El plebiscito en Chile, el pasado domingo 4, bien puede asumirse como un resumen de la historia de ese país. Al igual que en el resto de América Latina, también en Chile las contradicciones sociales, culturales, económicas y políticas acumuladas, han irrumpido con fuerza, en estas primeras décadas del siglo. Pero, a pesar de esta característica común en el continente, cada país las ha procesado de manera particular; dependiendo de sus momentos constitutivos y de las consiguientes configuraciones que ello dio a cada sociedad y a cada Estado.
Comencemos apuntando que el resultado del plebiscito, por el cual el 62% de los ciudadanos rechazaron la propuesta del nuevo texto constitucional, supone, en el fondo, un fuerte respaldo al sistema democrático. Ello significa, a la vez, que el plebiscito fue escenario de la confrontación de propuestas y fuerzas sociales antagónicas, en torno a la democracia. Tanto la confrontación de propuestas, como de fuerzas sociales, sin embargo, se presentaron según el ropaje con el que la historia las ha vestido.
El plebiscito expresó, pues, una pulseta social y política, poniendo en la mesa del debate la cuestión de la democracia. Para resumirlo en términos de contenido, la pulseta fue entre la democracia liberal y la democracia basada en elementos no liberales. La perspectiva de la primera se orienta hacia la consolidación de los principios republicanos, mientras que la segunda -a la luz de experiencias del continente como la venezolana, la nicaragüense o la boliviana- hacia una democracia autoritaria, cooptada por el crimen organizado.
Es verdad también que tras esas propuestas puede identificarse, en términos generales, ciertos comportamientos habituales de las fuerzas sociales. Resultó notorio, por ejemplo, que la propuesta de la nueva carta constitucional, además del interés del gobierno de Boric, contara con el apoyo del principal pueblo indígena (los Mapuches), así como de sectores urbanos, tradicionalmente inclinados a la izquierda. El rechazo a la propuesta, al mismo tiempo, vino no únicamente de los sectores conservadores, frecuentemente calificados como sectores de derecha, sino también de clases medias democráticas. Así, la pregunta es del por qué del masivo rechazo. Las razones las encontraríamos tanto en el contenido de la propuesta, como en la historia del Estado y la sociedad de Chile. Desde ya, es un dato importante el que en la propuesta destacara el reconocimiento a la condición plurinacional de ese país, así como el contenido fuertemente social de los derechos constitucionales.
Las razones históricas del rechazo que produjo el plebiscito están contenidas en la secuencia de los distintos momentos constitutivos que vivió Chile. En esta lógica, el fallido intento de reforma constitucional profunda o (nuevo) momento constitutivo abortado, tiene mucho que ver con el momento constitutivo ancestral. Ese momento estuvo dado por la manera en que se ha consolidado la colonización española, durante el siglo XVI. Lo hizo a través de la fuerza militar, de carácter público, general y no privado, de los colonizadores. Zavaleta Mercado, al respecto, decía que estamos con ello ante la conformación precoz del Estado. Conformación experimentada no por medio de las funciones administrativas estatales, sino por medio de la función coercitiva, cumplida por el naciente ejército, como síntesis del nuevo Estado. Esa particularidad del momento constitutivo ancestral chileno tendrá dos consecuencias importantes; una sobre la mentalidad de la sociedad y otra sobre las instituciones públicas en conformación.
El peso de ese momento constitutivo fue tal que aún en los posteriores momentos constitutivos que le sucedieron, como el oligárquico inmediatamente posterior a la independencia en 1823 o el del proyecto liberal republicano, durante la primera mitad del pasado siglo, no pudieron revertir sus tendencias centrales. Entre esas tendencias se encuentra precisamente la consideración de los Mapuches como el otro; aunque lo mismo puede decirse cuando recordamos que los Mapuches, a su vez, hablan de “los chilenos”, denotando su identidad diferente a la de ellos. Un segundo elemento no revertido es el que nos remite a la no consideración de derechos constitucionales de contenido social. Ambas tendencias parecen ser verdaderos anillos de hierro, muy difíciles de romperse. No lo pudo hacer el ensayo de Salvador Allende (1971 – 1973), en lo referido principalmente a las políticas sociales y tampoco el intento de la propuesta de una nueva constitución sometida el pasado domingo a plebiscito, principalmente en lo que al reconocimiento de la plurinacionalidad de ese país se refiere.
En la oportunidad del plebiscito, no puede olvidarse que el intento fue resultado de un proceso inmediato, que puede circunscribirse a la crisis social-nacional del 2019, al triunfo electoral de Boric el 2021 y al cierre de este corto proceso, con el acto plebiscitario del domingo 4. Señalemos, en este marco, que se trata efectivamente de un intento fallido. La imposibilidad de una reforma, en la dirección de las demandas de los Mapuches o de los sectores urbanos marginales, no anula, claro, la consistencia de tales demandas.
En todo caso, el intento fallido muestra el fracaso del contenido ideológico con el que el gobierno ha intentado tal reforma. Ello destaca mucho más, en estos tiempos iniciales del siglo XXI, cuando proyectos similares en el continente no han servido sino de cobertura para la legitimación de proyectos políticos delincuenciales, sin disimulo.
Omar Qamasa Guzmán Boutier es escritor y sociólogo