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Opinión

BoA que cojea

8 de Febrero, 2025
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Tenemos un reptil que cojea, algo único en este zoológico exótico o corte de milagros en que el MAS ha convertido a Bolivia. 

BoA, la empresa Boliviana de Aviación, es un animal que está dando mucho de qué hablar. Desde su creación fue un absurdo, una medida demagógica y costosa para el país. Evo Morales quiso adornarse malgastando el dinero que en ese momento le sobraba, pero la “línea de bandera” nunca despegó, a pesar del dinero invertido, de las deudas acumuladas y de las medidas que tomaron para aniquilar a la competencia nacional e internacional. 

¿Por qué en estos tiempos en que se utiliza más el transporte aéreo que hace tres o cuatro décadas la empresa estatal se ha convertido en un despojo? ¿Por qué cuando teníamos una verdadera línea de bandera, el Lloyd Aéreo Boliviano (LAB), las cosas funcionaban mejor a pesar de que otras líneas aéreas competían en Bolivia? 

La explicación está en la incapacidad de gestión y en la corrupción imperante en todo el aparato del Estado boliviano desde la llegada del MAS al poder. Para comenzar, BoA sólo tiene un avión propio, los otros 21 son fletados, lo que significa un alto costo de operación. Como todas las demás empresas del Estado en la era masista, BoA tiene personal en exceso y de mediocre calidad. Mientras las empresas aéreas de otros países tienen un promedio de 80 a 100 empleados por avión en servicio (el cálculo se hace sobre el número de asientos), en BoA hay el doble de empleados. Esa burocracia de militantes tiene impacto sobre los altos costos de operación y la incapacidad de contar con un servicio eficiente. La representación de BoA en Madrid está en manos de bribones que hacen negociados con sobreprecios en los alquileres de aeronaves, sin que exista supervisión ni auditorías, a lo que se suman bochornosos incidentes de tráfico de droga (que no son hechos aislados): por cada caso que se descubre, hay veinte que pasan desapercibidos. 

Los problemas técnicos en los aviones son prueba fehaciente de que no se hace un buen mantenimiento de las naves, como lo ha reconocido el propio gerente general de BoA, Ronald Casso. Se han presentado innumerables anomalías técnicas y operacionales que se traducen todos los días en retrasos de los vuelos, cancelaciones frecuentes y algunos accidentes de pista sin consecuencias graves por el momento. El 7 de febrero cambiaron a Casso por Mario Borda, y mientras lo posesionaban se produjo otro percance de un vuelo que no pudo llegar a su destino y fue desviado a Cochabamba. Como regla general, desconfío de esos sujetos que juran a sus cargos levantando servilmente el puño izquierdo, porque eso indica que están allí por cuota política y no por capacidad técnica o experiencia en el rubro. ¿Está esperando el bailarín ministro de Obras Públicas (un demagogo inútil de marca mayor) que se produzca un accidente con víctimas mortales? Al paso que vamos, puede suceder cualquier día. Cambiar al gerente o cambiar al inservible ministro Montaño no sirve para nada, porque lo que tiene que cambiar de raíz es el gobierno masista y el deterioro del Estado. 

Para volar en el territorio nacional no hay opciones (aunque todos los días vuelan centenares de avionetas cargadas de droga y no funcionan los costosos radares que compraron). El gobierno del MAS, el peor gestor de empresas públicas que haya conocido el país, se empecina en cerrar los cielos de Bolivia a la libre competencia. No se da cuenta de que en cualquier país normal, el ingreso de otras líneas aéreas permite que cada empresa se esfuerce no solamente en ofrecer un mejor servicio, sino también mejores precios, más convenientes para los usuarios. En este momento, viajar dentro y fuera de Bolivia tiene un costo altísimo. Los descuentos de BoA son puro cuento, así como la reducción de 40% en tarifas para la tercera edad, que rara vez se aplica porque las supuestas “ofertas” son más baratas.   

La privatización no es la mejor idea, la experiencia de privatizar el LAB fue desastrosa. Parecen mejores soluciones los acuerdos de código compartido o la fusión entre aerolíneas, donde las empresas de mayor capacidad operativa absorben a otras. Hay experiencias en nuestra región de fusiones entre aerolíneas de América Central, Colombia, Brasil, Chile y Perú, entre otras. Latam, Taca, Avianca, Gol, han sobrevivido mediante ese tipo de fusiones. Lo mismo ha pasado en América del Norte y Europa. La fusión entre KLM y Air France, es otro ejemplo. 

