Desde que en 1910 se publicara la primera traducción al inglés de El arte de la guerra de Sun Tzu (Sūn Zǐ Bīngfǎ), el libro de consejos estratégicos militares del siglo v a.C. se ha convertido en un referente obligado para involucrados e interesados en la política, los negocios, los deportes y —no podía faltar— la guerra, convirtiendo al Maestro Sun hoy en una estrella mediática como también lo es Maquiavelo y por las mismas razones: el arte de ganar.
No voy a entrar al detalle del libro pero algunos de sus juicios nos serán útiles para entender mejor el momento actual, sobre todo porque escribo la víspera de lo que el Maestro Sun definiría como la Batalla Final de este momento en el que nos encontramos defendiendo en Bolivia el derecho a ser contados, el derecho a ser debidamente representados y el derecho a elecciones libres: la Asamblea de Cochabamba, de la que volveré a escribir en poco. Tampoco entraré en el contenido de la Boleta Censal porque desde 2012 vengo abogando contra la manipulación demográfica para justificar una inexistente mayoría indígena del país que justificaría la supuesta Revolución Cultural del Masismo.
Entre 2008 y 2009 se dio el enfrentamiento político entre el gobierno de Morales Ayma y los gobiernos departamentales de la llamada Media Luna; en 2008, el gobierno de Morales Ayma estaba debilitado, la economía no había recibido el impulso de los ingresos extraordinarios por la coyuntura internacional y la Media Luna era mayoritaria en extensión y recursos, lo que dio una falsa seguridad que se entendió por algunos de sus líderes como la capacidad para vencer al masismo. Sin embargo, Morales Ayma contaba con el apoyo estratégico de Chávez Frías y pronto recibiría sus petrodólares y sus agentes de seguridad; además, un gravísimo —y muy soberbio— error estratégico de la oposición en el Congreso le dio la oportunidad ese año de eliminar a varias autoridades opositoras mediante el referéndum revocatorio promovido por la misma oposición, a lo que en 2009 se sumaron los sucesos del Hotel Las Américas, el apresamiento del sector más radical de la oposición cruceña, la aprobación en referéndum de la nueva Constitución —a la medida del masismo— y la elección de Morales Ayma para otro período, ahora sin oposición significativa en el Congreso. Casi una década después, fue cuando nuevamente la oposición al modelo y al prorroguismo masista se pudo volver a sentir en 2016 en un proceso que logró su culmen en 2019, lamentablemente frustrado desde dentro —además del permanente enfrentamiento masista— por inconsistencias de algunos y mezquindades de otros.
Estamos en 2022 y desde muy a comienzos de año especialistas liderados por la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno empezaron a cuestionar la falta de información sobre el censo que debía realizarse el próximo 16 de noviembre, sobre todo cuál era el nivel de avances en preparación, de la que cartografía actualizada era prioridad —en el de 2012 se utilizó la cartografía, totalmente desfasada, del de 2001, y eso costó un aproximado de 800 mil no censados— pero la respuesta permanente desde las autoridades correspondientes fue evasivas con mensajes exitistas. Luego, esas autoridades “renunciaron por asuntos personales” y las nuevas informaron que no podría hacerse; en una reunión de autoridades departamentales y alcaldes de las principales ciudades —Consejo Nacional de Autonomías, con ausencia voluntaria del gobernador de Santa Cruz— la fecha nueva propuesta por el gobierno fue finales de 2023 pero dos gobernadores — Beni y Pando, elegidos opositores— arguyeron que gran parte de sus poblaciones se movían entre ambos durante la cosecha de la castaña y era mejor aplazarlo, quedando a mediados del primer semestre de 2024.
El que sea el 2024 implicaría: los resultados poblacionales estarían en 2025 —en 2012 demoraron 2 años— y la distribución correspondiente de recursos fiscales de acuerdo con ellos —sin Pacto Fiscal seguramente— no se haría hasta el presupuesto de 2026, en el mejor de los casos; no habría reasignación efectiva de escaños en Diputados hasta las elecciones de 2030 y hasta esa misma fecha —elecciones judiciales y municipales por medio— cargaríamos un registro electoral basado en la biometría cuestionada de 2009.
Por lo tanto, el pedido de Censo en 2023 es absolutamente justo y justificable. Sin embargo, el camino no fue estratégico.
La amplísima fuerza popular que respaldó el pedido de Censo en 2023 en el Cabildo —los cabildos son reconocidos en el Artículo 11 numeral II de la Constitución como formar de ejercer la democracia, pero son inefectivos legalmente porque nunca han sido regulados por Ley, como ahí mismo se menciona— aprobó el reclamo pero éste tenía una coyunda: un período preciso y expreso. Quizás si algún representante del gobierno departamental hubiera estado en el CNA podría haber aportado flexibilidad temporal.
El Gobierno Nacional —en medio de su crisis con el evismo, con graves problemas económicos, con multitud de reclamos en contra y, en todos los dos años de gobierno, con la muy débil actitud permanente de extender la posibilidad de soluciones hasta que tiene que conceder, con más debilitamiento de resultado— empezó nuevamente su juego de extender y denostar y desde el Comité Interinstitucional algunos de sus miembros lo entendieron por extenuación y devolvieron insultos y sumaron requisitos.
El arcismo y el evismo, frente a Santa Cruz como enemigo común, coyunturalmente se han unido para atacar el movimiento cruceño, al que le faltó preparar con tiempo los apoyos nacionales que están espontáneamente ahora surgiendo. Como en 2008 y 2009, el oficialismo está cercando a Santa Cruz y atacándola en una de sus dos fortalezas principales: su poder económico —la otra, su dignidad, es incoercible.
La Gobernación y el Comité Cívico no estarán en la reunión de hoy en Cochabamba. Si Arce Catacora quiere ganar laudes y quedar como el pacificador, podrá anunciar el Censo a finales de 2023: será su victoria en su reunión. También —sería un yerro que arrastraría— dejarlo para 2024.
«Lo supremo en el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin darle batalla.» (Sun Tzu)
José Rafael Vilar es analista y consultor político