El reloj marcaba aproximadamente las 7:30 de la mañana, del lunes 11 de marzo. El bus en el que viajaba y estaba a punto de arribar al destino final, recorría las calles vacías de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina. Se veía alguno que otro transeúnte, pero en general el panorama era desolador, no había gente en las calles, ni taxis, ni colectivos. No se veía lo que en un lunes se espera, gente dirigiéndose al trabajo, colegiales yendo a las escuelas, negocios abiertos. No, la ciudad amaneció desierta y rara. A los pocos minutos me enteré de la razón. Un joven trabajador de una estación de servicio de 24 años, había sido asesinado a quemarropa por un sicario.
Este asesinato era uno más de la ola de ejecuciones que se habían llevado a cabo en los días anteriores en Rosario. Asesinatos a sangre fría, pues el taxista, el trabajador de la gasolinera, el conductor de autobús, fueron ejecutados a tiros y al azar por sicarios. La ciudad de Rosario, que era uno de los baluartes de desarrollo humano en la Argentina, ahora se ha convertido en la más insegura y peligrosa.
En esta situación se inauguró el VII Congreso Internacional de antropología, “Las antropologías hechas en América Latina y el Caribe en contextos urgentes: violencias, privilegios y desigualdades”. Tres ejes relacionados, pues la desigualdad y la violencia están articuladas con ciertos privilegios que no son problematizados, que se asumen como naturales y que de alguna manera producen unas actitudes de desprecio, rechazo, infravaloración de otras poblaciones, señaló el antropólogo Eduardo Restrepo.
Ese espacio académico que reunió a cientos de antropólogos latinoamericanos se centró en los tres ejes mencionados que además tienen que ver con la relevancia de la antropología en nuestro mundo. Abordaré, por el espacio, algunos aspectos centrales que me parecieron interesantes.
Un fantasma recorre América Latina, y este es el de la violencia. En las disertaciones centrales, salió de manera clara la reflexión sobre el tema de la inseguridad ciudadana que viven de forma cruenta y extrema varios países del continente. El Salvador y la política controversial de seguridad ciudadana que lleva adelante Bukele, y que transgrede los derechos humanos fue el ejemplo. A esta violencia desgarradora y feroz, se suma otra igual de lacerante, que la hemos naturalizado a tal grado, que convivimos con ella y no nos inmuta, ni abate, se trata de la desigualdad y de las grandes diferencias económicas, sociales y culturales que se ahondan en el continente, haciéndolo el más desigual del planeta.
Otro fantasma que recorre América Latina es la nueva derecha reaccionaria que está emergiendo en varios países del continente. Se hicieron interesantes apreciaciones de este fenómeno desde la antropología. Tanto Eduardo Restrepo como Pablo Semán sostuvieron que los antropólogos deben utilizar su herramienta por excelencia, la etnografía, para entender más el mundo y el contexto que estamos viviendo. Poniendo el ejemplo argentino, “No basta decir que los que votaron por Milei son derechistas, neofascistas, sino que hay que tratar de entender el descontento y las razones que llevaron a la gente a votar por él”, dijo Semán.
La antropología y otras ciencias deben aportar insumos para entender, lo que pasa. Poder comprender por qué la gente piensa lo que piensa y por qué hace lo que hace. “Milei es muy potente en el sentido de que ha logrado articular experiencias y malestares de la gente, uno puede estar en desacuerdo con él, pero la lectura del malestar es una lectura central, y creo que los que no nos identificamos con el proyecto de Milei, no hemos leído el mundo de una manera densa y en ese sentido creo que la antropología puede aportar mucho”, acotó Restrepo.
Sin duda que apostar por una antropología crítica en la que los antropólogos salgamos de los lugares comunes en los que nos hallamos y nos dediquemos a entender más lo que ocurre en nuestro contexto es una invitación a refrescar la utilidad de la antropología y sus aportes, en contextos urgentes.
La autora es socióloga y antropóloga