“Yo fui educado a la antigua. A las mujeres no se las toca, no se les pega, no se les hace daño físico y el verbal se les evita al máximo. Es más, se las protege y respeta se les cede el paso, se las escuda y ayuda si llevan un niño en su vientre o en brazos, les ofrece uno su asiento en el autobús y si un barco zozobra y amenaza con irse a pique, los botes son para ellas y para sus vástagos pequeños (que les pertenecen más que a los hombres), al menos las primeras plazas. Cuando se va a fusilar en masa, a veces se les perdona la vida y se las aparta, son las únicas que quedan cuando parece que no queda nadie y las únicas que cuentan lo habido”, señala Javier Marías en una de sus novelas.
En un contexto patriarcal y virulento que se ensaña con las mujeres a través de una violencia inusitada, se debe repetir, enseñar y vociferar una y mil veces, que a las mujeres no se las toca, no se les pega, no se les hace daño físico.
En los últimos meses, hemos sido espectadores de una violencia inaudita, repugnante y lamentable hacia mujeres ligadas al ámbito político. Estos hechos hacen retroceder a zancadas lo ganado en cuanto a participación y derechos políticos de las mujeres. Los golpes contra ellas asestan en el corazón de la misma democracia, y la desangran.
En marzo, la esposa de Martín Choque Condori, secretario de Culturas del municipio de Uncía, perdió el bebé que llevaba en gestación a raíz de la golpiza que recibió en un cabildo abierto. La razón para tal tunda fue que Choque en un acto cultural se atrevió a retirar la silla a Evo Morales. Este comportamiento de rebeldía fue condenado a chicotazos a su mujer embarazada. Una intolerancia a la crítica y a la disidencia. Ella perdió un hijo por la acción de la turba, siempre leal y defendiendo al jefe que no dijo ni mu.
En mayo, el Concejo Municipal de Cercado-Cochabamba eligió a su nueva directiva. Las concejalas de la coalición Súmate, Daniela Cabrera y Claudia Flores, encabezaron la misma. Para sus correligionarios fue una ingrata sorpresa que dos mujeres no seleccionadas previamente hayan tenido la osadía de desoír y desafiar las órdenes del Capitán. Lo cierto es que la “desobediencia” les supuso un alto costo, pues fueron golpeadas, hostigadas y acosadas. Las trataron de tránsfugas, traidoras y una turba de grupos con intereses particulares, llamada “pueblo soberano” las golpeó, hasta hospitalizarlas. El macho una vez más triunfó y todos se cuadraron ante el Capitán quien no dijo ni pío ante la brutalidad ejercida contra las concejalas.
Muriel Cruz, asambleísta departamental cruceña del Movimiento Al Socialismo, sufrió una tremenda paliza que la dejó en el hospital con 36 días de impedimento. En este caso, otra turba, compuesta por activistas de plataformas ciudadanas afines a la organización Creemos usó la fuerza bruta para atacarla, pues querían impedir que se posesionen a dos asambleístas guaraníes que amenazaban la condición de mayoría del partido oficialista. El pecado de Cruz, pertenecer a la oposición. Una intolerancia salvaje a la diversidad ideológica. Se repite la fórmula, se impuso la lealtad al partido del gobernador, al jefe macho quien, respecto de la violencia que se ejerció, calló en siete idiomas.
Todos estos sucesos son delitos cometidos contra las mujeres. En el caso de las concejalas y asambleísta la Ley 243 contra el acoso y violencia política hacia las mujeres las protege. A puñete limpio se arreglan los conflictos demostrando que el ámbito político es masculino, y brutal. Y que los pugilatos entre machos repercuten directamente en la violencia contra las mujeres, quienes cada vez más desafían las estructuras y espacios de los hombres. Las mujeres políticas están venciendo obstáculos para tener una mayor participación política, y acceso a puestos de alta dirección. Están rompiendo el famoso “techo de cristal”, sin embargo, los trozos afilados de vidrio están siendo utilizados como armas para clavarles en la yugular, infundiéndoles temor y pretendiendo hacerlas claudicar.
Absolutamente ninguno de los casos de acoso y violencia política hacia las mujeres puede quedar en la impunidad, sea quien sea el macho que se vea afectado.
Gabriela Canedo Vásquez es socióloga y antropóloga