“Desde hace tres años, el gobierno sandinista dedica el máximo de sus posibilidades a eliminar el analfabetismo como primer peldaño para incorporar la totalidad del pueblo a una conciencia de la existencia humana que se diversifique en todos sus aspectos intelectuales, estéticos y políticos. No es por azar que en ese gobierno haya escritores de la talla de Ernesto Cardenal, de Sergio Ramírez y catadores de la belleza plástica y de la poesía como Miguel D’Escoto y Tomás Borge” escribió Cortázar en 1982, en su libro “Nicaragua tan violentamente dulce”, durante su aproximación comprometida con la revolución sandinista nicaragüense. En los últimos años, Sergio Ramírez, Ernesto Cardenal (fallecido en 2020) además de la poeta Gioconda Belli y Enrique Godoy han sido perseguidos y exiliados por el actual régimen.
Un 17 de julio de 1979, “día de la alegría”, toda la dinastía de los Somoza que sometió al país bajo una férrea dictadura durante más de 40 años, fue derrotada. La etapa oscura culminó, para apostar por el nacimiento de una nueva era, una nueva realidad, pues la revolución sandinista había triunfado.
Hace pocos días atrás, 222 presos políticos fueron desterrados de Nicaragua, prohibiéndoles sus derechos políticos, revocándoles la nacionalidad por decreto. Y otros 94 nicaragüenses que se encontraban exiliados por ser críticos al gobierno, fueron despojados arbitrariamente de su nacionalidad y se les confiscaron sus bienes. En tan pocos días, 316 disidentes fueron declarados traidores a la patria. En este contexto, reluce la valentía desafiante a la tiranía, del obispo nicaragüense Rolando Álvarez, quien se negó a ser desterrado y prefirió la cárcel, a él le espera una condena de 26 años de prisión. De manera crítica y frontal los presidentes Gabriel Boric y Gustavo Petro, han censurado y rechazado las acciones de Ortega, pues tienen claro que la defensa de la democracia y los derechos humanos es crucial para posibilitar una convivencia pacífica.
¿En qué momento se pervirtió la gran utopía de la revolución? ¿Cuándo el proceso revolucionario sandinista en el que muchos invirtieron sus esperanzas, sueños, tiempo, años y hasta sangre y vida se tergiversó? ¿dónde quedó aquella “montaña que era más que una inmensa estepa verde”?.
Nicaragua se encuentra bajo la dictadura de los esposos Ortega-Murillo. La violación a los derechos humanos, y la imposición de un pensamiento absoluto único acallando a toda disidencia, está a la orden del día. Una tiranía gobierna. Daniel Ortega se enamoró del poder, y cuando éste se absolutiza es fácil de corromperse. Ortega ganó por quinta vez consecutiva las elecciones, con la mayoría de sus opositores en la cárcel.
El perseguido político y escritor Sergio Ramírez, en sus memorias, “Adiós muchachos”, describe cómo la dirección sandinista empezó a distanciarse del pueblo nicaragüense y a gozar del poder y de los beneficios de la revolución. Señala la influencia del poder y de los lujos materiales contrarios a la conciencia revolucionaria: “piscinas, saunas, salas de billar, gimnasios, canchas deportivas, bajo el justificativo de seguridad, pues los dirigentes no podían asistir a los lugares públicos como los demás”, porque ya no eran como los demás. Esta actitud contradecía los ideales que impulsaron la lucha contra el somocismo, explicita Mantero en el análisis de la obra de Ramírez.
Gioconda Belli, a quien también se le ha quitado la nacionalidad, a propósito de su poema que titula "¿Qué sos, Nicaragua, para dolerme tanto?" añade que Nicaragua es “También el país de mis sueños, el de mi infancia, el país de mis hijos, el país al que le di mi juventud luchando contra Somoza, al que le di mi poesía y mi vida… y el país al que le doy ahora también mis últimos años… como al inicio, luchando contra otra dictadura".
Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga