para que el sector de Morales les aliente a hacerlo.
En medio de esta situación, al MAS no se le ha ocurrido nada mejor que escenificar un monólogo, con sus propias organizaciones sindicales. ¿Para ahondar la división del país? ¿Para legitimar el despliegue masivo y abierto de la represión, con el pretexto que el pueblo lo pide? La arremetida de la desprestigiada policía, en la capital del Beni, seguramente es considerado como una prueba en esa dirección.
No es exagerado pensar en ello, cuando se observa que Luis Arce le asigna más importancia en asistir a un congreso campesino en Cochabamba, para llamarles a fortalecerse y así fortalecer al gobierno mismo. Por supuesto que semejante desatino solamente puede entenderse en la miopía de un funcionario público, que prioriza las pequeñas disputas con sus adversarios de partido, antes que el interés nacional. Para estos minúsculos “servidores” públicos, los problemas del país pasan, simplemente, a segundo plano.
Pero más allá de la división interna en el partido de gobierno, la falta de iniciativa propositiva del MAS, en relación al año del censo, explica el provocado estancamiento del diálogo. De hecho, con todo esto, se ahonda el descrédito político del gobierno y su partido. Lo hace, por cuanto ejemplifica su falta de voluntad, además de la incapacidad manifiesta, para atender una demanda nacional.
Así las cosas, hay que decir que las señales del estancamiento del diálogo estuvieron presentes en el encuentro mismo del pasado sábado. Fue el estilo prepotente de la “moderadora” del diálogo, la ministra de la Presidencia, María Nela Prada, lo que develó el propósito oculto de no escuchar el planteamiento del Comité interinstitucional. Es en este marco que debe entenderse la ocurrencia de Nela Prada, de comparar cuál de los cabildos había reunido más gente; si el del Comité Cívico de Santa Cruz o el de su partido.
Dentro de esta línea del anti-diálogo y puestos a compartir la tarea de “presidir” un diálogo, el resto de los funcionarios de gobierno (Jorge Richter, Sergio Cusicanqui y otros) se dio a la infantil tarea de pretender cansar la movilización ciudadana, proponiendo interminables mesas “técnicas” del censo.
El resultado fue (vaya sorpresa) el fortalecimiento de la protesta y su extensión a nivel nacional. Al espíritu antidemocrático del MAS le resulta muy difícil practicar un diálogo, porque dentro de ese partido, en todos sus niveles, la norma es la imposición y el diálogo una excepción tan rara, que todavía no se la practica. No se lo hace, porque en la imposición se considera, por principio, el interés particular y no el interés general.
Lo cierto es que en la vida política real de las sociedades, siempre se alcanza un cierto grado de acuerdo, es decir, en ninguna comunidad política -y en los tiempos que corren una sociedad lo es- existen las imposiciones totales. De lo contrario, en el mundo estaríamos gobernados por los descendientes de Atila.
Al final del día, le guste o no al MAS, la solución al conflicto será dialogal. Que para ello deba recurrirse a un mediador creíble, como la Iglesia (aunque algún parlamentario masista quiere hacer aparecer al “Defensor [pro-MAS] del Pueblo” en esa condición; pero bueno), parece un planteamiento sensato. Es verdad que el hecho, pero, sólo será indicativo de la incapacidad que tuvieron los nenes que presidían la reunión del sábado 22, para ponerse de acuerdo respecto a la forma en la que debe presidirse una reunión que tiene por objetivo ponerse de acuerdo en torno al año del censo.
Omar Qamasa Guzmán Boutier es escritor y sociólogo