Ironías de la vida o la historia de la conversión de una clase revolucionaria en una reaccionaria, lo cierto es que el 1 de mayo, como día emblemático de los trabajadores a nivel mundial, revela la incapacidad propositiva de esta clase, así como su falta de renovación discursiva.
Dada la disociación entre el discurso ideológico que contiene el 1 de mayo y la realidad social a la que pretende dirigirse, el día de los trabajadores no expresa la época cibernética que vive el mundo. El fundamento teórico del 1 de mayo, históricamente estuvo dado por el estudio económico de Carlos Marx, condensado, grandemente, en su monumental obra titulada “El Capital”. En el pasado, tanto el pensamiento económico de Marx como la fecha emblemática en cuestión, estuvieron dirigidos específicamente a los trabajadores obreros. Se trataba de una fecha que simbolizaba el pensamiento científico de la clase obrera.
Recordar la proximidad de algunas fechas significativas de ese ese período, nos ayuda a dimensionar la fuerte comunidad entre el pensamiento económico de Marx, la representación social y la ideología de la clase obrera. Tenemos, así, la aparición de “El Capital” en 1865 (Libro primero), 1885 (Libro segundo) y 1894 (Libro tercero); la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores (la I Internacional) en 1864 y el inicio de las celebraciones del 1 de mayo, como una manera de conmemorar la masacre de trabajadores, en Chicago, en 1886 . Todas estas fechas se encontraban contextualizadas por la revolución industrial, debido a lo cual bien puede hablarse de los años fundadores del 1 de mayo como fecha emblemática de los trabajadores, y su significación política e ideológica.
Para desarrollar nuestro criterio puntualizaremos tres ideas. La primera referida al pensamiento económico de Marx, específicamente a la composición del capital. La segunda, al sujeto social para el cual estuvo pensado el estudio (la clase obrera) y la tercera, a la ideología que subyace en la conmemoración del día de los trabajadores. Así como a cada una de estas ideas contextualiza nuestro postulado directriz (la disociación entre ideología y realidad social, en el 1 de mayo en estos tiempos), también deberán emerger algunas conclusiones globalizadoras sobre el tema.
La riqueza teórica del estudio científico del capital de Marx, es más abundante, en mucho, que las caricaturas presentadas por la “izquierda” delincuencial hoy en día. Comencemos diciendo, en lo que a la composición del capital se refiere, que esta composición es cambiante. Estos cambios, en un extremo, incluso invitan a repensar los mismos fundamentos teóricos de la economía, sobre las que se asiente el 1 de mayo. Marx estudió al capitalismo en su nivel anatómico y llamó la atención sobre uno de los elementos, en este nivel; el dado por la manera en que está compuesto el capital (y llamó, a este elemento, composición orgánica del capital). En este orden, estableció que el capital se compone por una fracción destinada al pago del salario del obrero, a la que denominó capital variable, y otra fracción destinada a los medios de producción, que llamó capital constante. La relación entre estas dos fracciones -precisa Marx- está condicionada por la composición técnica de los medios de producción, o sea por el grado de desarrollo tecnológico de estos medios. A mayor desarrollo de éstos se requerirá menor cantidad de mano de obra, es decir de obreros, para la producción. Esto quiere decir que el capital variable pierde, poco a poco, su importancia relativa frente al capital constante, marcando una tendencia que aumenta en tanto se incrementa el grado de desarrollo tecnológico de los medios de producción.
Con la cibernética y la robotización, la fuerza humana de trabajo resulta sustituida por la maquinaria. No desaparece, ciertamente, sino que se manifiesta en nuevos términos. La fuerza del obrero (el trabajo vivo) que fabricó las máquinas queda ahora almacenada en éstas en calidad de trabajo muerto. En el proceso de producción, para resucitarla, continúa siendo necesaria la participación del trabajo vivo aunque, según vimos, cada vez en menor cantidad. Por otra parte, el cambio en la composición orgánica del capital también repercutirá en el costo de producción de las mercancías. A menor participación del capital variable, menor costo de producción de las mercancías, por lo que éstas resultan, en el mercado, más baratas.
La representación social simbolizada en el 1 de mayo, consiguientemente también se ha modificado. Lo que al inicio del capitalismo industrial se circunscribía a la clase obrera y luego comenzó a ampliarse a otros sectores, ha cambiado. Recordemos que para esa ampliación no sólo contribuyó la paulatina disminución de la participación del trabajo vivo en el proceso productivo (incentivando la creación de empleos por cuenta propia, a lo largo del proceso, en calidad de productores independientes, comerciantes, transportistas, entre otros), sino principalmente el contenido crítico que subyacía en esa fecha emblemática para los trabajadores. Así, en aquella ampliación de la representación social que conllevaba el día del trabajador, convergieron estudiantes universitarios, campesinos, empleados públicos, trabajadores por cuenta propia y otros sectores no proletarios.
