En concordancia con lo que se vive en toda América Latina, la concentración organizada por el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), a fines del pasado mes en la ciudad de La Paz, ha expresado la proposición reaccionaria de algunos sectores sindicales. Junto a ello, el contexto político temporal en el que se dio el encuentro, descubrieron el nerviosismo y la desesperación del MAS.
Desde ya, la concentración evidenció la debilidad democrática del partido de gobierno y, al contrario, dio inicio a la puesta en marcha de una estrategia basada en dos componentes: la represión por un lado y por otro, la simulación de voluntad a la concertación democrática. Este tipo de estrategia no es novedosa, ya que fue ensayada, a lo largo de la historia, en innumerables ocasiones entre ellas, por Pablo Escobar, en Colombia, cuando intentaba evitar el cumplimiento de los tratados de extradición firmados con los Estados Unidos (EEUU). La estrategia de dos componentes tiene como eje articulador un propósito, por lo cual los componentes, aparentemente dispares, no reflejan indecisiones (en este caso de un partido), sino la activación coordinada y simultánea de cada uno de los componentes, de manera que se complementen entre sí. Veamos pues esta nada novedosa estrategia, a la luz del encuentro masista.
Dicho está que la concentración reveló un propósito, pero además reveló que éste estuvo impulsado por la impaciencia de la dirigencia del MAS, acelerando su ejecución. La estrategia a la vez ratificó las fuentes de las que se nutre. En lo social, campesinos, mineros y algunos sectores urbano marginales; en lo ideológico, la visión totalitaria y antidemocrática. Junto a ello, la dirigencia masista también esperaba del encuentro, alcanzar algunos objetivos inmediatos. En el plano social, asegurar la asistencia de sindicatos adherentes y en lo político, acelerar la resolución de la disputa pendiente con la ciudadanía democrática.
En efecto, el hecho mismo que la concentración se realizara casi dos semanas después de la exitosa movilización nacional democrática, la sitúa como respuesta a aquella movilización. El propio contenido de los discursos de los oradores estaba centrado en responder a la ciudadanía democrática, por medio de amenazas e imaginarias -para variar- conspiraciones democráticas con intenciones de golpe. Pero más allá de estos manotazos del MAS y visto desde la totalidad de un proceso en desarrollo (que va, en su primera parte, desde la aprobación de leyes de contenido totalitario, hasta la exitosa resistencia ciudadana a las mismas) se tiene, como una pequeña muestra de la nueva coyuntura, el siguiente cuadro. El MAS ha perdido la iniciativa política, con la que el resultado electoral hace casi un año le había permitido contar. En contrapartida, los sectores democráticos -que vivieron esos resultados como una verdaderamente desconcertante derrota- recuperaron la iniciativa.
En el fondo de las explicaciones de este cuadro (además de las razones sociológicas e históricas a las que nos referimos de manera abundante en otras ocasiones) se encuentra la ausencia propositiva del MAS. Que la situación nacional hoy en día replanteara los mismos términos del conflicto entre el proyecto totalitario del gobierno y la vocación democrática de la ciudadanía de octubre del 2019, nos dice también, por último, de la incapacidad de los grupos, supuestamente democráticos al interior del MAS, para dotarse de un proyecto nacional democrático. Por ello la concentración masista significó no solamente ratificar un proyecto totalitario, sino acelerar los tiempos de la confrontación con la ciudadanía democrática, en torno al conflicto no concluido. En otros términos, acelerar la resolución pendiente entre totalitarismo y democracia; resolución que conlleva, por lo demás, un impasse histórico ancestral.
Tal es así que entre los objetivos implícitos del encuentro estuvo, en concordancia con todo lo anterior, profundizar las acciones de amedrentamiento a la ciudadanía democrática, utilizando para ello todo el aparato estatal e instrumentando, en lo principal, las acciones de los poderes hoy ni aparentemente independientes, como el poder judicial y el legislativo. La pretensión de acelerar esta nada disimulada nueva arremetida antidemocrática, en las festividades de fin de año, aspira a encontrar indefensa a la ciudadanía democrática. En esta lógica se inscribe el burlote referido a la señora Zapata o la nominación de una exministra de Morales, en un puesto de importancia en Tarija, entre otros.
Por último, la concentración también dejó en claro que el uso de los bienes del Estado en beneficio particular del partido de gobierno, seguirán la misma lógica que anteriormente, cuando incluso se relataban partidos de fútbol del dictador de turno. Una muestra de ello fue la transmisión en directo, por el canal estatal de televisión, del acto partidario. Se entiende que el uso instrumental del aparato estatal está pensado, en lo principal, para beneficiar a los sindicatos del oficialismo (y específicamente a su dirigencia), en la menuda tarea de movilizar gente a concentraciones orquestadas desde el gobierno.
Lo que de manera preliminar puede concluirse es que al MAS, al igual que en el 2019, no le interesa convencer y sumar nuevos adherentes (porque en democracia nadie convence con el garrote en la mano), sino consolidar a los que ya tiene y atrincherarse, junto a ellos, en posturas antidemocráticas. En este sentido, lo que menos le importa al partido de gobierno es cuidar si sus acciones se encuentran enmarcadas en el respeto a los derechos ciudadanos y al orden constitucional. Por ello, en lugar de discusión democrática prefiere optar por el matonaje político, como mecanismo preventivo a las demandas democráticas de la ciudadanía.
Omar Qamasa Guzmán Boutier es escritor y sociólogo