No siempre las fusiones brindan un mejor servicio a los viajeros (por ejemplo, Avianca es ahora una de las peores aerolíneas), pero ofrecen más seguridad en el aire. Los servicios que prestan las líneas aéreas en esta parte del mundo es deplorable. Según los rankings internacionales, las peores están en el continente americano, las intermedias en Europa y las mejores en Asia y el golfo pérsico. Cada año las aerolíneas orientales copan la lista de las diez mejores del mundo, con alguna que otra línea europea. En el ranking de Skytrax World Airline Awards 2024, las mejores del mundo fueron Qatar Airways, Singapore Airlines, Emirates, All Nippon Airways, Cathay Pacific, Japan Airlines, Turkish Airlines, EVA Air, Air France y Swiss Air.

Todo eso parece tan lejano de Bolivia. Es como un mundo ideal al que no tenemos acceso. Somos cada vez los peores en todas las listas, por eso no es sorprendente la calificación crediticia de CCC que nos dio Fitch recientemente. No tenemos nada que pueda orgullecernos, estamos en franco declive en todos los campos de actividad. Hablamos de turismo, de nuestros bellos atractivos, pero no vemos los problemas: una línea aérea deplorable, pésimas instalaciones de turismo, y sobre todo, una actitud perversa de la gente hacia los turistas: el maltrato desde que aterrizan en Bolivia es proverbial y ha sido muchas veces denunciado. Amigos extranjeros que viajaron a Uyuni, a Sucre o a Potosí sufrieron vejaciones, y me las contaron mientras movían la cabeza con lástima, como diciendo: “pobre país este”. 

Durante los años que trabajé en Nigeria viví experiencias similares, al punto que a manera de catarsis escribí el libro The Nigerian Factor (que nunca publiqué, pero compartí con colegas que llegaban de otros países). Le dediqué un capítulo a los aviones y aeropuertos, donde narro anécdotas que parecen salidas de una película de suspenso. Eso fue hace 30 años, pero ahora los “influencers” viajeros que llegan a nuestro país publican videos en TikTok con similares apreciaciones críticas sobre Bolivia (cuando el internet, de pésima calidad, lo permite). A tal punto llegaba la incapacidad de los nigerianos para el mantenimiento de los aviones de sus cinco o seis líneas aéreas nacionales privadas (y una estatal), que tenían que contratar mecánicos de Filipinas para garantizar que sus aviones siguieran volando. Era una exigencia de las aseguradoras para concederles el permiso de volar. Creo que estamos llegando a ese punto en Bolivia, a un nivel de total incapacidad de mantenimiento y gestión de la línea aérea que tiene el monopolio sobre las rutas nacionales. 

Además de cielos abiertos y la cancelación de los privilegios de BoA (que tiene una deuda acumulada de 775 millones de bolivianos, de acuerdo al economista Julio Linares) creo que en el futuro debería existir una línea aérea como TAM, gestionada por la Fuerza Aérea, pero con estándares más altos. ¿Para qué sirve la Fuerza Aérea de Bolivia (FAB)? No sirve para nada por el momento, constituye un gasto inútil para los contribuyentes, pero podría servir para mantener una aerolínea que se ocupe de cubrir destinos nacionales abandonados, es decir, contar con una flota con aviones medianos que aterricen en las más de 50 pistas que hay en poblaciones de Bolivia a las que no llega nunca ningún vuelo. Recuerdo que la familia Canedo, pilotos de Cochabamba con larga tradición y experiencia, tenía un proyecto bien fundamentado para reactivar una flota de aviones Douglas DC-3, originales o convertidos a turbohélice, que podrían cubrir esas rutas a un costo más bajo. Hay otras iniciativas privadas que podrían prosperar, siempre y cuando exista seguridad jurídica en el país, y una supervisión adecuada. Cuando trabajé en Papúa Nueva Guinea me tocaba viajar de un lado a otro de la isla en aviones pequeños y avionetas, y realmente funciona, son rentables y permiten llegar a lugares remotos de difícil acceso, aislados por falta de caminos.

BoA se arrastra y cojea. Ya no da más, es un fracaso total por su burocracia y su incapacidad técnica y de gestión. No parece haber solución en el mediano plazo, salvo abrir los cielos de Bolivia a la competencia y ofrecer seguridad jurídica para ello. 

El autor es escritor y cineasta 

@AlfonsoGumucio