Al mismo tiempo, en esa ampliación mucho tuvo que ver la centralidad política e ideológica de la clase obrera. Esa centralidad, que en aquellos entonces ejercía esta clase en la sociedad, era, a su vez, la extensión de la lógica de la fábrica. Fue dicha lógica la que ordenó la economía en la sociedad, así como sus formas de organización, de acuerdo a los principios que regían en la fábrica. En último término, la centralidad obrera era, pues, la manifestación social de la importancia que el capital variable tenía en la composición orgánica del capital. Al mismo tiempo, esa centralidad posibilitaba, la adhesión de todos los discursos críticos al poder, originados en la historia de los diversos grupos sociales. Ello fue así, porque el discurso obrero presentaba, en base al análisis científico de la sociedad capitalista y del capital, la esperanza de la finalización de los órdenes opresivos.
Tanto la ampliación de la representación social del 1 de mayo, como la centralidad obrera, sin embargo, fueron modificados a raíz de la evolución del capital. Esta evolución no únicamente ha impactado en el grado de desarrollo tecnológico de los medios productivos, hasta alcanzar la fase cibernética, sino que ha reordenado al propio proceso económico-productivo. En particular, según vimos, ha reordenado la relación entre los componentes del proceso de producción, es decir, entre medios de producción y trabajadores. El perfil de la sociedad, de esa manera, también quedó modificado.
Estos cambios tuvieron tales alcances, por cuanto permitieron la incorporación, al ámbito de la lógica del capital, de muchos sectores sociales anteriormente articulados por la clase obrera. El hecho, visto desde el lado del capital, nos dice que éste, para continuar su trayectoria evolutiva, necesitó rebasar el propio ordenamiento económico del capitalismo industrial, así como a los agentes sociales que lo componían. La incorporación de otras formas productivas, de trabajadores por cuenta propia (no únicamente referidos al comercio), de pequeños productores independientes, de microempresarios, expresan ese rebasamiento. Para comprender este fenómeno, no basta con catalogar a estos nuevos agentes portadores del capital como maquipuras de los grandes capitalistas, ya que esos nuevos agentes devienen en verdaderos operadores del capital, el cual también se encuentra ahora diseminado en pequeñas porciones por toda la sociedad. La modificación económica y social, a su vez, crea una nueva visión en amplios sectores de la sociedad, acerca de la economía y del mundo, es decir crea una “nueva” ideología (anotemos que Lenin hablaba de la recreación de la ideología capitalista, en base a los pequeños productores independientes).
Sin embargo, estos cambios ideológicos en las clases subalternas no se expresan en el discurso “oficial” del 1 de mayo, el cual se asienta en una visión clasista (la de la clase obrera), correspondiente a la fase industrial del capitalismo. Es en este sentido que hablamos de la no correspondencia entre la ideología que se emite a propósito del día de los trabajadores y la realidad social, económica y laboral que vive el mundo. Esa no correspondencia también pone en cuestionamiento la representatividad, en las mismas clases subalternas, del 1 de mayo y explica la notoria merma de su convocatoria social, en comparación a lo que acontecía, digamos, hace cuatro décadas.
El capital vive un proceso de transición, que se opera dentro del propio sistema capitalista. En este proceso destaca la modificación de su composición orgánica, la adquisición de la tecnología cibernética, la ampliación social de los agentes portadores del capital y la inclusión de modos productivos no capitalistas (como podría serlo en nuevo-mercantilismo), al dominio de la lógica del capital. Sin embargo, en este proceso transitorio subsisten los agentes sociales del antiguo capitalismo, en particular en algunas ramas de la industria, junto a sus obreros. Estos últimos, en tanto conjunto social, representan el pasado; es decir resultan relegados por la nueva realidad económica y productiva, que comienza a despuntar. Se trata, en síntesis, de una clase reaccionaria, que no corresponde al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Por ello es válido pensar que la disociación entre el discurso ideológico del 1 de mayo y la nueva fase del desarrollo tecnológico de los medios de producción en curso, no sirve sino para encubrir en carácter reaccionario de esta clase.
La conversión de la otrora clase revolucionaria en hoy clase reaccionaria no invalida, ni las críticas ni las demandas de las clases subalternas, a los factores de poder. Si de algún dato distintivo, en este sentido, debe hablarse, es el de la no centralización de los diversos discursos, que emanan de las clases subalternas. Tal es así que la disociación ideológica, finalmente, tampoco recoge las nuevas demandas de la sociedad, referidas en particular a la protección del medio ambiente y a la sustitución de las fuentes fósiles de energía (altamente contaminantes), por energías limpias. Con todo, se trata de un proceso histórico de reacomodo social general a la nueva realidad que se está configurando.
Omar Qamasa Guzmán Boutier es escritor y sociólogo